Hay cosas que no cambian, ni siquiera en los momentos más delicados. La llegada de Rutilio Escandón al consulado de México en Miami es una muestra de eso. Más allá de que se trate de un político que no merece un premio porque dejó Chiapas en un estado de descomposición por violencia nunca antes visto, este es el peor momento, y Miami es uno de los lugares menos convenientes, para refugiarlo a él o a cualquier otro militante, aliado o compañero de proyecto.
La situación migratoria de 12 millones de mexicanos indocumentados en Estados Unidos, que están por enfrentar la peor época para ser un expatriado latino en aquella nación, demanda y merece mucho más que un improvisado sin otro acomodo en la estructura gubernamental.
Si no había más remedio, Rutilio pudo ser agregado cultural o político, o hasta embajador, en Cuba, Venezuela o Nicaragua. Lugares donde también se habla español. Pero Miami, igual que cada una de las 53 plazas que integran la Red Consular de México en Estados Unidos, debe ser ocupada, sobre todo en la coyuntura actual, por una persona profesional del Servicio Exterior, con compromiso, vocación y capacidad de trabajo, para enfrentar lo que viene para los mexicanos en Estados Unidos durante la era Trump, que está por iniciar.