Las batallas y el enojo de AMLO

31 de Enero de 2025

Las batallas y el enojo de AMLO

Ya suman tres meses de intercambio de reclamos y acusaciones entre el Presidente y los legisladores o agencias estadounidenses, pero esta semana el malestar escaló y se mostró desde las mañaneras

enojo de AMLO

Los conservadores son sus adversarios de planta, pero conforme la coyuntura cambia también se modifican sus rivales mañaneros. La últimas dos semanas eligió un duro contrincante: acusó a agencias como la DEA de intromisión y al Departamento de Defensa de Estados Unidos de espionaje contra el Ejército y la Marina.

Semanas previas, la flama la encendieron los legisladores republicanos que propusieron catalogar a los cárteles mexicanos como grupos terroristas, y que las fuerzas armadas estadounidenses los combatieran, incluso extraterritorialmente; lo que no cayó en gracia al presidente Andrés Manuel López Obrador y poco a poco fue respondiendo.

Inició acusando a las agencias de pretender manejar al Ejército mexicano, pero al no conseguirlo fabricaron delitos y detuvieron al general Salvador Cienfuegos. Luego parecía que ya no se pondría los guantes para pelear, cuando anunció la creación de una comisión contra la producción y tráfico de fentanilo, o cuando una comitiva encabezada por Rosa Icela Rodríguez, su secretaria de Seguridad, pactó junto a la comisión estadounidense una lucha conjunta contra cárteles, el tráfico de drogas y de armas.

Pero el lunes, el Presidente volvió al campo de batalla. Media hora tarde y mirando su reloj llegó hasta su atril, resguardado por 12 funcionarios federales y gobernadores. Entre los temas estaba el arranque de la campaña contra las adicciones en planteles educativos de nivel secundaria y medio superior. Luego de que cada uno dedicara unas palabras, el mandatario tomó el micrófono y lanzó las primeras indirectas: atender las causas es “importantísimo” y no se hace en ningún otra parte del mundo.

“Por lo general se aplica en todo el mundo de querer resolver los problemas sociales, culturales, con medidas coercitivas, querer enfrentar la violencia con la violencia, querer enfrentar el mal con el mal, cuando el mal se debe enfrentar haciendo el bien. No se puede enfrentar los problemas de inseguridad, de violencia, de consumo de drogas sólo con medidas coercitivas”.

Así, desde su templete de Palacio Nacional, reiteraba el llamado a Estados Unidos de atender las causas y ofrecer oportunidades a los jóvenes para alejarlos de la drogadicción, y lo hacía con una sonrisa en el rostro, como señal de satisfacción, de que su gobierno sí lo estaba haciendo.

Repetía, una vez más, que se debe mantener a las familias unidas y afirmaba, buscando la aprobación entre sus funcionarios, que sin consumo no hay problemas graves. Movía las manos, golpeaba sin querer el atril y volteaba los ojos a sus notas, mientras aseguraba que terminarían con el problema de consumo de fentanilo que tiene Estados Unidos con cooperación, pero también volvía a reprochar la falta de atención del fondo y de las causas, por parte de las autoridades norteamericanas.

Retrocedía un paso y luego volvía al frente, acariciaba el atril, como suele hacer cuando parece estar nervioso. Ejemplificaba el daño en los jóvenes de esta droga, pero no en México, sino los más de 100 mil muertos que dejó el opioide en 2022 en el país vecino.

Y es que, hace un mes, ante las acusaciones de los republicanos, López Obrador rechazó rotundamente que México sea productor de fentanilo y acusó a Asia de serlo, además del principal importador de este opioide y sus compontes químicos hacia nuestro país, Estados Unidos y Canadá. Incluso envió una carta al presidente Xi Jinping donde insinuaba que era quienes controlaban el tráfico ilegal de fentanilo, que después el propio López Obrador dijo que lo hizo a petición de los legisladores estadounidenses. Pero la respuesta de la cancillería china no dio luz sobre el tráfico del opioide, sólo negó las acusaciones y exigió a los estadounidenses resolver su propio problema.

Primera batalla: contra la dea

Menos de 24 horas después del encuentro, en el marco del Entendimiento Bicentenario, entre las comitivas mexicanas y estadounidenses contra el fentanilo y las armas, el Departamento de Justicia anunció acusaciones como “pioneros en la fabricación y el tráfico de fentanilo” en contra de 28 presuntos integrantes del Cártel de Sinaloa. Entre los acusados se encuentran Iván y Alfredo Guzmán Salazar, y Joaquín y Ovidio Guzmán, cuatro de los hijos de Joaquín “El Chapo” Guzmán, que integran la fracción conocida como Los Chapitos.

La acusación en una Corte federal de Nueva York mostraría que esta información la obtuvo la DEA a lo largo de casi 10 años, a partir del pago de informantes, agentes encubiertos e intercepción de comunicaciones. El diario Reforma fue el primero que mostró este espionaje, así que su conflicto con el medio y la infiltración del cártel, molestaron a López Obrador.

Fue entonces que el Presidente se acomodó, doblo levemente su rodilla derecha y se agarró del atril. Insistió que en México no se produce fentanilo. “Se importa desde Asia”, dijo mientras su vista se perdía entre los camarógrafos, lejos de los reporteros que esperaban una respuesta.

“Que no hay que estar nada más viendo lo que sucede en Sinaloa o en México, sino también lo que pasa allá, los cárteles de allá, cómo es que distribuyen el fentanilo en Estados Unidos”, decía mientras su expresión iba cambiando, comenzaba a molestarse. Con las manos entrelazadas en su espalda aseguraba cooperación, pero de pronto las soltó y advirtió: “con una aclaración pertinente: nosotros tenemos primero que garantizar la seguridad pública en nuestro país”, dejando en segundo plano el apoyo a Estados Unidos.

Pero esa advertencia venía acompañada de otra mayor. “Que ya no es el tiempo de Felipe Calderón, afirmó, por lo que México no se añadirá a programas ya estipulados por Estados Unidos, ni tampoco --como antes-- las agencias como la CIA o la DEA decidirían lo que hará la Marina y el Ejército”, enlistaba mientras se agarraba primero la oreja derecha y luego la izquierda. “Cooperación sí, sometimiento no”, resaltaba.

Pero pronto llegó el reclamo. ¿Cómo califica esta infiltración?, le preguntaron. “Una intromisión abusiva, prepotente, que no debe aceptarse bajo ningún motivo. ¿Cómo van a estar espiando? ¿Que no hasta bajaron un globo de China allá en Estados Unidos? Nosotros no hacemos eso porque este… pero no se puede estar utilizando actos de espionaje para saber qué están haciendo nuestras instituciones de seguridad y además con la arrogancia de filtrar la información al Washington Post”, dijo con una ligera risa que parecía más un intento de suavizar su reclamo a Estados Unidos.

La otra estocada: contra el Pentágono

Por segunda vez, activistas de derechos humanos señalaban espionaje con Pegasus, pero ahora no acusó vínculos del espiado como lo hizo la primera vez; sin embargo, volteó la jugada a su favor y de acusado pasó a acusador; pero esta vez, de forma inédita, recibió respuesta.

Fue la vez que más tarde ha iniciado una mañanera, llevaba 33 minutos de retraso cuando apareció. Con los hombros caídos llegó hasta el templete y saludó: “¡Ánimo!”, soltó como cada mañana. No hubo justificación por la tardanza y comenzó su exposición.

La primera pregunta lo motivó a soltarse. Aunque el cuestionamiento de un reportero era para conocer datos que solicitó por transparencia al Instituto Para Devolverle al Pueblo lo Robado (Indep) le sirvió como pretexto para resaltar su rechazo al Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI), a quien acusa de ser costoso y creado para ocultar la corrupción en el periodo neoliberal, de no servir para nada y que mantiene inoperante por rechazar nombrar a nuevos comisionados.

“No hay quien pueda brindar información”, recordó el reportero. Con una sonrisa en rostro, dio su respuesta: “Como si fuese tan importante, tan importante” e inició el discurso que lleva un mes repitiendo, cuando rechazó a los comisionados que, según acusó, se habían repartido en cuota el PRI y su partido, Morena. Y reiteró que, ojalá el Congreso haga algo para que esas labores las realice otro organismo ya existente.

Pero el preludio dio paso a un señalamiento más grande. Luego de la DEA, López Obrador se lanzó con el Departamento de Defensa de Estados Unidos, a quien señaló de espionaje contra la Sedena y la Marina.

“Acerca de la inteligencia, que no espionaje, pues tenemos ya que cuidar también nuestra información por seguridad nacional”, decía mientras movía de uno al otro lado del atril, estaba inquieto. “Ya tomé esa decisión”, afirmó, pero buscó con la mirada la aprobación de su gabinete de seguridad, pero a la vez los señalaba con un dedo, como dando una orden improvisada.

Pero no estaba improvisando. Ese mismo día, se dio a conocer que la información sobre el software Pegasus, el que se utiliza para espiar, fue reservada por cinco años, al considerarse de seguridad nacional y pese a que el INAI, ese organismo que desprecia, había ordenado dar a conocer.

“Y vamos a cuidar ya la información de la Secretaría de Marina y la Secretaría de la Defensa, porque estamos siendo objeto de espionaje del Pentágono, y muchos medios de información de México están filtrando información que les entrega la DEA”, acusó. Aunque su mayor señalamiento era contra el Pentágono, aprovechó nuevamente para lanzarse contra los medios de comunicación. Nuevamente, entrelazaba las manos detrás de su espalda.

Mientras trastabillaba, aseguraba que no actuaría, que no convertiría en mártir a espías o empleados de agencias extranjeras. Su señalamiento llegó el mismo día que se revelaron lujosos viajes y compras del secretario de la Defensa, Luis Cresencio Sandoval y su familia, había salido en su defensa, pero no tanto como el miércoles, cuando comparó estos viajes con los de periodistas o dueños de medios que –dijo-- lo hacen con dinero que obtienen de publicidad gubernamental.

Sin embargo, al Pentágono no dejó pasar esta acusación, y le importó responderle, a través de su portavoz respondió a la acusación del mandatario y que, tanto el Departamento de Defensa de Estados Unidos, como la Sedena y Marina “disfrutan de una asociación colaborativa” centrada en “asuntos tradicionales de defensa” y abordar los retos en este ámbito. Y esta cooperación, afirmaron, se produce con respeto a la soberanía del otro y su agendas respectivas de política exterior.

El embajador estadounidense Ken Salazar acudió de inmediato a ver a López Obrador. A diferencia de otras ocasiones, al salir no hizo comentarios a los medios de comunicación. Pero pronto se mostró cómo trataba de remendar el malestar del mandatario. El jueves 20 de abril aseguró, en conferencia de prensa, que la investigación contra los Chapitos se había hecho con colaboración internacional, incluida la de agencias mexicanas:

La investigación, que llegó a un buen resultado, fue una investigación mundial: en China, en Guatemala, en los Estados Unidos. Los esfuerzos fueron grandes, entonces, los detalles de las operaciones, de cómo ocurrieron (es lo de menos), el resultado es que personas delincuentes muy malas ya están en proceso. Y eso lo hicimos en los Estados Unidos, lo hicimos en otros lugares, con las operaciones que hacemos nosotros, operaciones también que trabajamos con el gobierno de México, no voy a detallar las operaciones, pero siguen.

Y allí no paró, Salazar insistió cuantas veces pudo, cómo México y Estados Unidos eran socios en el combate al crimen organizado., y para demostrarlo, puso como ejemplo la visita que la próxima semana harán a nuestro país la comandante de la Guardia Costera estadounidense, junto con integrantes de alto rango del Departamento de Defensa.

Pero los documentos y la sorpresa de los funcionarios mexicanos mostraban otra cosa, Estados Unidos había trabajado solo, no había tenido ni siquiera la atención de comentarlo a las autoridades mexicanas y así lo habían exhibido el viernes 14 de abril, y el Presidente estaba enojado.

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