Existe una nueva categoría de injerencismo y es aportación mexicana de don Eduardo Andrade, el mismo que quiere ser ministro de la Suprema Corte y que para lograrlo presume el padrinazgo de la ministra Yasmín Esquivel.
Don Eduardo, que hace algunos ayeres era narrador de futbol en televisión, ha descubierto el injerencismo intelectual; clasificación que le aplica a todo académico extranjero que opine sobre cualquiera de las estructuras políticas, en particular las nuevas, del gobierno mexicano.
Don Eduardo se refería a Manuel Atienza, el jurista español que hace unos días, en una conferencia magistral, manifestó su opinión contraria a la esencia de la reforma judicial. Pero la nueva categoría también podría quedarle al argentino Roberto Gargarella, que tampoco ve bien los cambios y se atrevió a decirlo.
Ya entrados en gastos, con la Doctrina Andrade adoptada, también podríamos llamar injerencista a Giovanni Sartori y a muchos más, que desde la academia opinaron del sistema mexicano de partido ultradominante que representaba el PRI de los años setenta y ochenta, porque ahora, según don Eduardo Andrade y quienes lo secundan, la opinión de los académicos y los especialistas es injerencista si resulta favorable a él o a sus amigos.