La Portada | México, paraíso para los pedófilos
A pesar de las denuncias que han hecho padres de niñas y niños afectados por el uso de su imagen en el mercado de la pedofilia, las autoridades y la plataforma digital no los atienden; son ellos o las organizaciones civiles quienes han descubierto cómo operan y siguen creciendo, y ya utilizan a pequeños de un año y participan hasta sus familiares. Estas son las historias que descubrió ejecentral
Facebook, la red social más importante del mundo, es también el canal de distribución más grande de pornografía infantil. En México, el problema es muy grave.
Nuestro país se ha convertido en el principal productor de este tipo de material que se intercambia abiertamente a través de mensajes, en grupos públicos y privados que abundan en esta red. Las autoridades federales y estatales lo permiten.
Los mensajes que solicitan videos o fotografías íntimas de menores de edad se cuentan por miles dentro de grupos que operan con la seguridad que les da, tanto el anonimato, como las débiles políticas de investigación de Facebook, que de manera intencional ha puesto el primer filtro de verificación en mecanismos automatizados que son fáciles de evadir.
Datos del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas revelan que más de la mitad de la pornografía infantil del mundo se produce en México, mientras que cifras oficiales apuntan a que el 67% de los responsables de este tipo de abuso son personas del círculo más cercano a las víctimas, lo que dificulta la denuncia.
Colectivos y organizaciones por la infancia han denunciado el incremento de ese tipo de delitos en los medios digitales; sin embargo poco se ha logrado mejorar en los últimos años, especialmente por la falta de mecanismos de ciberseguridad más efectivos y autoridades capacitadas y con la tecnología suficiente para atender este tipo de ilícitos.
Además, expertos en seguridad advierten que los medios digitales son el primer contacto que estos criminales tienen para ganar la confianza de los menores de edad, a quienes luego pueden extorsionar por el material que les confiaron o bien, atraerlos a redes de trata y explotación sexual.
La falta de acciones concretas para lograr un espacio digital seguro, algo que cobra mayor relevancia en el contexto de la pandemia y el tiempo que los menores pasan en internet, ha dejado sin protección a miles de niños, niñas y adolescentes que podrían ser víctimas de estos delitos.
Pero las acciones para mantener a salvo a los menores de edad no son sencillas e involucran a toda la sociedad.
Estas son algunas historias sobre cómo operan estas redes que están creciendo y cómo gozan de impunidad gracias a las nuevas tecnologías, la omisión de Facebook y las policías del país, sin capacidad para actuar.
16% aumentó la incidencia del delito de pornografía infantil en 2020
Mamá descubrió toda una red de pornografía infantil
Montserrat quedó horrorizada cuando su hermana le envió la liga de una publicación de Facebook en donde se podían leer todo tipo de comentarios denigrantes y de carácter sexual junto a un par de fotos del último cumpleaños de su hija, quien había pedido una fiesta de princesas para celebrar esta ocasión junto a sus amigas, que también aparecían en las imágenes.
La sorpresa inicial se transformó rápidamente en rabia y asco, después llegó una sensación de ansiedad e incluso miedo, porque Montse no tenía idea de cómo llegaron las fotos de su hija a un grupo de pedófilos en Facebook.
“Cada comentario que leía era peor que el anterior, era increíble que esas palabras estuvieran ahí, para que cualquiera las pudiera leer como si fuera algo normal o sano. No podía creer la cantidad de likes y “me encorazona” que tenían algunos de estos mensajes, y lo peor era ver que venían de perfiles de gente con pequeños en su familia”, detalló Montse, quien pidió cambiar su nombre para esta entrevista con ejecentral.
Esta joven buscó de inmediato la forma de reportar la foto para que fuera dada de baja en Facebook, pidió a contactos cercanos que denunciaran el contenido y guardó todo tipo de capturas que pudieran servir de prueba para encontrar al responsable. Sin embargo, la primera revisión de Facebook encontró que la foto no infringía ninguna de las políticas de uso, por lo que no podía retirarla.
“Sentí que ni se habían tomado el tiempo para revisar los comentarios, que sólo vieron la foto y decidieron que como era algo ‘normal’ no debían bajarla, pero no tomaron en cuenta el grupo en el que estaba publicada, ni para qué utilizaban las fotos de los niños que se robaban de otros perfiles”, recordó Montse.
Al intentar eliminar las fotos de su hija, encontró en ese grupo las de otras fiestas infantiles que se habían celebrado en el mismo salón que ella había contratado, por lo que de inmediato buscó entre los usuarios una conexión, y halló el perfil con el nombre de “Arge Espinosa”, la supuesta novia del fotógrafo que trabajaba en ese lugar.
En un impulso decidió crear un perfil falso para contactar a este persona y preguntarle por el material que ofrecía en el grupo.
La respuesta fue casi inmediata, por 150 pesos “Arge” le podía entregar fotos de niños en disfraces de forma totalmente segura y sin problemas, aunque si quería algo más explícito el precio podría subir.
Al profundizar más sobre la seguridad de las fotos, “Arge” le contestó: “yo hago concursos donde las propias mamás me envían las fotos de sus niños, me gano su confianza y así puedo hacer uso de ellos. Tú no te preocupes”.
Montse fue al salón de eventos en donde celebró el cumpleaños de su hija, con las pruebas, pero los encargados negaron que esa persona todavía trabajara ahí, e incluso le dijeron que ya habían cambiado de fotógrafo desde hace varios meses, y que no tenían los datos para contactarlo, ya que era algo ocasional.
“Pensé que lo estaban encubriendo o que no querían problemas de ese tipo, pero no quisieron ayudarme, al igual que las personas que me atendieron en la supuesta policía cibernética, quienes me dijeron que la foto no era pornografía y que los comentarios no son un delito, que mejor tuviera cuidado en donde compartía las imágenes de mi hija”.
Así, ni Facebook ni la supuesta policía especializada atendieron las denuncias y súplicas de una madre que, sola, había descubierto una pequeña red de pedofilia.
Claves de la pornografía infantil
Pocos días después, el perfil de “Arge” desapareció de Facebook, pero el grupo en el que publicaron las fotos de la hija de Montse todavía hoy sigue activo y con más de 16 mil usuarios suscritos.
Los múltiples reportes que se han hecho para que sea dado de bajo no surten efecto, a pesar de la clara descripción de su contenido.
Estos grupos han alentado la salida de adultos que se identifican como MAPs (personas atraídas por menores, por sus siglas en inglés), y quienes aseguran que la pedofilia es una orientación sexual válida, e incluso han elaborado su propia bandera de orgullo con el fin de ser reconocidos.
Belén Cabrera, psicóloga y terapeuta sexual, explicó en entrevista con ejecentral que este tipo de comportamientos no pueden ser reconocidos como una orientación válida, especialmente porque dañan el sano desarrollo físico y emocional de los menores de edad, quienes no están preparados para este tipo de relaciones.
La experta también sostuvo que argumentar la pedofilia como un derecho de preferencias es ignorar las garantías más básicas de los menores de edad, por lo que se trata de una filia sexual que debe atenderse de manera profesional.
Girls Kitty.Cuttie, el grupo en donde publicaron las fotos de la hija de Montse, se autodescribe como una asociación MAPs en la que, según su propia reseña, se comparten “fotos de niñas entre cinco y 12 años”. Pero este no es un caso aislado. En Facebook se pueden encontrar decenas de páginas similares.
Además, existe todo un lenguaje codificado para que los delincuentes que solicitan este material no puedan ser detectados por los mecanismos de seguridad automática de Facebook.
Por ejemplo, el término “caldo de pollo”, cuyas siglas son las mismas que child porn (pornografía infantil en inglés) se utiliza para indicar que se tienen o solicitan fotos y videos de este tipo.
La deep web fue, hasta hace unos años, el lugar predilecto para que los pedófilos pudieran intercambiar material de este tipo, pero el surgimiento de enormes redes sociales incapaces de automonitorearse; así como la creación de servicios de mensajería encriptados, permitió que la pornografía infantil se comercializara más fácilmente.
Christopher Wray, director del Buró Federal de Investigaciones (FBI) de Estados Unidos, advirtió hace poco que la decisión de encriptar las conversaciones en diversos servicios de mensajería, entre los que se incluye Facebook, ha permitido un campo abierto para el intercambio de pornografía infantil, ya que limita las opciones de supervisión dentro de estas redes sociales.
De hecho, gran parte de los grupos pedófilos en Facebook sirven como puntos de conexión para personas que intercambian este tipo de material; es decir, no publican fotos o videos explícitas pero permiten enviar mensajes para que los interesados puedan contactar de manera privada a través de servicios encriptados, lo que dificulta su rastreo.
Muchos de los usuarios de estos grupos también comparten fotografías o videos de menores en situaciones cotidianas como cumpleaños, vacaciones u otro tipo de celebraciones que se utilizan para alteraciones digitales o que simplemente se llenan de comentarios sexualizados.
La deep web fue, hasta hace unos años, el lugar predilecto para que los pedófilos pudieran intercambiar material de este tipo, pero el surgimiento de enormes redes sociales incapaces de automonitorearse; así como la creación de servicios de mensajería encriptados, permitió que la pornografía infantil se comercia-lizara con mayor facilidad.
El gran engaño
Existen grupos más privados en los que sí se comparte material explícito entre las publicaciones, pero los usuarios deben entregar material de pornografía infantil a los administradores como una especie de prueba de lealtad que sirve para filtrar a quienes tratan de denunciar estos actos.
Hay otros grupos que van más allá. Por ejemplo, las imágenes o videos que piden para ingresar deben ser de un familiar o menor cercano al interesado, quien intercambia este contenido con otros que pasaron por la misma prueba en la red y que están atados por el material que entregaron.
Pero la mayor cantidad de material de pornografía infantil es entregada por los propios niños, quienes tras ser manipulados con engaños o chantajes acceden a tomar fotos o videos que comparten con los agresores, quienes fingen ser personas de la misma edad o promotores de concursos.
La mamá de Dalia, una pequeña de siete años y cuyo nombre ha sido cambiado por seguridad, explicó en entrevista para este periódico que su hija entró a un supuesto concurso para conocer a la protagonista de la telenovela juvenil Soy Luna.
En la página les pedían ciertos retos, y un día le llegó un mensaje privado a la menor en la que le aseguraban que estaba muy cerca de ganar.
Dalia, emocionada, siguió las primeras instrucciones, en las que comprobaron que la pequeña no tenía supervisión completa. Los retos fueron escalando hasta que le pidieron fotos en ropa interior para “verse como modelo”, la niña las envió, pero no se sentía bien, por lo que le comentó a su mamá.
Cuando la mamá de Dalia intentó ponerse en contacto con esta supuesta página ya había sido bloqueada, por lo que fue imposible recuperar las fotos de su hija, y aunque interpuso una denuncia ante la policía cibernética, no han tenido avances sobre su caso.
La mayoría de estas fotos o videos se venden más tarde a través de canales encriptados y fáciles de desaparecer, como chats de Whatsapp, Telegram o Signal, en donde también existen grupos con miles de usuarios dedicados a promover y distribuir este material.
Colectivas feministas y organizaciones especializadas en derechos de la infancia advierten que reportar estos grupos para que sean dados de baja es perjudicial, no sólo porque vuelven a estar en línea muy pronto, ya que cuentan con respaldos de todo el contenido, sino que permiten a los agresores desaparecer y crear nuevos perfiles que dificultan su localización.
El silencio
La pornografía infantil y el abuso a menores de edad es uno de los delitos con mayor impunidad en México.
Cifras de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico señalan que el país ocupa el primer lugar en este tipo de crimen con más de cinco millones de casos al año.
México también ostenta el segundo lugar entre los destinos de turismo sexual en menores de edad.
Según estimaciones presentadas por la senadora Josefina Vázquez Mota, presidenta de la Comisión de niñas, niños y adolescentes, está por ocupar el primer lugar entre bebés menores de un año.
Datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP) revelan que la incidencia del delito de pornografía infantil aumentó 16% durante el año pasado, lo que coloca a México en el noveno lugar mundial en el tráfico y almacenamiento de este tipo de material, tan sólo en 2020.
José Pablo Balandra, subdirector de incidencia de la asociación civil Reinserta, explicó en entrevista para ejecentral que el “silencio es uno de los principales pilares de este tipo de delitos, especialmente porque el victimario casi siempre se encuentra en el círculo cercano”.
El especialista también detalló que dentro “las redes sociales, con toda la libertad que hay de acción, existen grupos donde efectivamente se puede compartir o solicitar este tipo de material, sin que se cumpla el estado de derecho, hay un altísimo nivel de impunidad que es lo que nos preocupa”.
Datos de diversos colectivos de acceso a la justicia estiman que por cada 100 casos de abuso sexual infantil que se denuncian en México, sólo 1% obtiene justicia, lo que hace que los menores afectados duden de seguir con el proceso, especialmente por las condiciones de revictimización a las que son sometidos junto a su familia.
Balandra explicó que la mayoría de las policías estatales, así como la Guardia Nacional, cuentan con unidades de inteligencia cibernética “donde pueden detectar este y muchos otros delitos”, pero el costo y la dificultad para operar en los escenarios digitales, así como el altísimo número de usuarios que piden este material hace que sea casi imposible de rastrear o atender.
Para el experto, las redes sociales se han convertido en un espacio de oportunidad para que los grupos delictivos se acerquen a los menores con diferentes intenciones, algo que se incrementa ante “una autoridad relajada, que no logra implementar mecanismos efectivos para prevenir estos delitos y disminuir el campo de acción de los criminales”.