En los últimos meses se han producido en distintos mamíferos brotes de la llamada influenza aviar altamente patógena del subtipo H5N1.
Entre 2021 y 2022 en los Países Bajos se detectaron infecciones en zorros rojos, hurones, nutrias y tejones. Un estudio encontró que, en 11 animales, el virus llegó principalmente al tejido cerebral y a menudo se asoció con meningitis.
Uno de los brotes más graves sucedió en octubre de 2022 en una granja de visones en la Coruña, España, donde la influenza aviar mataba a los animales en apenas un par de días.
Si bien ninguna de las personas que trabajan en el lugar se vio afectada, para mediados de noviembre los casi 52 mil animales fueron sacrificados y se destruyeron sus cadáveres y desechos, por el riesgo de contagio a seres humanos.
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Se piensa que el contagio pudo llegar a la granja a través de aves marinas, pues también se encontraron 27 de ellas enfermas o muertas por la misma variante del virus que, además, ya se había identificado en Países Bajos, Bélgica y Francia.
Tal parece que los brotes no se han detenido, pues a principios de febrero la misma variante del virus de influenza se encontró en nutrias y zorros de Gran Bretaña. Sin embargo, el riesgo de contagio a los humanos, aunque existe ya que esta variante parece pasar fácilmente de aves a mamíferos, aún se considera bajo.
Este caso, que cae dentro de lo que se puede considerar normal en la epidemiología y el seguimiento del paso de los patógenos de una especie animal a otra o zoonosis, contrasta fuertemente con los que se obtuvieron en los primeros meses de la pandemia de la enfermedad causada por coronavirus en 2019 o Covid-19.
Un surgimiento “de la nada”
La famosa aparición del coronavirus causante del síndrome respiratorio agudo severo o SARS-CoV-2 en el mercado de especies acuáticas de Wuhan se distingue de otras zoonosis porque de los 450 animales muestreados en el propio mercado, ninguno estaba infectado por el virus, señala el biólogo y matemático fundador de Selva Analytics, Alex Washburne, pues ni siquiera se le ha encontrado el virus entre los murciélagos.
Esto no sólo contrasta con los números de la influenza aviar sino con el hecho de que tres meses después de iniciado el brote de SARS de 2003, el coronavirus que causa esa enfermedad y que actualmente se denomina SARS-CoV-1, se encontró en siete de un total de 27 que fueron muestreados.
Además, como confirmó una investigación reportada en la revista Nature hace un año, es un hecho que todavía “se desconoce el reservorio animal del SARS-CoV-2”.
Lo más cercano sigue siendo el sarbecovirus RaTG13 que se encuentra en murciélagos de la especie Rhinolophus affinis y que coincide genéticamente en 96 % con el SARS-CoV-2, lo cual es poco para ser un ancestro directo.
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Esto significa que aún no se han identificado coronavirus de murciélago genéticamente próximos al SARS-CoV-2 que puedan ser sus progenitores y que sean capaces de ingresar a las células humanas a través de la enzima convertidora de angiotensina o receptor ACE2, lo que serían clave para comprender el origen de la epidemia.
Lo señalaron los autores de la investigación 2022 y sigue siendo cierto.
Si comparamos otra vez con la influenza aviar altamente patógena de tipo H5Nx, el caso del SARS-CoV-2 es otra vez muy extraño.
Por ejemplo, desde 1997 se tienen bien ubicados a los virus causantes de ese tipo de influenza, también llamada de Goose/Guangdong (por haberse descubierto en un ganso en la provincia china de Guangdong, aunque ahora se ha detectado en todo el mundo), que causa grandes pérdidas en aves de corral y representa un grave riesgo de pandemia, pues salta con frecuencia a los mamíferos y también causa epidemias entre ellos.
Un artículo publicado a principios de febrero en la revista PLOS Pathogens encontró que bastan cuatro mutaciones para que este tipo de virus de influenza salte a los seres humanos, por lo que los autores recomiendan hacer vigilancia genética constante para reaccionar de manera temprana contra los virus emergentes con potencial pandémico.
El peligro fue demostrado experimentalmente con virus creados de manera sintética con las mutaciones y que fueron probados en células y tejidos humanos en cultivo; similar a lo que se estaba haciendo con distintos coronavirus en el Instituto de Virología de Wuhan, donde ciertamente se proponían a hacer algo un poco más aventurado.
Mejorando al SARS-CoV-2
El 23 de febrero de 2017 un reportaje publicado en la revista Nature daba cuenta de que en el Instituto de Virología de Wuhan (IVW) , que con un costo de construcción de 44 millones de dólares tenía diversas medidas de seguridad, era considerado la entrada de China a la investigación sobre virus peligrosos, entre los cuales estaba el causante del SARS.
Richard Ebright, investigador y profesor de química y química biológica de la Universidad de Rutgers, comenta que entre 2017 y 2018 en el IVW se construyó sintéticamente un nuevo coronavirus quimérico similar al SARS que podía infectar y replicarse en las células de las vías respiratorias humanas y que tenía un crecimiento viral 10 mil veces mejorado y una letalidad aumentada cuatro veces en ratones diseñados para mostrar receptores humanos en las células. Pero los investigadores no se detuvieron ahí.
Entre los documentos que cita Ebright, publicados por el diario estadounidense The Intercept, se encuentra una solicitud de subvención del IVW a los Instituto Nacionales de Salud de Estados Unidos (NIH) para construir más coronavirus quiméricos similares al SARS con mayor afinidad por las células.
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Por supuesto la idea era hacer investigación para anticiparse a los cambios que pudieran tener los coronavirus para tomar las precauciones pertinentes; la propuesta, de hecho, se llama Defuse, que podría traducirse como “desactivación”, y en ella participaron además las universidades de Duke y Carolina del Norte, el Servicio Geológico de Estados Unidos y el Centro de Investigación de Palo Alto, y la “organización líder” fue la EcoHealth Alliance.
“Nuestra estrategia empieza con un inventario completo de murciélagos y sus SARSs-CoVs en nuestro sitio de intervención y pruebas del complejo de cuevas en Yunnan, China, que alberga murciélagos con SARSs-CoVs de alto riesgo”, especifica el documento en la página 10.
Más adelante señala que “la entrada de los virus (a las células) es la principal restricción a nivel de especie que previene la dispersión de los SARSs-CoVs”, y los autores comentan que harán modelos para analizar cómo aumentar la afinidad de la proteína espiga (S) de los distintos SARSs-CoVs para que se una a los receptores ACE2 humanos, ya que este eficaz mecanismo se había detectado en el SARS-CoV-1 y fue publicado en el Journal of Virology en noviembre de 2011.
Pero sobre todo destaca que el documento agrega que analizaran las secuencias genéticas de los SARS-CoVs en busca de sitios en los que se pudiera incluir un “sitio de escisión de furina”.
Los sitios de escisión de furina participan en una multitud de mecanismos celulares como la embriogénesis, la infección por patógenos, las enfermedades neurológicas y el cáncer, y se han estudiado desde hace tiempo con la intención, entre otras, de utilizarlos para ingresar medicamentos anticancerígenos a las células, detalló una investigación publicada en Nature en 2012.
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Ebright menciona que el SARS-CoV-2 “es el único de más de 100 coronavirus conocidos y similares al SARS” que tiene un sitio de escisión de furina, el cual, además de mejorar la entrada del virus en las células humanas, participa en la fusión de las células infectadas, lo que dificulta que sean atacadas por el sistema inmune.
También destaca que los aumentos en la infectividad del virus que tuvieron sus posteriores variantes de preocupación se debieron sobre todo a mutaciones que mejoraron su interacción con el receptor ACE2 o el funcionamiento del sitio de escisión de la furina.
El sitio de furina, y que sea único entre los sarbecovirus, “es una característica que no descarta un origen natural, pero que se explica más -mucho más- fácilmente por un origen de laboratorio”, afirma Ebright, “especialmente porque se propuso explícitamente la inserción del sitio en 2018”.
Además, añade, porque los experimentos se hicieron en un laboratorio con nivel 2 de bioseguridad (a pesar de que el IVW tenía hasta de nivel 4), que resulta claramente inadecuado para un virus cuya capacidad de contagio estaba aumentando.
Por otra parte, Washburne, con colegas de la Universidad de Duke y de las Clínicas Universitarias de Würzburg, publicaron el pasado octubre una investigación aún no revisada por pares en la que detectaron evidencias en el SARS-CoV-2 de los llamados “sitios de restricción”, que se usan en ingeniería genética para insertar o eliminar fragmentos genéticos.
Epílogo con sospechas y conflicto de interés
En abril de 2020, al mes siguiente de la declaración de la pandemia de Covid, EcoHealth Alliance, la organización que encabezó la solicitud de fondos para mejorar los SARSs-CoVs recibió, informó que el gobierno federal de Estados Unidos no financiaría más su proyecto de coronavirus.
Sin embargo, el director de Eco Health, Peter Daszak, fue convocado en diciembre de 2020 para encabezar el reporte de The Lancet sobre los orígenes del virus y, de acuerdo con la revista Science, aunque fue retirado en septiembre de 2021 siguió participando de manera no oficial.
Daszak también participó en el reporte publicado en los Proceedings of the National Academy of Sciences en octubre de 2022 que se inclinó por la hipótesis de que el SARS-CoV-2 se generó de manera natural y no en un laboratorio, ya que, en palabras de Daszak, esta última conjetura no cuenta con suficiente evidencia revisada por pares.
El pasado 25 de enero, el New York Times dio a conocer un reporte que señala que los NIH no dieron seguimiento adecuado al dinero que le dieron a EcoHealth para estudiar los coronavirus.
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