La llegada de la presidenta Claudia Sheinbaum viene acompañada de grandes expectativas. Eso es normal en todo cambio de gobierno, pero en México y en los tiempos actuales, hay mucho más de fondo.
Una de las más importantes expectativas que despierta el relevo, quizá la de más peso, se observa en el recurrente comentario sobre la oportunidad de superar la división sembrada y que, durante seis años, ha consumido mucha de la energía de México y de los mexicanos.
El mensaje de la presidenta, pedir licencia a su militancia partidista en Morena porque ahora debe gobernar para todos, no solo para los suyos, es justo la señal de arranque que se necesitaba, pronunciada además en el foro adecuado, ante sus correligionarios morenistas.
