Juan Panblo de Leo
Noam Chomsky alega en su libro Manufacturing Consent que los medios de comunicación sirven a las élites económicas y a los gobiernos. Plantea que grandes conglome- rados controlan la información y forman la opinión pública a su antojo.
News Corporation, AOL Time Warner, Viacom y otras firmas son dueñas de las pequeñas, medianas y grandes empresas de comunicación y de noticias que diario llevan la información por todos los medios digitales, impresos, televisivos, radiofónicos y nuevos sistemas disponibles.
Chomsky apela a los medios alternativos como parte de la solución a la desinformación generada por la propaganda controlada a partir de la maquinaria de servicio que existe entre los medios y el poder, que siempre anteponen los intereses económicos a los sociales.
La teoría de Chomsky cobra sentido en la filosofía y estrategia que Donald Trump ha demostrado a lo largo de su campaña y ahora rumbo a la presidencia. No sólo ha confirmado no necesitarlos, pues ha creado su propio sistema de comunicación, sino que se ha lanzado en una guerra frontal en contra de los medios tradicionales en Estados Unidos, que se han topado con un presidente electo sin precedentes, que no pretende una relación común con la prensa establecida.
Desde su campaña, Trump no sólo amenazó a la prensa, sino a la libertad de prensa. Como candidato, prometió que en caso de ganar, abriría las leyes de difamación de tal forma que si alguna periodista publicara información negativa, los pudiera demandar para ganar mucho dinero.
Resulta que Trump ganó y la mayoría de sus tuits han sido en contra de la prensa, un tema que considera esencial para el éxito de su proyecto: la destrucción del establishment político y mediático. Presidentes han tenido diversos tipos de relación con la prensa. De las conferencias continuas de John F. Kennedy y su relación personal con Ben Bradlee, el corresponsal de Washington para Newsweek en aquel entonces, o los juegos de beisbol de Jimmy Carter con la prensa; al caso Watergate y la áspera relación de Nixon con los periodistas que al final terminó por derribarlo.
COMUNIDAD. Hasta ayer, la cuenta de Donald Trump en Twitter (@realDonaldTrump) tenía 15.8 millones de seguidores. El presidente electo ha escrito 34 mil 22 tuits.
Como ese, el veto temporal al New York Times por la publicación de un artículo que no le pareció. Su jefe de campaña en algún momento Cory Lewandosky se vio involucrado en un incidente físico con una reportera de Breibart News. Esos incidentes se suman a los vetos temporales que sufrieron muchos otros medios como Político o Univisión. Así opera Trump. Un hombre que detesta la crítica y tiene baja tolerancia a la frustración, ya sea la obra de teatro Hamilton o CNN, su objetivo preferido, nadie se libra de una repuesta en su mejor arma: Twitter.
El New York Times, a diferencia de lo hecho por las grandes cadenas televisivas, no cayó en la trampa y, como lo publica el Washington Post en un artículo sobre el tema, se comportó mejor como medio en comparación con la cadenas tradicionales.
CNN, NBC, ABC y otros aceptaron la invitación off the record que les hizo Trump para caer en su emboscada y no sólo permitirle que les insultara y reprochara, sino que tomó el control de la comunicación y mensaje a través de filtraciones a la prensa donde dejó en claro su carácter de poder.
La necesidad de llenar los canales de noticias 24 horas al día en cable, ha generado un fenómeno de desgaste entre la población y que Donald Trump ha sabido aprovechar atacando por igual a ambos sistemas, el político y el mediático. Aprovechó la reunión para recriminar esa constante cobertura negativa que ha sabido capitalizar poniendo a la gente en su contra.
La postura del New York Times fue más inteligente. Innegociable una reunión off the record sin una on the record. La oportunidad que tuvieron los periodistas para preguntar y publicar su posición en temas como la tortura, Hillary, cambio climático y más, brindó la oportunidad para responsabilizar a Trump de sus promesas.
El compromiso de los medios de comunicación durante los próximos cuatro años recaerá no solo en el buen periodismo que transparente la administración Trump lo más posible, sino entender el juego de poder y estrategia que habrá que plantearle de frente para evitar algún avance en contra de la prensa.
Si bien las instituciones estadunidenses son sólidas y la prensa es una de ellas, los alcances que podría tener Trump sobre la misma son distintos y posibles. Desde ir por los negocios y empresas colaterales de los diferentes conglomerados que mantienen las estaciones de comunicación alrededor del mundo, al nombramiento de personajes del FCC (Comisión Federal de Comunicaciones) que de distintas formas puedan afectar económicamente a los medios con multas hasta quebrarlos o nombrar jueces a la Suprema Corte de Justicia que fallen en contra de resoluciones progresistas en materia de libertad de expresión. Los daños pueden ser múltiples y muchos. La pelea está cantada. El plan de Trump, Bannon y compañía, no funciona sin la explosión de los modelos tradicionales y el nacimiento de prensa alternativa, a modo, propagandística, que incite, movilice y de la mano sea parte del movimiento que planean a largo plazo.