La nueva biología de la moral
Nuevos descubrimientos en la genética y en las neurociencias nos ayudan a entender mejor desde la congruencia que tenemos entre nuestros principios y nuestra conducta hasta el origen de nuestras opiniones sobre el comportamiento de otras personas
Cuando se cultivan especímenes de mantis religiosa en el laboratorio, una vez que la hembra pone los huevos hay que pasarla a otro contenedor; de lo contrario, en cuanto nazcan sus crías las devorará como haría con cualquier otro insecto.
Esta es la misma hembra que se comió al padre de sus hijos. Primero, le cortó la cabeza, lo cual desata en las mantis macho el reflejo copulatorio; después, se alimentó del resto del cuerpo para sobrellevar mejor la elaboración de los huevos.
En contraste, entre las aves y los mamíferos es natural desvivirse por los hijos y cuidarlos; sin embargo, sobre todo entre estos últimos, poco se sabe sobre los mecanismos cerebrales que generan estas conductas y que, en ocasiones, se llegan a oponer con éxito a actos tan importantes y arraigados como comer o beber para dejar el alimento y la bebida a los hijos.
›Estas conductas son, por supuesto, instintivas, y los seres humanos, aunque podemos admitir que tenemos instintos como el de supervivencia o el maternal, nos preciamos de que la mayor parte de nuestras conductas y sobre todo nuestras opiniones, principios y valores, son frutos de pensamientos más elevados.
Es más, cuando nos alejamos de un patrón de conducta que consideramos ético, decimos que nos comportamos “como animales”, haciendo referencia a que seguimos nuestros instintos o nuestras emociones más primitivas.
Sin embargo, estudios recientes han descubierto que las formas como evaluamos el sexo sin compromiso, el uso de drogas recreativas o cuando decimos o no decir mentiras tienen en buena medida bases biológicas, de la misma manera en que también las tiene el instinto maternal.
Todo por los hijos
“Los padres, tanto humanos como animales, deben optar por sacrificar un comportamiento por otro para poder cuidar a sus hijos”, dice Kumi Kuroda, quien encabezó un estudio en el RIKEN Center for Brain Science en Japón, que descubrió un sistema neuronal que motiva a los ratones “a cuidar a sus crías, suprimiendo su interés personal y su tendencia a evitar situaciones de riesgo y desagradables”.
Muchos comportamientos simples, como comer o beber, son impulsados en el cerebro por diferentes partes del hipotálamo, y se sabe que en ciertas áreas del hipotálamo también está el centro de la conducta de crianza, en particular la conocida como área preóptica media.
El objetivo de este nuevo estudio era ubicar los genes relevantes en las conductas de crianza y las células en que se expresan, y en el reporte de la investigación, publicado en junio de 2021 en la revista Cell Reports, destacan al gen que codifica para la proteína que funciona como receptor de calcitonina, el cual se expresa más en las madres posparto que en las ratonas vírgenes y los machos, fueran o no padres.
También encontraron que las conexiones entrantes y salientes de las neuronas en las que se expresa este receptor aumentaron después de que las hembras dieron a luz.
Las conductas de crianza en los ratones incluyen la construcción de nidos y recoger a las crías y traerlas de regreso al nido cuando se alejan. Pero si se silencian las neuronas con el receptor de calcitonina, las hembras dejan a las crías esparcidas por la jaula y la construcción de nidos se ve afectada.
Para estudiar el papel del receptor de calcitonina en la motivación para la crianza, los investigadores diseñaron un experimento en que pusieron a las crías en un laberinto elevado, lo cual es desagradable y aterrador para los ratones, aun así, las madres siempre recuperaban a las crías.
Sin embargo, cuando los niveles del receptor de calcitonina se redujeron aproximadamente a la mitad, dudaron y tardaron mucho más en completar las recuperaciones.
Por otro lado, entre los ratones de laboratorio existe un fenómeno llamado infanticidio adaptativo, en que los machos vírgenes a menudo atacan a las crías ajenas, lo cual, en principio elevaría su propia aptitud reproductiva. Sin embargo, después del apareamiento y la convivencia con la pareja preñada, los machos exhiben un comportamiento de crianza incluso hacia las crías que no son suyas. Esta conducta también parece estar mediada por el receptor de calcitonina.
El siguiente paso, explica Kuroda en un comunicado de prensa, “es examinar el papel de las neuronas que expresan el receptor de calcitonina en el comportamiento de crianza de primates no humanos, que debería ser más similar a lo que sucede en los humanos”.
Obviamente, aclaran los investigadores, el panorama es más complicado, aunque este es un ejemplo donde la intervención de la genética en la conducta está más o menos clara y pronto podría aclararse más, algo que no sucede con otras conductas, y menos con las opiniones.
La genética de la opinión
Una investigación publicada en octubre de 2021 en la revista Psychological Science encontró que existe una base genética común en la opinión, de aprobación o desaprobación, que puede tener una persona sobre el sexo sin compromiso y la que tiene sobre el uso de drogas recreativas.
›Por estudios anteriores se sabía que la apertura de las personas a participar en relaciones sexuales sin compromiso se explica parcialmente por los genes (aunque el medio ambiente tiene mucho que ver), por lo que un equipo de investigación encabezado por Annika Karinen, de la Vrije Universiteit Amsterdam en los Países Bajos, investigó si las opiniones morales sobre el uso de drogas, que se ha visto que se correlacionan estrechamente con la apertura al sexo sin compromiso, estaban influenciadas por los mismos factores genéticos.
La investigación se hizo en Finlandia por medio de encuestas a 8,118 gemelos, entre idénticos y fraternos, para poder distinguir cuánto se puede explicar por los genes, el entorno compartido y las experiencias en entornos únicos no compartidos por los gemelos.
Los investigadores encontraron que los puntos de vista morales sobre las drogas recreativas y la apertura al sexo no comprometido son aproximadamente un 50% heredables y el 50% restante se explica por el entorno. Además, aproximadamente el 75% de la relación entre las opiniones sobre esos temas se explica por efectos genéticos, y el resto se explica por el entorno.
En el reporte de la investigación, los autores destacan que las opiniones sobre estos temas son relevantes porque no tienen influencia en los intereses de quienes opinan, son juicios de valor que se hacen sobre la conducta de otras personas.
“Partes importantes de los temas candentes de la ‘guerra cultural’ surgen de las diferencias en las preferencias de estilo de vida entre las personas, y esas diferencias parecen tener en parte una base genética”, expuso en un comunicado Annika Karinen.
500 milisegundos es lo que tarda en entrar en acción el control cognitivo que nos permite ignorar distracciones y tomar decisiones conscientes.
La biología de la toma de decisiones
Una cosa es tener una opinión sobre tema ético y otra es actuar de acuerdo con ella. Al respecto, los estudios genéticos aún no tienen mucho que decir, pero los de neurociencias sí; por ejemplo, una investigación publicada en el Journal of Neuroscience en octubre de 2021 logró identificar el momento en que una persona toma la decisión consciente de seguir, o de no seguir, sus principios morales, en este caso con respecto a hacer trampa.
El experimento planteado por los investigadores de la Escuela de Administración de Rotterdam de la Erasmus University es sencillo: en un juego, los participantes debían detectar diferencias entre pares de imágenes, y cuando informaban haber encontrado tres diferencias obtenían una recompensa; pero solo algunos de los pares contenían realmente tres diferencias, lo que permitía e incluso animaba a los participantes a hacer trampa.
Los extremos en el cumplimiento moral de los participantes fueron extrañamente similares: mientras algunos hicieron trampa sólo el 6% de las veces, otros sólo dijeron la verdad el 6% de las veces.
Pero más que “cacharlos en la mentira”, lo que el estudio consiguió fue cacharlos en el momento de tomar la decisión de mentir.
Tomar una decisión, moral o de cualquier otro tipo, involucra una capacidad llamada de “control cognitivo” o control ejecutivo, es lo que nos permite anular los múltiples impulsos del cerebro y las señales del exterior y concentrarnos en algo; se puede decir que es la capacidad de ignorar las distracciones.
Al ejercer el control cognitivo ciertas ondas cerebrales, llamadas theta, se fortalecen. El control cognitivo no entra en acción de inmediato, tiene un retraso de al menos medio segundo, y ambos factores se pudieron observar cuando los participantes actuaron en contra de su propia moral; es decir, cuando los tramposos tomaban una decisión consciente lo más probable es que ésta fuera actuar con honestidad, y cuando las personas honestas tomaban una decisión en general hacían trampa.
En otras palabras, el estudio sugiere que actuar de manera acorde con nuestros principios puede hacerse de manera automática; pero actuar en contra de nuestros principios es, en general, una decisión consciente.
El dato. Un único gen parece ser determinante para que las ratonas estén motivadas para cuidar a sus crías y para que los machos que no son padres dejen de cometer infanticidios.
Epílogo
En su más reciente libro, La nueva biología de la mente, el premio Nobel de Fisiología o Medicina del 2000, Eric Kandel, describe cómo “la expectativa de una recompensa nos ayuda a crear hábitos”. Desde el punto de vista del cerebro, esa recompensa no es un pastel, dinero, zapatos nuevos ni el bienestar del prójimo, sino la liberación de un neurotransmisor llamado dopamina.
Este mecanismo puede ayudar a crear hábitos saludables, conductas que hacemos de manera automática, sin pensar en ellas; como, por poner un ejemplo tratado en este texto, no hacer trampa; pero también puede conducirnos a adicciones dañinas a las compras, al juego, a la comida, al trabajo o a las drogas.
“Todos los estupefacientes actúan sobre ese sistema de recompensas. Cada droga actúa sobre un objetivo diferente, pero en todos los casos lo que se pretende es aumentar la cantidad y duración de la dopamina en el cerebro”, dice Kandel
El neurocientífico también menciona que en el tratamiento de la esquizofrenia, además de los medicamentos psiquiátricos, la psicoterapia ayuda a los pacientes, entre otras cosas, “a darse cuenta de que sufren un trastorno, una enfermedad: no son malas personas, sino buenas personas que tienen delirios y alucinaciones”. Eso mismo, que sufren un trastorno, se puede decir de quienes viven con adicciones.
Vale la pena hacer notar que tanto las personas que viven con esquizofrenia como los adictos se pueden recuperar y cambiar sus ideas y conductas dañinas; ante eso, modificar algunos hábitos u opiniones no parece tan difícil.