En tres semanas, el misterioso caso de las vacunas Sputnik V decomisadas en Campeche ha desaparecido de la arena pública.
El episodio apuntaba para escándalo, con uno de los ocho pasajeros hondureños en el avión posiblemente emparentado con la esposa del canciller Marcelo Ebrard, más la fuga de los extranjeros detenidos en calidad de “mientras averiguamos de qué se trató todo” y la rápida reacción del laboratorio ruso diciendo que esas dosis no las habían proporcionado ellos.
Dicen los que saben que en Palacio Nacional este tema ha sido tratado con un monumental hermetismo que nadie entiende, salvo por lo que comentan en los corrillos del poder, que las vacunas salieron de las reservas mexicanas para enviar a los amigos hondureños de un funcionario (¿YSQ?) en Relaciones Exteriores.