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Qué tal despertar en una cabaña, sintiendo el tenue calor y escuchando las olas. Caminar unos 40 pasos, oler a sal, sentir la arena en los pies con una pequeña brisa que recorre todo el cuerpo y sentarse en la playa para esperar el amanecer. Si es lo que buscas, entonces tienes que viajar a La Ventanilla, porque este lugar te devolverá la paz.
Al recorrer su laguna y su manglar conocerás a Pony y Goyo, las más viejas iguanas de la zona, y a cinco cocodrilos que se asomarán cada tanto y sólo te observarán. Si no haces mucho ruido, también verás pájaros carpinteros, patos buzos y garzas.
Este lugar es surrealista, no sólo por sus colores y olores, sino porque la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) mantiene en reserva algunos de los animales que decomisa por la caza furtiva, por lo que podrás acariciar a unos venados y ver el jugueteo de un chimpancé y el miedo de otro pequeño que recién llegó a la comunidad.
Es un centro comunitario ecoturístico en el que participan 70 familias, y cada uno tiene una tarea que suma para mantener el lugar, que hace 20 años era un matadero de tortugas, pero ahora es su santuario, un espacio para subsistir.
Si viajas entre agosto y diciembre podrás sentir entre tus manos la dureza y fragilidad de una pequeña tortuga, que en algún momento te mira y con ella sientes que te reconcilia con la naturaleza. Al soltarla entre la arena recorrerá a su ritmo su camino al mar, en donde tendrá que nadar a contracorriente y luego sobrevivir en la profundidad.