La Portada | El bombero del Presidente

21 de Noviembre de 2024

La Portada | El bombero del Presidente

Promo_central_205

Hay dos cosas que lo seducen: resolver problemas y ser un eficaz operador político. Ahora es el súper secretario; siempre detrás del Presidente a quien profesa una lealtad incondicional

Su gesto es inconfundible. Sin decir una palabra, cuando su mirada se enfoca en alguien por encima del armazón de sus anteojos, todos saben que esa personas está casi anulada. Suelen decir, “sabes que ya valió”. A veces acostumbra a bajar él mismo sus lentes con la mano o sólo inclina la cabeza, pero ese ademán y expresión significa que desconfía, que espera que quien habla rectifique, porque no le cree.

Es su estilo, una reacción habitual, tal vez hasta un tanto inconsciente, pero que proyecta uno de sus principales rasgos, su permanente desconfianza.

Suele escuchar muy atento, a veces tomando notas y otras simplemente en silencio. De pronto interrumpe, cuando ya resolvió el problema. Así, veloz, pragmático, y con una leve sonrisa de satisfacción. Mapea en la mente el conflicto, y como un rompecabezas le da forma y encuentra las alternativas. Luego, simplemente opera.

Ese es Marcelo Luis Ebrard Casaubón el hoy secretario de Relaciones Exteriores. De quien aseguran que, siendo muy joven, el expresidente Carlos Salinas de Gortari reconocía su enorme inteligencia política y su vocación de operador nato. El mismo que en el Colegio de México, donde estudió Relaciones Internacionales, logró unir a su generación, la 1977-1981, en contra suya, porque entonces les parecía sumamente antipático.

Ahora tiene más de 40 años de trayectoria política y en el servicio público, y está en su mejor papel, porque lo sabe hacer muy bien, coinciden muchos que le conocen, es el apagafuegos de la Cuarta Transformación.

Se levanta muy temprano. Es de los primeros en llegar a las reuniones con el Presidente. Es el que conoce las formas y los tiempos políticos, el que escucha, que se adelanta y guarda las formas. Y es al que Andrés Manuel López Obrador trata con mucho afecto desde hace 20 años. Confía en él.

2000. Quienes lo vieron crecer políticamente a base de descalabros confirman que hoy en día es el integrante del gabinete en quien más confía el presidente Andrés Manuel López Obrador. Foto: Cuartoscuro

Amigos, excompañeros, colaboradores y excolaboradores relataron a ejecentral pequeños pasajes de la vida de Marcelo Ebrard, que permiten entender a ese hombre con carisma para dialogar con adversarios y con simpatizantes, por qué desde hace varias semanas mudó su oficina a Palacio Nacional a petición del Presidente y cómo es que se ha convertido en la bisagra del gabinete de López Obrador.

De estudiante brillante a funcionario complicado

A su paso por el Colegio de México fue reconocido como un alumno destacado. Pero también se ganó la desconfianza de sus compañeros, porque consideraban que Ebrard era una especie de oreja de algunos de sus maestros, especialmente de Rafael Segovia Canosa, un intelectual conservador, y en esa época los estudiantes se identificaban más con la izquierda.

En una ocasión, entre 1980 y 1981, ocurrió que algunos alumnos del Colmex que colaboraban en “El Machete” --el periódico del Partido Comunista, en el que aparecían firmas como las de Roger Bartra o Humberto Mussachio—, escribieron un texto especialmente duro contra Rafael Segovia. En esa ocasión el malestar de Ebrard fue tal que ubicó a los autores y los confrontó apasionadamente, después que se agotaron los argumentos en la discusión llegaron los golpes.

En tiempos del PRI, mantenerse cerca de Luis Donaldo Colosio, y de Manuel Camacho Solís, lo fue moldeando al paso de los años. Foto: Cuartoscuro

En esa ápoca Marcelo Ebrard se mantenía al margen de las actividades sociales que realizaban los alumnos. Parecía que prefería sentirse en el centro. No apoyaba las huelgas de los sindicalistas, tampoco las labores de boteo en solidaridad para algún otro movimiento, ni tampoco preparando comida en apoyo de los empleados y académicos.

Por esos años no había desarrollado ese carisma que le permite convencer fácil a quienes no opinan igual que él. Más bien era una persona difícil para socializar. Era poco amiguero, sonaba por momentos como amargado. Quizá, recuerdan algunos, es que Ebrard estaba más concentrado en tener un alto desempeño académico.

La carrera política de Ebrard inició en la década de los 80 dentro del PRI; incluso llegó a ser secretario general del partido en la Ciudad de México. Foto: Cuartoscuro

›En la recta final de la carrera, de la cual se graduó en 1984 con la tesis: “Congreso y democracia en México”, Marcelo Ebrard se ausentaba del Colegio, enfocándose más al trabajo con Manuel Camacho Solís, quien en esos años impartía la clase de Introducción a Ciencias Sociales, y ya se desempeñaba como secretario de Desarrollo Urbano y Ecología, en el gobierno de Miguel de la Madrid. En vísperas de la transición al gobierno de Carlos Salinas de Gortari.

Uno de los aliados cercanos a Ebrard en ese entonces fue Juan Enríquez Cabot, hijo de Antonio Enríquez Savignac, quien en el sexenio de De la Madrid fue el secretario de Turismo.

Enríquez Cabot, entró al equipo, y tenía una oficina en el despacho alterno de Camacho Solís, fue durante la campaña de Salinas de Gortari el encargado de manejar a la prensa extranjera. Fue entre esos pasillos que el joven alto, metódico, amable y aunque todavía un poco antipático, pero siempre cuidadoso de su imagen, se convirtió en una especie de pupilo de Manuel Camacho y hombre de toda su confianza. Allí comenzó su andar político.

Fue tal el equipo que integraron que cuando Camacho Solís llegó a la Jefatura de Gobierno (1988-1993), que Ebrard se convierte en el secretario de Gobierno, y Juan Enríquez es designado en Servimet. La mancuerna fue tan exitosa que logran materializar el desarrollo de Santa Fe.

Ebrard, precandidato perredista en septiembre de 2005 a la jefatura de gobierno, en su primer acto de campaña proselitista en el Hemiciclo a Juárez. Foto: Cuartoscuro

El dato. Ebrard comenzó su carrera política en el PRI, teniendo el cargo de secretario general del partido en el Distrito Federal de 1988 a 1992.

El PRI de antes

Antes de llegar a la Secretaría de Gobierno de la entonces Regencia del Distrito Federal, Marcelo Ebrard fue entrenado por los viejos cuadros del PRI. Era, así lo veían sus correligionarios, como el “cachorro político” de Camacho Solís. La relación entre ambos fue. Entrañable y leal, prácticamente podían leerse los gestos y hasta la mente.

Fue en tiempos del Partido Revolucionario Institucional (PRI) de Luis Donaldo Colosio y de Manuel Camacho Solís, que fue moldeando a Marcel Ebrard. Traía bajo el brazo sus medallas ganadas por sus estudios brillantes, destacado por sus participaciones y sus calificaciones. A diferencia de su especie de aislamiento de sus compañeros en el Colmex, ya cerca del ejercicio político y de poder, a Ebrard se le veía como un joven entusiasta, trabajador y enfocado.

2005. Rosalinda Bueso (derecha)es la tercera esposa del ahora Canciller. Este año cumplen nueve años de matrimonio. Foto: Cuartoscuro

Esa década de los años 80, de turbulencias políticas por las crisis económicas, de confrontaciones internas en el PRI, fue la que formó a Ebrard. Camacho Solís lo impulsó hasta convertirlo en el Secretario General del partido en la Ciudad de México y después en uno de los más jóvenes secretarios generales de Gobierno del entonces Departamento del Distrito Federal. Su historia apenas iniciaba.

Siempre fue Manuel Camacho el hombre que le cuidó dentro del partido, frente a un Enrique Jackson Ramírez, un político de Sinaloa, cercano a Luis Donaldo Colosio y que en ese entonces era el presidente del PRI. Era ya 1990 y el dirigente priista debía tener una estrecha relación con el gobierno capitalino, y a quien le tocaba esa relación era al Secretario de Gobierno, ese “muchacho al que Camacho le tenía todas las confianzas”, relata un funcionario de entonces y que era Marcelo Ebrard.

Enrique Peña Nieto (izquierda), entonces gobernador del Estado de México, con Ebrard.Foto: Cuartoscuro

Siempre le habló de usted

Ebrard Casaubón siguió a Camacho Solís a la Secretaría de Relaciones Exteriores (1993 a 1994). Lo colocó en uno de las subsecretarías clave, justo en el momento en que se negociaban los últimos detalles del Tratado de Libre Comercio.

Luego siguió a Manuel Camacho en las negociaciones de paz con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional en Chiapas. Ambos se fueron a vivir a la entidad y desde allí articularon el acercamiento con los rebeldes armados que el 1 de enero de 1994 le habían declarado la guerra al Estado mexicano.

En ese momento Marcelo Ebrard no sólo estaba concentrado en los encuentros de San Miguel Larraínzar, también tenía una tarea paralela: apoyar la candidatura de su amigo y jefe Manuel Camacho Solís.

Ebrard, aseguran quienes coincidieron entonces en esta época, fue una pieza clave en el cabildeo con el presentador de noticias estadounidense David Asman, quien escribía la columna “The Americas del The Wall Street Journal”, y que coincidentemente dedicó varias líneas a Camacho Solís, a sus aspiraciones políticas y a la posibilidad de que se convirtiera en el candidato sustituto ante la pobre campaña política de Luis Donaldo Colosio que no terminaba por despegar y que ponía en aprietos al PRI para conseguir la Presidencia de la República.

Las tensiones políticas de ese momento. La confrontación con Salinas y las presiones del exterior a favor de los zapatistas, dieron un panorama muy claro a Marcelo Ebrard del tejido político mexicano.

Quienes lo vieron crecer políticamente a base de descalabros confirman que hoy en día es el integrante del gabinete en quien más confía el presidente López Obrador. Foto: Cuartoscuro

Cuando Manuel Camacho dejó el PRI, también lo hizo Ebrard Casaubón. El hombre que se había enfrentado al poderoso Carlos Salinas se hizo acompañar de su joven colaborador y otro grupo de cercanos priistas. Entre ellos fundaron el Partido de Centro Democrático, que tenía sus oficinas en una gran casona sobre la calle de Amores, en la colonia Del Valle, pocos sabían entonces que era propiedad de la abuela de Marcelo Ebrard, pues su familia desde siempre perteneció a una clase social acomodada.

En ese efímero partido, que sirvió como puerto temporal para la carrera política de ambos amigos, Marcelo Ebrard fue su primer y único secretario general, del 30 de junio de 1999 hasta el 15 de septiembre de 2000.

Marcelo siempre le habló de usted a Camacho. Fue una práctica que se seguía en el Colmex con los profesores y así continuó. Quienes conocieron de cerca su relación, aseguran que no parecía de amigos, aunque por momentos lo parecían, pero siempre fue una relación de admiración.

Miguel Ángel Mancera (izquierda) fue sucesor de Ebard al frente de la Jefatura del Gobierno del Distrito Federal. Foto: Cuartoscuro

Impávido ante la crisis

Fueron dos semanas donde prácticamente llegó a dormir tres o cuatro horas. Estuvo analizando qué hacer, tal y como se lo había instruido el Presidente. Y no era para menos. La amenaza del gobierno del presidente Donald Trump por imponer aranceles a las exportaciones de México, implicó días de arduo trabajo que parecían interminables, pero que se convirtieron en lo que él considera una de las mayores pruebas en el actual gobierno.

“No, no, esto lo debemos resolver no hay que alocarnos”, llegó a decir el canciller frente a una de las misiones más complejas de su trayectoria, en la que, un primer enfoque era buscar un esquema de comunicación que permitiera negociar con un país (Estados Unidos) que no pretendía negociar, y buscar el acercamiento con un presidente como Donald Trump, asiduo a utilizar la comunicación amenazante como medio de negociación.


Con un ánimo de tranquilidad el Canciller siempre ha estado enfocado en lo que se tenía que hacer y cómo debía hacerlo. Foto: Cuartoscuro

Siempre se le vio ecuánime, cuenta gente cercana a él. Tranquilo, pero no pasivo. Muy enfocado, metido en lo que se tenía que hacer y cómo hacerlo. Equilibrado al grado de que uno de esos días más tensos soltó: “Bueno, tenemos que encontrar una solución porque no hay de otra”. Y así fue.

El viernes 7 de junio de 2019, tras haber logrado concretar las negociaciones, el canciller Ebrard y su equipo fueron a cenar. El cúmulo de semanas sin un descanso pleno se hacían evidentes, pero el entusiasmo del secretario nunca decayó.

Era muy tarde y si a lo mucho durmió un par de horas para salir a las 4 de la madrugada tomar el vuelo, y estar presente en el evento del sábado que lo llevaría al llamado “Acto de Unidad en Defensa de la Dignidad de México y en favor de la Amistad con el Pueblo de los Estados Unidos” que encabezó el presidente López Obrador en la frontera.

“Vengo llegando de Washington y si me notan un poco cansado es porque estuvimos muchas horas trabajando para tratar de evitar, como finalmente se logró, que nos impusieran tarifas a México el día lunes”, destacó el canciller Ebrard como primer orador del acto en el que la relevancia recaía, como beneplácito personal del funcionario en haber conseguido lo que se ha convertido en su principal mantra dentro de la función pública: “hay que ayudar al presidente. Eso es lo que tenemos que hacer”.

En febrero de 2018, Ebrard hizo su aparición pública en la campaña con el entonces candidato López Obrador luego de varios años alejado de la política mexicana. Foto: Cuartoscuro

Si bien actualmente, la lectura que hay en Washington es que se concibe al titular de Relaciones Exteriores mexicano como de las pocas personas con las que se puede tener una relación clara, fluida y confiable entre ambas naciones. Entre los méritos que consiguió en pocos meses fue abrir el diálogo con legisladores demócratas y republicanos, tener más de un contacto en la Casa Blanca y en diferentes secretarías de Estado y, aseguran, hasta le cae bien al presidente Donald Trump. Así tejió ya una gran red.

Y no fue la única vez que Marcelo Ebrard logró frenar una amenaza. Ocurrió hace poco, cuando evitó un quiebre en la reunión de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). Cuando la secretaria de Energía, Rocío Nahle García participó por primera vez, se advertía un choque directo con los países petroleros debido a lo “poca profesional” que resultó la negociación de la funcionaria zacatecana, y la manera en la que contradecía la negociación.

›Pero, Marcelo Ebrard fue quien intervino y le hizo saber al presidente López Obrador las implicaciones y lo que significaría, un quiebre, y así se suavizó la posición mexicana, y de alguna manera cedió un poco México.

“A esfuerzo propio, y después de que varios cancilleres no lo concretaron en ese sentido, Ebrard tiene la puerta de comunicación directa con el Departamento de Estado y con la Casa Blanca. De Trump, evidentemente por el cargo que desempeña él ha sido un canal importante. Pero, no se le podría atribuir a él de una manera totalitaria, porque el presidente López Obrador ha generado, por una o varias razones, una muy buena empatía con el presidente Trump. Entonces no es algo que sólo le puede atribuir al canciller sino en gran medida se debe al Presidente”, refirió una persona cercana al canciller.

2015. Las encomiendas de Ebrard pueden no estar dentro de su ámbito de competencia, pero si eres bueno y tienes experiencia, la mejor, y única manera de probar que eres eficiente es dando resultados. Foto: Cuartoscuro

El coordinador de coordinadores

Si hay algo que fascina a Marcelo Ebrard, es resolver problemas. Muchos de sus excolaboradores se refieren a él, desde hace 20 años, como el apagafuegos. Se levanta muy temprano casi todos los días, comienza con tener un panorama del día y se dedica al trabajo más de 12 horas. No para.

Es tan desconfiado que no sólo coordina el trabajo, lo supervisa y lo evalúa. No se despega. Y suele exigir lo que parece imposible, por eso, asegura un amigo, “poco le duran los equipos de trabajo”.

Quienes lo conocen, su círculo cercano, y otros que lo vieron crecer políticamente a base de descalabros y éxitos, confirman que hoy en día se trata del integrante del gabinete en quien más confía el presidente Andrés Manuel López Obrador. Su operador más eficiente, el más cercano, su vínculo de interlocución por excelencia, y el que más lo entiende. Un Canciller que no hace nada sin que el Presidente se lo ordene y que es la bisagra con empresarios, gobernadores, gobiernos, iglesia y hasta el propio gabinete.

La experiencia de esos años turbulentos del PRI, de traiciones y carreras políticas pérdidas para muchos, le enseñó a Marcelo Ebrard a ser cauto, mantener bajo perfil y rodearse de un equipo leal y eficiente. Es por eso que si se siente traicionado por alguien de su equipo suele no confrontarlo, pero nunca más volteará a verle.

Con la coyuntura de la pandemia por el nuevo coronavirus, y su asignación para estar a cargo de la coordinación en la proveeduría internacional para acelerar el programa de reconversión hospitalaria, Ebrard fue posicionado, por mandato presidencial, para estar al frente de la toma de decisiones del grupo coordinador a nivel federal de todas las medidas externas a las del sistema de salud, enfocadas a atender la emergencia sanitaria por el Covid-19.

“El canciller Marcelo Ebrard ha sido designado como coordinador de los coordinadores. Él ha jugado un papel crucial, que se lo agradecemos mucho, en la formulación del acuerdo con el sector privado. Es el tipo de acciones que van más allá del sector salud en sí mismo”, señaló públicamente Hugo López-Gatell Ramírez, subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, ocho días después de la firma en Palacio Nacional del acuerdo con la Asociación Nacional de Hospitales Privados a fin de reforzar capacidades frente al avance de la pandemia.

La instrucción del presidente López Obrador fue clara: todo lo referente a la vocería del tema de salud estaría a cargo del subsecretario López-Gatell. Pero, para el tema de política pública, de negociación, búsqueda de insumos, acuerdos nacionales e internacionales el que estará a cargo de toda la coordinación de las áreas de gobierno involucradas en el tema sería el canciller Ebrard Casaubón.

“Eso es Marcelo. Frente al actual gabinete resulta un gran secretario comparado con el resto, no tiene competencia, porque destaca como el de mayores habilidades y mayor experiencia. Muy inteligente, trabajador y dedicado en demasía, pero raya en lo autoritario, ejerce el poder con firmeza. Aunque no le gusta percibirse como tal es un resuelve todo, y hoy tiene algo a su favor: la incapacidad manifiesta de prácticamente el resto del gabinete. Sin duda en él aplica el dicho de que en tierra de ciegos el tuerto es rey, entonces, esta es una circunstancia le ayuda bastante”, señala una de las fuentes consultadas.

2020. Ebrard se ha vuelto el operador más eficiente y cercano de López Obrador. Un canciller que no hace nada sin que el presidente lo ordene. Foto: Cuartoscuro

Alguien que poco halaga

Difícilmente es de los jefes que suelta el manotazo. No es de lo que insulta o grita, pero es duro, muy exigente, demandante al grado de que ante la emergencia no hay espacio para descansos, ni para improvisaciones.

La consigna es buscar y obtener resultados, no hay más. Un detector de mentiras, cuya manera más cercana de detectar que lo estás haciendo medianamente bien o no, es que siga cuestionándote. Sus colaboradores están conscientes que su penitencia recae contradictoriamente a su nivel de eficacia: entre más resultados me entregues más trabajo tendrás.

“Lo haces porque para eso te paga la gente”, solía decir desde su paso como Jefe de gobierno en la Ciudad de México. En eso no ha cambiado, es un Marcelo Ebrard que no permitía errores, y que al detectar alguna mentira o un falla grave simplemente en plena reunión les daba la espalda, ignorándolos, e incluso hasta recargando su brazo en la mesa oval en señal de aburrimiento.

Certero, directo, con él todos saben que no hay medias tintas, alguien de quien difícilmente puedes recibir un halago, porque simplemente haces tu trabajo, Esa es la concepción que tiene del servicio público, de que los impuestos de la gente son los que finalmente pagan el salario de los funcionarios y es una obligación trabajar. Pero al mismo tiempo tiene una gran debilidad, le cuesta despedir al personal que no le resulta eficiente. “Le cuesta mucho trabajo correr a alguien, prefería encargarles tareas insignificantes o cambiarlos de lugar a despedirlos. No puede despedir a la gente”, suelta un excolaborador.

Con más de 40 años de trayectoria política, Marcelo Ebrard se erige como un funcionario pragmático con capacidad de acción y respuesta. Foto: Cuartoscuro

Se trata de un hombre que trabaja las 24 horas del día al ritmo máximo. Casi no duerme, y enfocado en sus labores, apenas si encuentra tiempo libre para compartir con sus hijos, a quienes trata con mucho amor, y a su actual esposa.

“He hablado con él a las 11 de la noche, a la una de la mañana, a las cinco de la mañana, a las dos de la tarde y siempre está concentrado, atento, tiene un pensamiento y un análisis multidimensional. Su principal preocupación, su único enfoque es: darle los mejores resultados al Presidente y generar las condiciones para que resultados se den”, sostiene alguien que lo conoce desde hace más de 15 años.

Su método no ha cambiado en mucho, se maneja por proyectos y le otorga tareas específicas a personas, con base en las capacidades que demuestren. Su memoria, señalan algunos de sus empleados, raya en el tipo fotográfica. Pueden pasar días y semanas, se te queda mirando fijamente y te pregunta: “oye, tal día te dejé esta cosa, ¿qué pasó?”.

Algunos integrantes del gabinete, gobernadores y empresarios buscan el consejo de Ebrard para llegar al Presidente. Foto: Cuartoscuro

Una mancuerna agrietada

Verlos juntos, sentados en la misma mesa, conversando, es la imagen más evidente del indiscutible entendimiento que hay entre el presidente López Obrador y su canciller, Marcelo Ebrard.

Allegados a estas reuniones en Palacio Nacional, al verlos, entienden que se trata de una mancuerna histórica que se forjó hace más de 20 años, y que a los dos les ha rendido frutos.

La imagen que Marcelo Ebrard ofrece dentro del gabinete, coinciden, es que “se mete al detalle” en las cosas y “resuelve”. Sabe con quién ir y qué hacer para darle resultados al Presidente.

No presume, sigue con la misma idea, tener bajo perfil. “Nuestro trabajo se conoce, a mí me conocen, lo importante es trabajar”, es el lema que suele decir a su equipo.

El propio Ebrard maneja su cuenta de Twitter, y la mayor parte del tiempo prefiere movilizarse sólo con su chofer, y en contadas ocasiones, con alguna persona de seguridad.

La confianza forjada entre López Obrador y Ebrard no inició el 1 de diciembre de 2018. Su relación llegó a un punto de quiebre en 2011, cuando de cara a la elección presidencial de 2012, ambos disputaron la llamada candidatura de las izquierdas.

Ocho años han pasado desde aquel episodio, pero gente cercana al entonces Jefe de Gobierno capitalino recuerda que Marcelo Ebrard era el mejor posicionado en las preferencias. El resultado de lo que entonces se consideró como un dudoso resultado por parte de las encuestadoras que terminaron por darle el triunfo de una segunda candidatura presidencial a López Obrador implicó una ruptura entre ambos políticos.

Marcelo se sintió traicionado. Hubo un rompimiento emocional. Y en suma, se acumuló el distanciamiento con otros personajes, a quienes Marcelo Ebrard consideraba incondicionales, como fue el caso del hoy diputado Mario Delgado, quien había sido su secretario de Finanzas y de Educación Pública.

Algo similar ocurrió con René Cervera García, fue otro personaje cercano a Ebrard, con quien se da la ruptura quien se quedó con la curul de diputado, y Ebrard Casaubón como suplente, y el primero no cumplió el acuerdo para que, a la mitad del periodo, René renunciara para que asumiera Ebrard. Eso rompió la relación de quien fue considerado su amigo y su mayor operador público entonces.

En la emergencia sanitaria por el coronavirus Ebrard fue posicionado, por mandato presidencial para estar al frente de la toma de decisiones del grupo coordinador a nivel federal. Foto: Cuartoscuro

Durante su autoexilio en Francia, Marcelo Ebrard, padeció una persecución con la amenazas de investigaciones en su contra, pero incluso abarcaron a familiares directos, al grado de que les fueron congeladas cuentas bancarias de sus hermanos, que a su vez los orillaron a salir del país. Alejado de sus amistades, y colaboradores de confianza, por poco margen de maniobra, los años previos a la llegada de la Cuarta Transformación hicieron de Marcelo Ebrard un funcionario aún más desconfiado y algunos aseguran que resentido con quienes consideró sus amigos.

“Trabaja incansablemente, de eso no hay duda. Siempre debemos estar al pendiente y no hay un sólo momento para el descanso. Una de las reflexiones que siempre nos hace hincapié es que siempre quiere buscar la manera de cumplir las instrucciones que le da el presidente. Todas y cada una, de que no acerquemos lo más posible a lo que el presidente quiere como objetivo general, y siempre hay un proceso de análisis para que ver que nosotros estemos haciendo lo más posible por acercarnos a lo que se necesita resolver”, relató uno de sus colaboradores.

Así es Marcelo Ebrard, un operador que ha colocado en prácticamente todas las secretarías de Estado a un aliado, que juega sus piezas con paciencia y que le gusta que lo vean como una persona eficiente, y especialmente que sirve al Presidente. Es prudente, a nadie ha mencionado sus aspiraciones políticas y es tan cuidadoso de las formas y los tiempos que siempre está atrás del presidente, nunca a un lado, siempre atrás.

Las tensiones políticas de 1994, la confrontación con el presidente Carlos Salinas y las presiones del exterior a favor de los zapatistas, dieron un panorama muy claro a Marcelo Ebrard del complejo tejido político mexicano.