En promedio en México, cada hora, 21 personas confirman que tienen cáncer y, cada día, otras 230 mueren a causa de esta enfermedad. Pero esto es sólo el principio. Únicamente 14 estados del país cuentan con la infraestructura necesaria para tratar integralmente el cáncer, pero incluso ellos tienen limitaciones importantes.
La situación en materia de salud es crítica en el país, pero no importa qué padecimiento se tenga o qué servicio de urgencia se requiera, acceder a un hospital público no es sencillo, porque no alcanzan. Por ejemplo, la Ciudad de México tiene el promedio más bajo de centros de salud en relación al número de habitantes, y en Nayarit las camas de hospitalización no alcanzan en instituciones privadas.
Pero el diagnóstico de México no se limita a la infraestructura de los servicios públicos. La diabetes es un problema muy grave en todo el territorio, Puebla es la entidad en donde el índice de nuevos casos de este padecimiento es el más bajo del país, pero, aún así, duplica el promedio mundial. Y si hablamos de obesidad, que también es un padecimiento serio, es Quintana Roo la entidad que reporta la mayor prevalencia de pacientes con algún grado poco sano de grasa, con 533 por cada 100 mil habitantes, y tampoco cuenta con la infraestructura para tratarla.
A principios de este año, el gobierno federal reconoció que existía un enorme déficit en el personal de salud. La cifra necesaria para arrancar el Instituto de Salud para el Bienestar (INSABI) era de 200 mil médicos y 300 mil elementos de enfermería que serían contratados a través del programa “Médicos del Bienestar”, y cuya convocatoria se aceleró debido a la pandemia. Sin embargo, el número de profesionales adheridos a este plan hasta la fecha, no cubre ni el 10% del número inicial requerido.
Es así que, México ya estaba en una posición vulnerable de salud antes de la irrupción de Covid-19, pero la pandemia desnudó un sistema sanitario endeble, sin recursos económicos, carente de infraestructura y personal, que ya cargaba con una población enferma, desatendida, y en muchos casos, olvidada.
Todos estos padecimientos y muchos más, que ya existían entre la población, ante la carencia de personal e infraestructura, fueron desplazados y su atención se redujo a lo mínimo, ante el despliegue de recursos que se hizo para atender el nuevo coronavirus.
Esto se muestra ante la inusual baja en el registro de enfermedades de atención primaria o no graves que demuestra el impacto de la pandemia en los niveles más básicos de cuidado a la población, así como el abandono que otras áreas de la medicina sufren en esta crisis sanitaria.
Además, el alza en los indicadores de mortalidad en áreas de control de la sanidad pública demuestra como el sistema de salud nacional no sólo no estaba preparado, sino que ya tenía una carga importante de deficiencias que hicieron imposible la atención oportuna de estas condiciones a pesar de la pandemia.
A partir de una decena de bases de datos oficiales y el cruce de toda la información, ejecentral elaboró el mapa inédito, que muestra un México que enfermó mucho antes de la pandemia, en el que la desigualdad en busca de la atención médica se revela en las cifras de cada padecimiento, y cuya geografía demuestra un territorio que no estaba preparado para afrontar la mayor crisis sanitaria de los últimos 100 años.
14 estados del país tienen infraestructura necesaria para tratar integralmente el cáncer, aunque con limitaciones importantes.
El negocio negro de las radiaciones
Cuando a Josefina le detectaron cáncer de mama, la especificaron que, después de la radiación, tendría que someterse a terapias por al menos una quincena. El primer nivel de atención, que incluía la operación para remover el tumor maligno se realizó sin contratiempos en el hospital La Raza del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).
La pesadilla comenzó cuando, tras una breve recuperación quirúrgica, Josefina fue enviada a la unidad de radioterapia del Centro Médico Siglo XXI. El director de la unidad le notificó que no había lugar para ella, y que tenía que desplazarse hasta un hospital privado en Pachuca para recibir este servicio.
›Ante la negativa, el entonces director de esa unidad le comentó que podían llegar a un acuerdo, y que si no le creía podía preguntar a las otras pacientes de la sala de espera cómo habían conseguido un lugar allí. Fue entonces que Josefina se enteró, de boca de otras mujeres en tratamiento, que el costo por una ficha rondaba entre los 30 y 35 mil pesos; también conoció a personas que venían desde Quintana Roo para recibir la terapia porque no había disponibilidad cerca de ellas.
Esta situación no es poco usual, de hecho, es tan frecuente que en las calles aledañas al Centro Médico Siglo XXI existen diversas casas que dan hospedaje y comida, por un costo muy accesible, a pacientes que vienen a tratarse a la unidad de radioterapia del hospital, porque no encontraron atención en sus estados.
De hecho, el último dato del Sistema de Información de la Secretaría de Salud señala que en el país sólo existen 78 unidades de radioterapia, de las cuales, apenas 3 de cada 10 (el 33.3%) se concentran en la Ciudad de México y Nuevo León, el resto se distribuye en otros 12 estados en una proporción de entre seis hasta sólo dos equipos por entidad.
Esta disparidad se refleja en la atención que los pacientes con cáncer, segunda causa de muerte en el país, reciben en estados sin este tipo de servicio. Por ejemplo, Colima es la entidad con la mayor incidencia de tumores malignos de mama con 46.7 por cada 100 mil habitantes; sin embargo, en esta localidad sólo cuentan con nueve mastógrafos y ninguna unidad de radioterapia.
La Sociedad Mexicana de Oncología, así como diversos comunicados de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) distinguen que los elevados índices de mortalidad por cáncer en el país se deben al tiempo que toma una persona en recibir un diagnóstico certero, especialmente por la falta de equipo para este proceso, y que seis de cada 10 de los nuevos casos de tumores malignos se detectan en etapas críticas o muy avanzadas.
52 mil 563 dosis menos de la vacuna triple viral antisarampionosa se aplicaron en la CDMX, que difiere de la cantidad de infantes que deberían recibir alguna de las dos dosis que les correspondían ese año.
El norte poco saludable
En Baja California 375 personas de cada 100 mil fueron diagnosticadas con diabetes tipo II durante este año, el promedio más alto de todo el país. En contraste, Puebla es la entidad con la menor incidencia en nuevos casos de este padecimiento al reportar 114, casi el doble a la media mundial de 60 pacientes detectados en 2020.
La incidencia de diabetes tipo II, enfermedad metabólica que no es hereditaria, y que no tiene causas genéticas como la I, es más alta en los estados del norte, región en donde se tiene un mayor acceso a alimentos procesados con altos niveles calóricos. De hecho, después de Baja California, las entidades con una mayor carga en este rubro son Tamaulipas y Chihuahua con 339.8 y 301.7 casos nuevos por cada 100 mil habitantes; es decir, cinco veces más que la media mundial.
El resto de los estados de la frontera se ubican en posiciones predominantes de incidencia por diabetes tipo II entre sus habitantes, además, estas entidades destacan también en la prevalencia de obesidad, en donde, a pesar de no estar en los primeros sitios, si ocupan 5 de los 10 primeros lugares a nivel nacional.
En relación al acceso a centros de salud por el tamaño de su población, tres de los seis estados que conforman la frontera norte están por debajo del puesto 25. Baja California, que registra los niveles de incidencia más altos en una de las principales enfermedades crónicas del país, ocupa en penúltimo lugar con un promedio de 8.09 unidades médicas por cada 100 mil habitantes; esto significa que cada unidad necesita atender a 12 mil 363 habitantes cada año.
En el lado opuesto, y no sólo del territorio, Chiapas es la entidad con el índice de obesidad más bajo a nivel nacional y con uno de los menores en diabetes tipo II. Pero además tiene un gran número de espacios para la atención de la salud. Cuenta con 31.25 unidades médicas por cada 100 mil habitantes, lo que se traduce en mil 791 a lo largo de su territorio. Sin embargo, cuando se analiza la disponibilidad de equipo especializado como resonadores magnéticos, tomógrafos o unidades de radioterapia, el estado ocupa los últimos lugares, el número 22 en todo el país.
Querétaro, con 11 elementos, es el estado con la menor cantidad de equipo médico especializado dentro del sector público, y además sólo cuenta con aparatos para estudios de imagen como mastógrafos, cámaras gamma y tomógrafos, por lo que los pacientes con algún tipo de cáncer que requiera radiación deberán solicitar su tratamiento en otro estado.
El contagio extendido de una enfermedad prevenible por vacunación siempre es un indicador negativo del estado y avance del panorama de salud de un país. En el caso de México este escenario se vivió poco después de la irrupción del nuevo coronavirus.
La trampa de las enfermedades que “desaparecen”
De los miles padecimientos que existen, y que pueden afectar a los habitantes de una región, algunas se destacan por su importancia dentro de la sanidad pública, por lo que se lleva un monitoreo específico para, a través de ellas, conocer, tanto el estado de bienestar de la población, como las áreas de oportunidad de los sistemas de salubridad.
›En México, estas enfermedades se monitorean a través de la Dirección General de Epidemiología (DGE) de la Secretaría de Salud, cuya vigilancia no se limita a padecimientos contagiosos, sino que se expande a otros que sirven para diagnosticar el estado de bienestar en el país, y que se dan a conocer semanalmente en un boletín de alerta.
Se trata de los casos de rubeola, fiebre tifoidea, dengue, peste, rabia, anorexia, e incluso violencia intrafamiliar, aunque no es un enfermedad, entre otro centenar.
Al examinar la evolución de las 129 enfermedades y fenómenos contenidos en el boletín durante este año, el 89.9% tuvo algún grado de disminución en el registro semanal, sin que esto signifique una mejora en el panorama de salud nacional, y por el contrario, puede representar un subregistro importante de personas que se dejaron de atender a causa de la pandemia.
Javier Baquedano, médico general con una especialidad en geografía de la salud, destacó en entrevista con ejecentral que el bajo registro de enfermedades de atención básica no corresponde a una disminución real de estos padecimientos, especialmente porque se trata de cifras que no se sustentan en ningún programa especifico, y que se reportaron durante una crisis que supuso el encaminamiento de todos los recursos de los sistemas públicos a un solo flanco, el del Covid-19.
El especialista también detalla que, para poder medir el desarrollo de cualquier estrategia pública en materia de salud, es importante observar los indicadores de variación de enfermedades o condiciones claves como los padecimientos crónicos en su etapa crítica, las muertes maternas e infantiles, los brotes epidémicos prevenibles con vacunación, y aquellos padecimientos poco comunes o de interés regional.
De manera paralela, es importante prestar atención a las enfermedades que, debido a la pandemia, tuvieron un subregistro durante este año, pero que pueden tener complicaciones para las que los servicios de salud no estén preparados ya que no fueron contempladas en sus primeros inicios, por lo que, llegarán al sistema una vez que muestren signos o síntomas más avanzados.
Esto significa que, una vez que la pandemia disminuya en su nivel de contagio, se vivirá un estado de emergencia para atender las enfermedades graves que padece la población.
El alto riesgo de ser madre
Para Javier Baquedano el contagio extendido de una enfermedad prevenible por vacunación siempre es un indicador negativo del estado y avance del panorama de salud de un país. En el caso de México este escenario se vivió poco después de la irrupción del nuevo coronavirus, cuando en la capital del país se desencadenó un brote de sarampión.
Mientras el resto de las enfermedades exantemáticas registraron una reducción de casos durante 2020, a pesar de las disminuciones considerables en los esquemas de vacunación de todos los estados, el sarampión encendió las alertas en 4 entidades del país, aunque la Ciudad de México llevó la peor parte del brote con el 73.4% de los casos totales.
En contraste, en 2019 se aplicaron 52 mil 563 dosis menos de la vacuna triple viral antisarampionosa en la Ciudad de México; esta cifra difiere de la cantidad de infantes que deberían recibir alguna de las dos dosis que les correspondían ese año, ya que, sólo durante 2018 en la capital nacieron más de 100 mil niños, por lo que el margen para la segunda aplicación se reduce a 24 mil inmunizaciones.
Otro de los indicadores relacionados ampliamente con la salud pública es el número de muertes maternas reportadas. En México, los fallecimientos de este tipo reportaron un aumento de 33.9% durante 2020, y aunque las causas típicas, como las hemorragias y enfermedades hipertensivas se mantienen en proporciones similares a las de otros años, en esta ocasión el primer motivo de deceso entre esta población es el nuevo coronavirus.
De las 819 muertes maternas ocurridas hasta la última semana de noviembre, el 21.1% tuvieron como causa directa al nuevo coronavirus, mientras que en otro 5.6% se tiene a esta enfermedad como sospechosa principal de la defunción. En cuanto al impacto por entidad, el estado de México ocupa el primer lugar con 103 decesos, de los cuales casi la mitad, el 48.5%, ocurrieron en alguna institución de la Secretaría de Salud.
Pero existen otros factores a considerar dentro de la salud pública como son el grado de desnutrición de las poblaciones, el acceso a camas de hospital y el desarrollo de enfermedades silenciosas como la depresión o la hipertensión; es por ello que, para lograr una población más saludable, los servicios médicos a lo largo del país deberán hacer una revisión profunda para subsanar las enormes carencias actuales.
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