El crecimiento de la población adulta va a un acelerado ritmo, con ello se plantean desafíos nunca antes vistos.
El 28 de agosto se conmemora el Día de la Senectud en México, se declaró oficialmente en 1983, sin embargo, hay antecedentes que remontan sus orígenes al periodo presidencial del Gral. Lázaro Cárdenas.
En los noventa, el locutor Edgar Fernando Gaytán Monzón tenía un programa radiofónico para adultos mayores, con transmisión en casi todo Chihuahua, prestó un espacio de expresión para este sector de la población a quien rara vez se le escucha en los medios de comunicación, les dio voz a esas generaciones olvidadas.
Por eso a Edgar Gaytán se le reconoce formar parte de la iniciativa de celebrar el Día del Abuelo desde 1994. Al mismo tiempo hizo una reflexión importante: “[…] no todos los adultos mayores son abuelos, y no todos los abuelos son adultos mayores”.
De acuerdo con la clasificación que hace la Organización Mundial de la Salud, las personas de 60 a 74 años son consideradas de edad avanzada; de 75 a 90, viejas o ancianas y las que sobrepasan los 90, se les denomina grandes viejos o grandes longevos. Aunque a todo individuo mayor de 60 años se le llamará de forma indistinta persona de la tercera edad.
Además de rendir homenaje a los abuelos y personas de la tercera edad, también es pertinente reconocer el papel que juegan en la estructura familiar, y su posición en el tejido social, además de los retos que deben afrontar.
Actualmente las dinámicas familiares han evolucionado, ahora con madres y padres trabajando por igual, un porcentaje significativo de abuelos ha retomado su rol como figura paternal en la crianza de sus nietos siendo un pilar fundamental en la educación y formación.
Pero también existe una situación opuesta, donde algunos abuelos y adultos mayores padecen maltrato o abandono, en especial cuando tienen alguna enfermedad o padecimiento físico. La Organización Mundial de la Salud registra que entre un 4% y 6% de los casos de abuso fueron en el hogar o casas de retiro.
Esta situación es el reflejo de una marginación estructural, la edad se ha convertido en un factor discriminatorio en una sociedad con prejuicios sobre ser jóvenes y ser viejos.
Persiste un estigma sobre las personas mayores, al considerarlas como vulnerables, frágiles, incapacitadas e incluso con discapacidad, lo cual tiene efectos potenciales negativos en su desarrollo personal. Por ejemplo, en el entorno laboral se dan casos donde se promueve la jubilación obligatoria, o bien, se les restringe el acceso al empleo.
En nuestro país hay 13 millones 928 mil 310 personas mayores de 60 años, es decir, más del 10% de la población total, según datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE). https://bit.ly/1Uzgt7n
El Consejo Nacional de Evaluación Nacional de la Política de Desarrollo Social (Coneval), estima que en México 43% de los adultos mayores se encuentra en situación de pobreza multidimensional, con acceso limitado a los derechos que garanticen su desarrollo social e ingresos insuficientes para cubrir necesidades básicas.
En las políticas públicas existen ciertas omisiones respecto a garantizarles mejor calidad de vida, con deficiencias en varios temas, algunos de los programas gubernamentales tienden a ser más asistencialistas, en lugar de promover un desarrollo integral.
El Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA) pronostica que la población de 60 años y más será el grupo que más crecerá entre 2011 y 2050 (2.44 por ciento), siendo los países africanos (3.37), latinoamericanos (2.89) y asiáticos (2.74 por ciento) los que mantendrán un crecimiento por encima de este nivel. Para el 2050 dos de cada diez personas habrán entrado a la vejez. https://bit.ly/2bO7WSs
Este es un hecho histórico, tan sólo en la primera mitad del siglo XXI la cifra de personas mayores de 60 años se duplicará, mientras las de 80 años se cuadriplicará. Eso implica que el tiempo para prepararse para afrontar este fenómeno es relativamente corto.
Los jóvenes adultos de ahora, deben comprender que la transición a esta etapa de la vida viene con problemas y oportunidades, los cuales serán inevitables, el primer paso es no temerle a envejecer.
La senectud también es sabiduría, experiencia e historia, pero sobre todo, legado, somos los padres de los padres, las madres de las madres, y lo mejor que podemos dejarle a las nuevas generaciones es que tengan la capacidad de construir una sociedad menos utilitaria y más inclusiva.
Vienen nuevos desafíos, los cuales cambiarán por completo la vivencia de la vejez a como la conocemos ahora, y se necesitan hacer los planteamientos correctos sí queremos que la estabilidad y seguridad formen parte del esquema de vida de los futuros abuelos y adultos mayores.
*Analista en temas de Seguridad, Educación y Justicia *Si deseas recibir mis columnas en tu correo electrónico, te puedes suscribir a mi lista en el siguiente vínculo: https://eepurl.com/Ufj3n