Enfermarse en México es prácticamente un lujo, dado que el costo de los servicios privados sigue en aumento. Nada se salva, desde los estudios de laboratorio, pasando por la consulta especializada y terminando con una operación o, peor aún, el uso de terapia intensiva o el uso de equipo especializado.
Y lo peor: los seguros de gastos médicos no resuelven este encarecimiento. A pesar de un crecimiento de casi 60 % en la demanda de seguros de gastos médicos en la última década, este producto sólo cubre al 9.9 % de la población del país, revelan las cifras de la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros (Amis). Es decir, no todos pueden pagar un beneficio de este tipo, pero también existe la parte de los que sí pueden, pero no consideran en sus planes adquirir uno porque lo ven como un gasto innecesario.
La pandemia fue un detonador en la compra de este tipo de productos que amparan ante una hospitalización o una enfermedad súbita, aunque dependiendo del tipo que se contrate es el precio, el que puede ir desde lo más sencillo por casi dos mil pesos al mes por una sola persona, hasta cifras de cinco dígitos, dependiendo del género, el rango de edad y de los servicios que incluya.
Según la Encuesta Nacional de Empleo (ENOE) que elabora el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en México cerca de 20.7 millones de trabajadores perciben un salario mínimo o menos, lo que significa que de entrada ese número no podría acceder a un servicio privado de este tipo.
Según los expertos de finanzas personales, de los ingresos familiares no se debe sobrepasar el 10 % en la adquisición de un seguro de gastos médicos, por lo que este parámetro deja fuera al 90 % de la población mexicana.
Por ejemplo, el Simulador de Gastos Médicos de la Condusef muestra varias opciones, tanto individuales como familiares, entre lo que destaca que una familia de cuatro miembros, en el rubro más básico de la atención médica, que es ayuda por maternidad y padecimientos congénitos que va desde los 67 mil 290 pesos, a los 185 mil 201 pesos anuales, que incluye además tratamientos dentales y extensión de cobertura por muerte del titular, considerando que básicamente son el mismo parámetro que tiene el Seguro Social, a excepción de la parte dental, por lo que los costos se vuelven impagables y poco atractivos para un mexicano promedio.
Un salario mínimo anual es de 74 mil 678 pesos, por lo que el seguro es el equivalente al 90.1 % de ese ingreso, además, sí se llega a usar, hay que pagar un deducible del 10 %, más un coaseguro, una suma que depende del monto que se gastó, por lo que prácticamente se diluye todo ese ingreso de la persona.
Y a pesar de poder pagar un producto de esta índole, no significa que se tendrá el acceso a los servicios que uno podría necesitar, algunos testimonios delatan un viacrucis en el uso o en el reembolso del dinero que han hecho los derechohabientes, por lo que un bien para subsanar un mal podría no funcionar y dejar peor a los usuarios. Información de la Condusef revela que, en materia de seguros, de las 66 mil reclamaciones que se recibieron en el último año, el 47 % están relacionadas con un incumplimiento del contrato, exceso de tiempo para el pago de la indemnización, o el monto de ésta, lo que daña el patrimonio de los hogares.
Y si se considera que la atención médica en algún hospital privado como el Ángeles, el ABC o Español, sin un seguro es casi imposible sufragar ese gasto para más del 95 % de las familias mexicanas. Sólo una noche en terapia intensiva puede costar de los 40 mil a los 80 mil pesos, por lo que se convierte en una fortuna si se considera que estar en dicha situación conlleva varios días estar hospitalizado por lo que la factura crece al mismo tiempo dando sumas de más de medio millón de pesos e incluso sobrepasando el millón de pesos.
Cultura y bajos ingresos
Según la directora general de la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros (AMIS), Norma Alicia Rosas Rodríguez, el principal obstáculo para que la gente compre protección para gastos médicos, “es porque no le entienden a la cobertura o no lo creen necesitarlo; sin duda alguna, también tiene que ver con el costo”.
Reconoció que las familias primero se van a preocupar por cubrir las necesidades básicas, las más relevantes antes que de un producto financiero de esta índole; sin embargo, insistió que es importante que incluyan un porcentaje de su ingreso para evitar riesgos financieros muchos más altos, pero siempre y cuando quieran atenderse en un servicio privado.
Para Uriel López, asesor de seguros, pagar un producto de esta índole puede considerarse costoso, pero sí no tienes ninguna prestación social, esta podría ser la mejor opción de estar protegido.
“Hay personas que tienen la capacidad de comprar un seguro de gastos médicos mayores, pero prefieren ahorrar ese dinero para irse a la playa o de vacaciones, no tienen la cultura de que algo pueda salir mal en su salud y quedar desprotegidos”, señala el ejecutivo.
Gilda Olivares, agente de seguros asegura que “las personas piensan que nunca van a enfermar e incluso morir, eligen invertir en cosas tangibles como un carro o una pantalla; es más, prefieren pagar un seguro para el auto, ya que un accidente significaría la pérdida del patrimonio, pero no para la salud.
Olivares señala que, en la mayoría de los casos, las personas que compran una protección para la salud es porque va dirigido para uno de sus dependientes o familiares, no para ellos mismos, ya que consideran que “sí yo me enfermo, ya me las veré como me las arreglo”, tratando de desembolsar la menor cantidad de dinero para este tipo de servicios para sí mismos, pero a la vez protegiendo de una posible enfermedad que pueda ser más costosa en su ser querido.
Además, coinciden que otro de los obstáculos a los que se enfrentan para que la gente adquiera un seguro de gastos médicos es la mala reputación que tienen las aseguradoras, señalan las letras chiquitas en los contratos, ya que refieren que las personas buscan este tipo de productos para enfrentar ciertas enfermedades, pero que no se encuentran dentro de lo que cubren, o hay restricciones, además de un periodo de espera que pude ir incluso a varios años para que se integre alguna enfermedad y se pueda otorgar el servicio, por lo que mejor optan por instituciones de salud pública de manera reactiva, es decir, cuando la enfermedad se manifiesta o un accidente sucede.
Mujeres, un costo mayor
Para los hospitales y por consecuencia para las aseguradoras, las mujeres tienen más padecimientos en la etapa productiva, que significa un mayor gasto en los servicios de atención médica para ellas, lo que se refleja en las primas de seguro, que son de hasta 16 % más costosas que las de un hombre en la edad de 20 años.
Esa brecha aumenta hasta en un 38 % a los 30 años, una situación fuera de cualquier equidad, ya que a esto se debe adicionar que las féminas tienen salarios más bajos en promedio que los masculinos.
Según la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) 2022, las mujeres tienen un ingreso inferior en promedio de 34.8 %; si sumamos dos diferencias en el costo de un seguro de gastos médicos y sus percepciones, se encuentra que la brecha para el acceso a la salud privada es de hasta un 50 % más caro para ellas que para los hombres del país.
Lo anterior se convierte en una injusticia mayor si consideramos que las mujeres tienen mayores padecimientos (según las estadísticas); entonces una mayor penetración con base en precios más asequibles podría dar menores precios y una más grande demanda que por sí sola sostendría el uso de este producto financiero que otorgan las aseguradoras.
A pesar de la brecha de ingresos, las mujeres cuentan con el 47 % de las primas de seguros de gastos médicos mayores, contra el 53 % de los hombres.
Un viacrucis
Adela, así la llamaremos para proteger su identidad, relata a ejecentral su viacrucis por una enfermedad que no sabía que ella tenía, y hasta el momento no sabe que tiene, ya que se le extrajo un tipo de tumor que fue enviado a patología de uno de los hospitales más prestigiosos del país, pero que perdieron y no pudieron hacer la biopsia, y los encargados del nosocomio no quisieron hacerse responsables, mientras que por el otro lado el seguro no quería hacerse cargo de los gastos generados al considerar que no había un elemento que cubrir.
La joven cuenta que sus familiares, amigos y conocidos con un bombardeo en redes sociales sobre el caso fueron parte fundamental para que el hospital y la aseguradora cedieran y reconocieran su ventajosa decisión; al final, tras meses de pelea. Fue indemnizada por la presión social y legal ejercida, y no porque los responsables hubieran reconocido que estaban actuando asimétricamente contra un usuario.
Explica que, aunque se obtuvo la razón, de no haber logrado que reconocieran su falta, habría perdió sus ahorros, además de quedarse con una deuda al pedir un préstamo para solventar los gastos hospitalarios creyendo que se le reembolsarían. Hoy continúa en tratamiento en el sistema público de salud y las probabilidades de sobrevivir son impredecibles.
En los informes de la Condusef, los reembolsos son un dolor de cabeza para muchos usuarios, ya que se observa que esta práctica es aprovechada por los servidores privados para imponer trabas en la devolución de esos recursos. La directora de la AMIS menciona que la mala praxis es menor y que debe ser evidenciada mediante los canales pertinentes a las autoridades que pueden sancionarlos, pero su asociación debería tener en la mira a este tipo de actividades que alejan a nuevos prospectos y penalizarlas.
Mexicanos, reactivos ante la salud
La directora de la AMIS relata que las personas al verse en una situación de enfermedad o de accidente en el que se pone en riesgo la integridad física y la salud, buscan adquirir una protección para sufragar los gastos que se derivan; sin embargo, explica: “Es como querer comprar un seguro de auto cuando ya sucedió el accidente, ya no se puede”.
La precarización del acceso a la salud ha llevado a que millones de mexicanos busquen opciones económicas de manera reactiva, es decir, que las buscan sólo cuando se enfrentan a un problema médico o de salud y han encontrado en las farmacias de barrio y en sus consultorios adyacentes al perfecto aliado para hacer frente a esas situaciones cuando son afecciones simples y que no está en riesgo la vida misma, dejando incluso a un lado a los servicios de salud pública.
Pese a que la mayoría de los mexicanos no tienen los recursos para sufragar servicios médicos privados por considerarlos costosos, según la ENIGH 2022 los hogares mexicanos gastaron en promedio en servicios y cuidados de la salud mil 345 pesos, en 2022, lo que representa 0.6 % del Producto Interno Bruto (PIB).
Si hacemos una comparación para darle perspectiva a la cifra anterior, el total de lo que devengaron los hogares en 2022 fue el 73 % del presupuesto de ese mismo año que se le dio al ISSSTE, de acuerdo con las cifras oficiales. Y aunque este sector y el dinero que circuló en ese rubro funcionó como uno de los catalizadores para la expansión del mercado interior del país, ese dinero bien podrían haberlo gastardo en un bien o en su desarrollo personal, ya que estos servicios deberían ser cubiertos por el Estado mexicano, donde aún hay otros 33 millones de ciudadanos que no tienen ningún acceso a las prestaciones de salud, ni privadas ni públicas, en las que predominan las zonas rurales.
Las farmacias de barrio con consultorios adyacentes han sido un paliativo para los hogares en el tema del cuidado de la salud o de tratamiento para alguna enfermedad en la que alguna persona se encuentra. Las personas que cuentan con algún tipo de seguridad social refieren que para curarse una gripe o una diarrea prefieren acudir a los “similares”, ya que estas farmacias cuentan con un médico, así como con los medicamentos que recetan, y lo hacen para evitar la burocracia de su servicio con el que cuentan.
“Si quiero ir al seguro o al centro de salud porque me siento mal debo ir temprano para que me den ficha, pero aquí puedo llegar a la hora que desee y me atienden, compro aquí mismo los medicamentos, me sale más caro ir a mi clínica, ya no me puedo mover mucho y debo pagar taxi”, dice doña Consuelo que está formada para ser atendida en una de las farmacias del doctor Simi.
“Para curar una gripita o dolor de panza está bien aquí, ya si es algo serio me voy a urgencias”, dice otra de las personas que esperan turno para ser atendidos en el consultorio de la farmacia.
De acuerdo con las Estadísticas de Salud en Establecimientos Particulares 2021 (la entrega más reciente) del Inegi, de los más de 2.2 millones de establecimientos privados de salud que existen en México, sólo el 10.6 % son especializados, el resto son de atención general, lo que resulta en que las familias en una emergencia de vida o muerte sus opciones se reducen y se vuelven más costosas en el ámbito particular, lo que hace que el sector público se vuelva una de las alternativas al momento de decidir.