“La pandemia nos hizo parecernos más a todos”: Everardo González
Reflexiona en la ducha, en un sillón o en carretera, pero sobre todo en su silencio; aunque prefiere la música, desde Blades hasta los Beatles, y así acompaña su creación en el cine documental desde hace 20 años. Yermo en su más reciente trabajo, en el que revela otros rasgos de la condición humana
El cineasta cumple dos décadas dedicadas a la creación de documentales, y este año celebra por partida doble al estrenar recientemente su nuevo documental, Yermo, de paso, recibirá el Homenaje Mexicano a la Trayectoria Artística del 17 Festival Internacional de Cine de Monterrey. Hace 15 años, este festival le otorgó por primera vez a Everardo González el Cabrito de Plata al ganar en la categoría a Mejor Largometraje Documental por Los ladrones viejos.
Ha dedicado a la producción, fotografía y dirección de cine documental, es una de las voces más sólidas del género en América Latina. De su trabajo destacan La canción del pulque (2003), Los Ladrones Viejos (2007), El cielo abierto (2011), Cuates de Australia (2011), El paso (2015) y La libertad del diablo (2017), proyectados y premiados en festivales como IDFA, Toulouse, Los Ángeles, Locarno, Miami, Montreal, Sarajevo, Rotterdam, BAFICI, Mar del Plata, Guadalajara y Morelia, entre otros.
¿Qué tan importante es para ti un premio como el Cabrito de Plata que recibiste el pasado 24 de agosto en el Festival de Cine de Monterrey?
Espero que solamente sea un corte de caja, porque cuando a uno le entregan estos premios, uno siente que ya se están despidiendo, ya sea por homenaje o trayectoria. De verdad que sólo sea un corte de caja porque todavía quiero seguir haciendo estas cosas.
Son 20 años de trayectoria casi ininterrumpida en el mundo del documental ¿cuál es tu resumen de lo que ha significado?
Esta carrera me ha regalado el mundo. Eso es lo que más valoro en 20 años de trabajo, que me ha permitido conocer gente de todos los colores, de todos los sabores, de todas las corrientes de pensamiento, que me ha ayudado a entender que tenemos mucho en común y que también me ha ayudado a ubicar en dónde me siento más cómodo para realizar mi trabajo, mucha más certeza de lo que estoy haciendo en un mundo como el documental, que es tan incierto.
¿En estos 20 años de carrera, cuál es la anécdota que más sobresale?
Hay una proyección que será mi favorita. Hice una película en El Salvador que hablaba sobre los últimos tres años previo a la guerra civil y sobre el asesinato de monseñor Óscar Arnulfo Romero. Esta película, Cielo abierto, inauguró el Foro Centroamericano de Periodismo y sirvió de apertura en el Teatro Nacional. Se llenó de campesinos, guerrilleros, soldados, policías que nunca habían entrado al teatro, gente de las bases eclesiásticas; es decir, todos los momentos de la historia que yo estaba contando. Mi preocupación estaba en que días atrás, la prensa local publicaba amenazas en mi contra porque estaba abriendo heridas en El Salvador. Cuando terminó la proyección eran dos mil voces coreando gritos de guerra. Aquellos aplausos son los más cálidos que he sentido porque venían de los protagonistas de una historia que estaba contando.
¿Estás de acuerdo en la idea de que México es potencia en documentales?
Totalmente. Es muy renombrado en el mundo.
¿A qué se lo atribuyes?
A que hay una formación sólida que por años se construyó una escuela que permitió el crecimiento de talento de las generaciones nuevas, a que se estableció una política pública que buscaba internacionalizar a sus autores. ¡Vamos! a que se le tenía respeto al cine. No sólo es mérito de los cineastas, sino de una política pública que permitió que existieran espacios de encuentro para debatir las ideas y donde se formaron nuevos cineastas, nuevas ventanas para que el trabajo sea visto. Todo ese coctel es un mérito de muchas voluntades.
¿A qué atribuyes que los documentalistas sean tan buenos en la narrativa cinematográfica?
A que hubo, por muchos años, una escuela de (cine) documental, a que hubo contacto con documentalistas del mundo. Empezamos a ver en el documental un género narrativo no solamente un brazo de la ciencia, y que permitió la experimentación. También a la libertad con la que se trabajó. Pero insisto en que se debe principalmente a que el Estado permitió que nuestro trabajo fuera valioso, si no, estaría escondido, como ha pasado con otras industrias.
¿El documental existe para hacer una separación de la ficción?
No, la ficción y el documental son hermanas, sólo que ambas miran hacia lados opuestos, pues la materia prima, lo que las nutre, son distintas. También su vínculo con la realidad es distinto y los cánones con los que se filman.
¿Crees que es un mal hábito no nombrar película a un documental?
Sí, pero eso ya va cambiando. Con el mundo del streaming y las plataformas eso ya cambió: ya nadie sabe si es película, serie, documental, ficción, experimental o animación. Parte por lo que mi generación luchó fue por que se les reconociera por el mote de “película” con todo lo que pudiera significar.
¿Qué tan importante es la confianza entre el entrevistador y el entrevistado al momento de hacer un documental?
Esa es la piedra angular. Sin la confianza del otro no habrá manera de cómo hacer la película, porque el otro es quien realmente permite hacer la película. A veces creemos que es al revés, pero casi siempre es decisión del otro.
¿Cuál es la cualidad esencial que debe tener un documental?
La ética. Es una de las cualidades primordiales por su relación con la realidad y con la necesidad de grabar con gente que no se interpreta, con gente que comparte su vida y eso obedece a un código ético que hay que cuidar.
¿Qué encontraste en los países que visitaste para hacer Yermo, tu último documental?
Encontré nómadas, navajos, corredores de carreras de camellos, entrenadores de caballos, niños, muchos niños, mujeres, en fin, son muchas cosas las que encontré.
Me agrada mucho saber que conocí comunidades milenarias que siguen las rutas de sus ancestros neandertales; por ejemplo, las familias nómadas de Mongolia. Me gustó convivir con los navajos y entender su relación con los caballos, gente que tiene una relación con las bestias de manera respetuosa. Vi el sincretismo en tribus como los Ima, que pese a tener hábitos muy primitivos, tienen conexiones con la tecnología que no tenemos en México. Son muchas las cosas que viví viajando cinco años por el mundo.
Yermo significa inhabitado, pero tu documental sugiere lo contrario en los desiertos que visitaste…
Así es, porque este documental busca mostrarnos dónde están los brotes de vida, dónde está la esencia de los círculos sociales más cercanos, además de la necesidad de relacionarse y entender el mundo.
¿Qué similitudes encuentras entre los habitantes de las grandes ciudades y los de los desiertos?
La pandemia nos hizo parecernos más a todos, porque la dependencia hacia nuestros círculos familiares se estrechó. Nuestra preocupación por cuidar a nuestros viejos, creció. Nuestro deseo porque nuestros hijos crecieran en un mejor mundo también se modificó, porque la hostilidad estaba fuera de nuestro hogar, un poco como ocurre en el desierto en las sociedades más primitivas. Ahí creo que volvimos a recordar las cosas esenciales. Eso es lo que más aprecio de la gente que conocí y que me ayudó a vivir este confinamiento de otra manera.
¿Qué tipo de música te invita a reflexionar?
En música no tengo un gusto específico. Me gusta la música, puede ser desde Los Beatles, Rubén Blades, pasando por Calle 13.
¿Y qué tipo de música te invita a bailar?
La salsa y me obliga mi mujer porque es cubana.
¿Mientras bailas, reflexionas también?
¡Es imposible! Mi mujer es una bala y si no pongo atención, sí quedo muy mal. Reflexiono en la ducha, también en los trayectos por carretera, en un sillón que tengo en casa, pero sobre todo, en silencio.
Entre la música y el silencio ¿con cuál te quedarías?
Con la música. No puede faltar en mi vida.
Vida documentada
Everardo González es una de las voces más sólidas del género en América Latina. Estas son las obras más destacadas en su trayectoria dentro del cine documental.
›La canción del pulque (2003). Pimer largometraje documental de González. Recibió el Ariel al Mejor Largometraje Documental y la nominación a Mejor Ópera Prima. Obtuvo los premios Mayahuel a la Mejor Fotografía y Edición de largometraje mexicano en el Festival Internacional de Cine en Guadalajara. Obtuvo, además, la Mención Especial del Jurado en el primer Festival Internacional de Cine de Morelia.
›Los ladrones viejos (2007).Su segundo documental, distinguido en los premios Ariel y en el festival de Guadalajara. Su trabajo se centró en los ladrones más famosos de México, que al momento del rodaje cumplían sentencias en la cárcel.
›El cielo abierto (2010). Este trabajo habla sobre monseñor Óscar Arnulfo Romero, la voz de los sin voz en El Salvador. El pastor, en medio de una de las guerras civiles más crudas del continente, exclamó que la misión de la Iglesia es la identificación con los pobres. Romero fue asesinado el 24 de marzo de 1980, en uno de esos crímenes largamente anunciados.
›Cuates de Australia (2011). El cuarto documental de González trata sobre un ejido en Coahuila, donde cada año hay un éxodo para buscar agua que escasea en la temporada de sequía. En este exilio, hombres, mujeres, ancianos y niños esperan la llegada de las primeras gotas de lluvia para regresar a su tierra. Ha recibido múltiples galardones.
›Yermo (2020). El último documental de este cineasta es un viaje multicultural en 10 desiertos alrededor del mundo: desde Atacama, en Chile, hasta el Sahara occidental, en Marruecos, pasando por Mongolia, Islandia, Estados Unidos, México, Perú y Pakistán. Estos retratos revelan pros y contras de vivir en esos paisajes áridos, inhóspitos y ajenos a la civilización moderna.