La Portada | Salida de Coppola: el Vaticano le cambia jugada a AMLO
La estrecha relación que tejió el diplomático de la Santa Sede con el presidente López Obrador, los ajustes que emprendió en sus vínculos con la clase política y económica del país; así como su apoyo a la pastoral que trabaja en el epicentro de la violencia, y la lucha silenciosa contra los abusos sexuales, constituyeron su sello; pero también lo que definió su salida de la nunciatura mexicana
El nuncio apostólico Franco Coppola al salir de México deja un Episcopado renovado, pero no unificado. Logró imprimir el sello del papa Francisco, y hasta entablar una estrecha amistad con el presidente Andrés Manuel López Obrador, pero justo eso, por ahora, “no es conveniente”.
Al menos ese mensaje se asoma desde el Vaticano, asegura la investigadora Mónica Uribe, con el cambio del representante del papa en México que podría haber permanecido dos años más, pero lo envían a Bélgica en enero próximo.
Con este movimiento, sostiene la especialista, “la Santa Sede le cambia la jugada a AMLO porque obvia a la CEM, y se recarga en la nunciatura, la única forma de cambiar esa relación, es relevar al personaje. Y de esta forma lo obliga a negociar con el Episcopado Mexicano”.
Estratégicamente aprovecha el plazo que existe entre 5 y 7 años para el cambio de nuncios y lo traslada a Bélgica, sede que se puede ver como una promoción “porque va de un país complicado a uno europeo, cerca de su casa, con una monarquía católica, su trabajo será más diplomático”.
Apenas estuvo cinco años y fue el nuncio que, de muchas formas, comenzó a sacudir a la iglesia mexicana.
Coppola, operador silencioso
Franco Coppola siempre fue autónomo en la selección de los candidatos para obispos, no se dejó presionar por los grupos al interior de la Conferencia del Episcopado Mexicano, ni por la amistad que el cardenal Carlos Aguiar Retes tiene con el Papa.
El diplomático italiano fue designado como representante papal, cuatro meses después de la visita de Jorge Mario Bergoglio a México.
Coppola traía una serie de encomiendas específicas, una de ellas era unificar a la CEM.
Ya en su visita a México, Francisco en su mensaje del 13 de febrero del 2016, en la Catedral Metropolitana, había advertido de la división al interior de la CEM y les había dicho a los obispos:
“Si tienen que pelearse, peléense, si tienen que decirse cosas, se las digan, pero como hombres, en la cara y como hombres de Dios, que después van a rezar juntos, a discernir juntos y si se pasaron de la raya, a pedirse perdón pero mantengan la unidad del cuerpo episcopal”.
Enviado a una iglesia conservadora y de gran importancia para la Santa Sede, por ser la segunda después de Brasil más numerosa de América Latina, Coppola llamó en varias ocasiones la atención a los obispos por lo que consideraba una falta de mecanismos evangelizadores adecuados para alentar la labor pastoral y evitar la pérdida de fieles.
Su llegada en septiembre del 2016 se dio en medio de un conflicto entre la iglesia católica y el entonces presidente Enrique Peña Nieto, quien había presentado una iniciativa constitucional a favor de los matrimonios del mismo sexo.
Como respuesta los fieles en todo el país organizaron una serie de movilizaciones para oponerse a esa iniciativa, con el apoyo del entonces presidente del Episcopado cardenal Francisco Robles.
Con discreción, sin protagonismos y alejado de los medios de comunicación, y con un español incipiente, apoyó a los obispos y grupos provida para ganar la batalla.
Una CEM apoltronada
El recién llegado nuncio se encontró con un México con pobreza y violencia, situación que no le causó extrañeza por venir de Burundi, Chad y la República Centroafricana, ciudades pobres y azotadas por la violencia extrema de los islamistas, circunstancias que marcaron su pastoral en el país.
Así, comprometido con esa iglesia africana incluso en sus primeros meses en México mantuvo una estrecha relación con sus contactos en esos países para continuar con su apoyo a los pobres.
Al poco tiempo, Coppola reconoció que su presencia en México era un cambio radical en su oficio, porque estaba acostumbrado a tratar con 8 o 9 obispos que trabajaban en los países en donde había permanecido, y aquí el Episcopado lo integran más de 120 obispos.
Tal vez por eso en ocasiones los obispos consideraron que se llegaba a sobrepasar en su mandato diplomático, al referirse al trabajo pastoral de la CEM o por su insistencia a los obispos mexicanos de salir de la zona del confort.
Y es que a los obispos les recordaba continuamente el mensaje papal de la Catedral Metropolitana de febrero del 2016, donde les dijo: “No se sientan príncipes”, y los llamó a tener “la mirada limpia”, a que no se dejasen “corromper por el materialismo trivial”, y a no perder el tiempo “en habladurías e intrigas, en los vacíos planes de hegemonía, en los infecundos clubes de intereses”.
A tan sólo cuatro meses de la visita del papa Francisco a México y de ese mensaje crítico y fuerte a los obispos, es que decidió relevar al nuncio francés Christophe Pierre por un diplomático italiano a quien le aconsejó aprender a tomar tequila.
Franco Coppola a unos meses de estar en el territorio guadalupano fue el responsable de integrar la terna para sustituir al poderoso cardenal Norberto Rivera Carrera, quien estaba al frente de la Arquidiócesis Primada de México, la llamada “la joya de la corona”.
Rivera Carrera fue el último de los integrantes que se retiró del denominado “Club Roma”, grupo del Episcopado que acumuló poder político y eclesiástico, además de contar con muchos amigos empresarios, y que fueron formados por el nuncio Girolamo Prigione y también amigos Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo.
La aceptación de la renuncia del cardenal Rivera Carrera, en tan sólo cinco meses de presentarla al cumplir 75 años —como se establece en el Derecho Canónico—, fue un golpe para los círculos de poder con los que se identificaba el arzobispo primado de México, y que no fueron cercanos a Franco Coppola.
Su participación fue vital en el sucesor de Norberto Rivera, y la responsabilidad cayó en arzobispo de Tlalnepantla Carlos Aguiar Retes, perteneciente a un grupo que siempre se enfrentó al histórico cardenal.
Así, el nuncio italiano que en su estancia en cinco años logró hablar perfectamente el español, con el apoyo del Vaticano, influyó en la designación de casi una tercera parte de arzobispos, obispos y obispos auxiliares que integran el Episcopado, a los que considera se identifican con la actual línea papal, y tendrán la capacidad de coordinar sus trabajos pastorales, y atender la problemática social.
Aunque sus nombramientos no siempre fueron bien recibidos, como ocurrió con la designación de Hilario González, sucesor del obispo rojo y activista de derechos humanos Raúl Vera en Saltillo, cambio sobre el que organizaciones civiles advirtieron que acabaría con la labor pastoral y social de éste.
Y no se equivocaron, en sus primeras declaraciones el obispo Hilario González marcó su distancia con la obra pastoral de su antecesor.
Tinos y desatinos
Los desencuentros entre el gobierno federal y la Santa Sede comenzaron en 2018, cuando el equipo de campaña del actual presidente Andrés Manuel López Obrador anunció un foro por la paz en el mes de octubre, donde participaría Francisco con un mensaje virtual.
La respuesta fue inmediata y la oficina de prensa de la Santa Sede informó: “La noticia de que el Santo Padre participara en esta conferencia no tiene fundamento”.
Otro momento disonante entre la oficina de el Papa y el gobierno mexicano fue la insistente demanda de López Obrador para que el Rey de España y el Papa pidieran perdón por los excesos en la Conquista en México, lo solicitó en dos ocasiones, en 2019 y 2020.
El Vaticano fue cauto en responder. Alessandro Gisotti, director de la Oficina de Prensa señaló: “Por el momento el Vaticano no tiene un pronunciamiento adicional pero, como es sabido, el Santo Padre ya se ha expresado con claridad sobre esa cuestión”. Se refería a un pronunciamiento que realizó ante indígenas en Bolivia en julio de 2015.
Pero un desencuentro permanente, durante estos tres años, ha sido la política migratoria del gobierno federal, criticada por los obispos ante la constante violación de los derechos humanos de las personas migrantes. Sin embargo, estas voces no han sido escuchadas.
El estratega
El pasado mes de junio, en una visita no oficial a México, el secretario de Estado de la Santa Sede, Pietro Parolín, evalúo las relaciones con el Estado Mexicano.
En su estancia, se reunió con el presidente Andrés Manuel López Obrador, y con el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard.
En su mensaje final, el enviado papal fue claro: se requiere de una nueva relación Iglesia-Estado, basada en una laicidad positiva, donde se reconozca el pleno derecho de la libertad religiosa.
Además, conoció de los desencuentros de los obispos con el gobierno federal en temas que le preocupan a Jorge Mario Bergoglio, como la política migratoria y el impulso de su partido Morena a la legalización del aborto.
Pese a esos desencuentros entre el gobierno con los obispos y la Santa Sede, la relación de López Obrador con el nuncio Franco Coppola se mantuvo estrecha. El diplomático fue
reconocido por el Presidente como el interlocutor de la iglesia católica y del papa Francisco, a quien considera “un verdadero cristiano, un defensor de los pobres”.
Las reuniones con el jefe del Ejecutivo y el diplomático, en Palacio Nacional, fueron constantes en los últimos dos años, pero siempre privadas y de bajo perfil.
Su primer encuentro se registró en septiembre del 2018, cuando visitó al presidente electo López Obrador en su casa de campaña. En ese mismo mes, al visitar el presidente a los obispos durante su semana de preparación en la ciudad de
Monterrey, se volvieron a reunir. Oficialmente se vieron nuevamente en la visita de Pietro Parolín, secretario de Estado de la Santa Sede, en el mes de junio.
PUEDES LEER: La Portada | Ocho obispos en la mira del Vaticano
El nuncio Coppola reconoció en entrevista con ejecentral que con López Obrador ha “sostenido un trato de colaboración, en el interés del país en tener al día la legislación”.
“Ha habido –reconoció en exclusiva—, un cambio por lo menos exterior, porque pienso que ningún presidente al inicio de su mandato, antes de iniciar su mandato envió una carta al Papa pidiendo que la iglesia se comprometiera con el gobierno a trabajar por la paz. En México nunca un presidente había pedido oficialmente a la iglesia ayudar en la vida social del país, y en esto el presidente ha sido consiguiente porque ha pedido todas las veces que ha pensado que la iglesia puede dar una mano lo ha pedido y esto nos ha dado la posibilidad de intercambiar opiniones con él”.
›La relación que el diplomático tejió poco a poco, y que se convirtió en cercanía con el presidente, rindió frutos, y el pasado mes de septiembre fue muy significativo para la relación Iglesia-Estado.
El nuncio fue pieza clave en los acontecimientos: el 22 de septiembre, en una visita privada a Palacio Nacional, Coppola entregó al presidente copias de los facsímiles de códices prehispánicos así como reproducciones de los mapas de Tenochtitlán.
Unos días después, en la conferencia mañanera del 27 de septiembre, el arzobispo Rogelio Cabrera López presidente de la CEM dio lectura a una carta enviada por el papa Francisco, con motivo de la consumación de la Independencia. Estos momentos, dijo, sirven para hacer una relectura del pasado y tomar en cuenta “tanto las luces como las sombras” de la historia de México. Y recordó que tanto él como sus antecesores han pedido perdón por los abusos cometidos durante los procesos de evangelización.
Por la noche el cardenal Leonardo Sandri, vicedecano del Consejo Cardenalicio de la Santa Sede, participó en las celebraciones de los festejos de la consumación de la Independencia de México.
Ahí, llamó a la sociedad mexicana a dejar la polarización para “superar cualquier visión ideológica o parcial que motive directa o indirectamente al antagonismo de unos con otros”.
Así, la relación del nuncio con la clase política mexicana, que siempre fue discreta, la entretejió de manera distinta a sus antecesores, y aunque siempre atendió las solicitudes de las reuniones y sostenía encuentros privados con políticos, gobernadores y empresarios, los vínculos cambiaron y lo identificaban más bien cercano a López Obrador.
Por ejemplo, en los festejos del Día del Papa, que organiza anualmente la nunciatura, en los últimos años disminuyeron el número de políticos y empresarios que asistían.
Cimbrar la iglesia
Después de más de cuatro años de mantenerse alejado de los reflectores, en abril de este año visitó la comunidad de Aguililla, Michoacán, azotada por los enfrentamientos entre organizaciones del crimen organizado.
En sus encuentros con los pobladores destacó su apertura a escuchar a los familiares de las víctimas de estos enfrentamientos, y señaló que “a veces las autoridades no pueden o no quieren. La gente se siente sola, nuestra misión es estar cerca, como la Virgen lo hizo con su hijo. La Iglesia debe estar al lado del pueblo, no alejarse nunca”.
En un país en el que hay lugares en donde el Estado está ausente, donde la violencia es una constante y la población se siente abandonada, el trabajo pastoral toma una dimensión de acompañamiento y defensa de los fieles.
Es por eso que Coppola se propuso visitar a otras comunidades con estas características de inseguridad, era una labor que apenas comenzaba y que ahora deja pendiente.
Así como influyó en la designación de casi una tercera parte de arzobispos, obispos y obispos auxiliares que dieron un nuevo rostro a la jerarquía eclesial, y se hizo presente en el epicentro de la violencia, otra forma de sacudir a la Iglesia fue iniciar la lucha en México contra los abusos sexuales.
El nuncio Franco Coppola se comprometió desde su llegada a México a dar una batalla en contra de los abusos sexuales de sacerdotes a menores, y del encubrimiento de los obispos a éstos, aplicar la “tolerancia cero”.
Impulsó la labor que realiza el Equipo de Protección a Menores de la CEM, y ha participado en todas las reuniones que ha tenido este grupo.
En 20219 abrió el teléfono y correo de la nunciatura para recibir las denuncias de las víctimas, con algunas de ellas se ha reunido y ha dado seguimiento personal a los casos.
Aunque no todas tienen una opinión favorable de esos encuentros, Ana Lucía Salazar, quien denunció en mayo del 2019 al legionario Fernando Martínez por haber abusado de ella cuando era niña, asegura que en su plática el nuncio le dijo:
“En los años 50s cuando él leía a Nietzche y otros filósofos, el sexo con los niños era considerado algo natural y normal, incluso un deleite, pero luego se descubrió que es malo y que independientemente de lo que sea los sacerdotes no deben tener sexo con nadie”.
En la entrevista con ejecentral, el nuncio reveló que en los últimos años se denunció por abuso sexual a 328 sacerdotes, de los cuales 134 fueron encontrados culpables seriales y dimitidos del sacerdocio.
De 119 curas está en curso su proceso y 15 fueron encontrados inocentes. Además de que se investiga a ocho obispos por encubrimiento.
Esa batalla no fue una tarea fácil, y apenas quedó en el arranque, pero así fue como, calladamente, Franco Coppola cimbró las entrañas de la iglesia católica mexicana.