La pesca equivocada

1 de Abril de 2025

La pesca equivocada

En Italia se libra una cacería irracional de migrantes

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En Italia se libra una cacería irracional de migrantes. Para fincarles el delito de tráfico de personas, las investigaciones se sustentan en pruebas mezquinas y testimonios dudosos.

En italiano, se llaman “scafisti”, literalmente, conductores del barco. Lingüísticamente, hay una diferencia entre estas personas y los “trafficanti”, los traficantes de personas. Legalmente hay una diferencia también: la mayoría de los conductores de barcos están acusados de “favoreggiamento” o “facilitar” la migración ilegal. Es el cargo de contrabando más bajo que puedes conseguir en Italia. Según el Ministerio de Justicia italiano, más de mil personas acusadas de favoreggiamento han sido detenidas cada año desde 2014. Sin embargo, muchos dicen que estos cargos, fundamentados en entrevistas apresuradas, tienen poco que ver con la captura de criminales reales y terminan enviando a personas inocentes a prisión. En entrevistas con refugiados, observadores legales y periodistas locales en Sicilia, The Intercept halló una preocupación generalizada acerca de la legitimidad de las acusaciones de scafisti. Los cargos son a menudo sustentados con pruebas mezquinas y testimonios dudosos, y rara vez toman en cuenta la violencia y la coerción en el comercio de contrabando

De acuerdo con la abogada e investigadora siciliana Paola Ottaviano, la mayoría de las personas acusadas de favoreggiamento no tienen ninguna conexión con los anillos de contrabando libios. “La mayoría de los que hemos visto, alrededor de 80 por ciento, ha pagado para cruzar como cualquier otra persona. Los contrabandistas sólo les apuntan con un arma y los obligan a dirigir la nave”, dijo. Gigi Modica, un juez de Palermo, dijo a que la policía judicial “está satisfecha escuchando a dos, tres o cuatro personas que dicen quién era el piloto”. En tanto, para el acusado “no van más allá y determinan si su elección fue libre o no”. “Simplemente hacen dos preguntas”, dijo Modica. “¿Quién era el piloto y quién era el hombre de la brújula?”

El pecado de Joof

Ousaineu Joof tenía 15 años cuando la policía italiana lo puso en prisión por un año por presuntamente conducir un bote inflable. Alto y delgado, Joof habla inglés de forma articulada con un pesado tartamudeo, especialmente cuando recuerda las partes más violentas de su historia. En 2015, huyó de su hogar en Gambia después de que su padre lo expulsó de su casa y amenazó con matarlo porque, Joof asegura, había ido a una ceremonia religiosa con un amigo de una religión diferente. Primero, huyó para quedarse con su familia en Senegal, antes de tomar un autobús a Agadez, una ciudad en Níger. Desde allí, pagó a contrabandistas para que lo cruzaran a través de la frontera a Libia y a la costa mediterránea para abor- dar un barco para Europa. Joof recuerda haber estado sentado en el centro del bote de plástico de 12 metros que lo llevaría hacia Italia. Era la 1 de la mañana y los contrabandistas estaban cargando la nave con cerca de 100 personas. Durante el viaje, Joof dice haber vomitado durante horas. Cuando el barco fue rescatado en aguas internacionales por la guardia costera italiana, lo llevaron directamente al hospital. Después de tres días allí, la policía lo llevó a la cárcel. Había sido etiquetado con una pulsera verde. Joof fue acusado de favoreggiamento gracias a las declaraciones de tres testigos, todos los cuales habían hecho el viaje des- de Libia ese mismo día. Según el abogado de Joof, la policía judicial les había hecho las mismas dos preguntas que el juez Mo- dica mencionó: ¿Quién era el capitán y quién sostenía la brújula? Los testigos habían señalado a Joof. Joof niega haber dirigido la nave. “Me dijeron que estaba acusado de ser el capitán del barco”, dijo a en el centro para so- licitantes de asilo menores de edad, donde ahora vive, en un pequeño pueblo fuera de Palermo. “Les dije: ‘No, pagué dinero para venir aquí’. Les pedí evidencia de que yo era el capitán. Y desde el 2015, no me han mostrado ninguna”. “Por cada 100 a 150 personas que llegan, arrestan a dos personas”, dijo Ottaviano, el investigador siciliano. Ottaviano duda de la veracidad de muchas de las declaraciones de los testigos, que a menudo son tomadas de los sobrevivientes de los naufragios traumatizados que acaba de llegar a Europa con solicitudes de asilo pendientes y todos los incentivos para cooperar. Esto se agrava cuando el interrogatorio se hace en barcos, justo después de un rescate; Frontex, la agencia fronteriza de la Unión Europea, que coopera con las investigaciones italianas, también dijo que “las condiciones a bordo del buque no son apropiadas para las entrevistas”. Sin embargo, un portavoz de la agencia también admitió que, después de un rescate, a bordo de los buques de Frontex se filtra a las personas consideradas “personas de interés” por las autoridades ita- lianas. El portavoz se negó a aclarar si esas personas fueron acusadas de un delito, o qué información llevó a su selección. Ottaviano dice que en Pozzallo, un puerto en el sureste de la isla, “por cada desembarco, encuentran dos, tres, cuatro migrantes, a menudo de países donde es difícil conseguir asilo. La policía dice a los recién llegados: ‘Si me dices quién capitaneaba el barco, te daré un permiso para quedarte’. “El gobierno italiano está buscando a cualquier persona que luzca culpable”, agregó Ottaviano. “Necesitan demostrar que están luchando contra el tráfico de personas y arrestando contrabandistas, incluso si esas personas no lo son”.

Conduces o te mueres

Ikukoyi Tamola es originario de Lagos, Nigeria, pero huyó después de ser acosado por su actividad política. Tamola dice que durante un mitin político que había ayudado a organizar, le dispararon y lo dieron por muerto. Estaba en el hospital cuando se enteró de que las mismas personas que le habían disparado habían amenazado a su esposa y a sus hijos, y quemado su casa. (Accedió a una entre- vista con The Intercept con la condición de que lo identifiquemos por un seudónimo.) Sentado en la oficina de su abogado en el centro de Catania, en la costa oriental de Sicilia, Tamola muestra la cicatriz desde donde la bala entró en su pecho. Tamola también pasó un año en pri- sión por favoreggiamento; al igual que Ousaineu Joof, su acusación descansó en el testimonio de otros tres que fueron rescatados al mismo tiempo, pero a diferencia de Joof, él admite haber dirigido el barco de goma. Dice que lo obligaron a punta de pistola. Tamola dice que pagó a contrabandistas libios el equivalente a 750 dólares para cruzar a Italia. Después de unos días en una casa de seguridad cerca de Sabratha, Libia, los contrabandistas llevaron a su grupo a una playa y lo obligaron a hacer una fila mientras le apuntaban con rifles automáticos. Uno preguntó si alguien hablaba inglés. Tamola alzó la mano y luego se arrepintió instantáneamente. Los contrabandistas decidieron que Tamola conduciría el barco. Le mostraron cómo poner en marcha un motor fuera de borda, y luego detenerlo y arrancarlo de nuevo. “Le dije que no sabía cómo hacerlo. Todo el tiempo me apuntan con la pistola a la cabeza”, recuerda Tamola, alzando las manos como si estuviera sos- teniendo un rifle. Tamola tuvo problemas con la encomienda; su brazo todavía dolía debido a sus heridas en Nigeria. “Así que el hombre con la pistola, me golpeó en el estómago, y me caí. Tratan a las personas como animales”, dijo Tamola. Casos como el de Tamola son muy comunes, dice Modica, el juez de Palermo. “Probablemente todos, pero podemos decir que la mayoría” de los casos de favoreggiamento involucrar a alguien que se vio obligado a dirigir la nave, dijo. Modica ha oído y decidido muchos casos de este tipo, y el año pasado fue el primer juez en Italia en reconocer que las personas que son coaccionadas a capitanear, a menudo a punta de pistola, no deben ser castigadas, usó el término “estado de necesidad”. “A pesar de que estás violando la ley, lo estás haciendo para salvarte la vida”, dijo. El poner a esas personas en la cárcel, dice, no hace nada para combatir las redes de contrabando. Sin embargo, muchos de los colegas de Modica no comparten su interpretación de la ley. Según Emilio Cintollo, un abogado penalista en Ragusa, en el sureste de Sicilia, las acusaciones de favoreggiamento se han ampliado considerablemente en los últimos años, incluso a medida que el contrabando ha cambiado, y con él, el tipo de personas acusadas.

El hermetismo de Parini

Carlo Parini, el “cazador de contrabandistas”, rechazó múltiples solicitudes de entrevista para este artículo, y su oficina y la del fiscal de Siracusa no respondieron a preguntas sobre sus operaciones an- ti-contrabando. Conocí a Parini a principios de 2017 en Augusta, un pequeño puerto comercial en la provincia de Siracusa, cuando estaba informando sobre las operaciones de rescate a bordo del Golfo Azzurro, un barco dirigido por una ONG española. El Golfo desembarcaba a 250 personas que habían sido rescatadas, y yo estaba tomando fotos cuando dos agentes de la policía se acercaron a mí —Parini y otro miembro de su escuadra, Mario Carnazza—. Los dos hombres exigieron que les proporcionaran fotos que había dispara- do durante el rescate en el mar. Explica- ron que querían las fotos para poder identificar al conductor del barco de goma. Con esa información, agregó la policía, podrían encontrar y arrestar a esa persona por cargos de contrabando. Cuando me negué a entregar mis fotos, Parini y Carnazza confiscaron mi pasaporte y, contra mis protestas, me obligaron a bajar del barco y a entrar en una oficina cercana. En la oficina de Parini, reconocí a dos hombres que la ONG había rescatado días antes bebiendo cajas de jugo mientras los investigadores de la policía les preguntaban sobre su viaje. Parecían aterrorizados. Parini y Carnazza amenazaron con acusarme de no colaborar con la policía (Carnazza me dijo que cooperara para no tener “problemas”). Y, sin embargo, sus preguntas tenían poco que ver con el rescate: quién era yo, dónde vivía, mi familia, y sobre mi trabajo. Finalmente, después de aproximadamente una hora, me devolvieron mi pasaporte y me dejaron ir. No les di fotos. Traducción: Carlos Morales.

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