“Mujer que sabe latín, ni encuentra marido ni tiene buen fin…” o “La mujer, como las escopetas, cargadas y en la cocina”… y así, se decía. Eran tiempos no muy lejanos en los que la condición femenina tenía un rol muy específico en la vida pública y familiar: el de cuidar el hogar, hacer la comida, lavar, planchar, bordar y salir a pasear un rato, de tiempo en tiempo, cuando el marido así lo quisiera… “¿Me das permiso, viejo?”…
Y un poco ese sometimiento también ellas lo permitían… Aunque algunas se rebelaban y decidían tener su propio uso de razón y de forma de ser, su cuerpo y una perspectiva personal de su vida. Con frecuencia a estas mujeres, tanto damas como caballeros, las declaraban “perdidas”…
Pero ya en otro momento, cuando se supone que la mujer se ha emancipado, cuando vive su propia vida y su propio género y vocaciones profesionales, aún quedan polvos de aquellos lodos y, para algunos, como si el tiempo no hubiera transcurrido, gritan a los cuatro vientos su percepción de lo que debe ser la mujer, al tiempo que uno adivina la forma como llevan las cosas en su casa…
Esto viene al caso porque apenas el jueves pasado, como gran amonestación, las diputadas del PRD, anunciaron que entregarán un paquete de libros sobre políticas públicas y trato a mujeres al gobernador de Baja California, Francisco Vega de Lamadrid, alias “Kiko” quien el 9 de febrero espetó en público:
“Las mujeres son lo mejor que nos ha pasado; ¡están re-buenas todas!... para cuidar niños, para atender las casas, para cuando llega uno y… a ver mijito, las pantuflitas…”
Lo dijo en público integrado por hombres y mujeres: ambos le aplaudieron el gracejo que él mismo festejó como gran aportación a la cultura nacional de género.
No obstante se le vino el mundo encima. Se le declaró non grato para las mujeres del país, en particular para integrantes de grupos de defensa de lo femenino, de legisladoras beligerantes y de varones que ven en esto un retroceso en la evolución de la igualdad de género… Y si, el peor castigo que puede recibir un ignorante es el de tener que leer… Pero hasta ahí.
Y es que en realidad el tema de las cuotas de género es una aportación importante para el fortalecimiento de la participación femenina en la vida pública del país. Está bien, aunque también hay que considerar que la igualdad no radica en el sexo, si en la inteligencia, en la capacidad, en las propuestas, en la dignidad, en la honorabilidad y en el compromiso individual y colectivo para aportar soluciones…
De tal forma que eso de que, por ejemplo, en algunas instituciones nacionales se exija que por lo menos el 50 por ciento de integrantes deben ser mujeres es también una falacia: forzar a que 50 por ciento sean integrantes femeninos para legislar, o calificar o activar proyectos puede resultar peligroso para la sociedad. La verdadera cuota de género está en estas capacidades. Así que si, por ejemplo, hay más mujeres que hombres en esta tesitura, pues que sean más mujeres que hombres en los espacios de decisión y mando y responsabilidad… o a la inversa.
Porque cuando se asume que por lo menos debe haber ese cincuenta por ciento, se acepta de forma implícita que se están regalando estas posiciones, tan sólo para cumplir con la cuota de género. Y ahí está el problema. Hay más mujeres en el país que hombres. Son tanto inteligentes como los hombres o a veces más. Hay hombres que lo son también, y no es un asunto de sexualidades, si de tener amueblada la maceta: mujeres u hombres…
De la misma manera que hay mujeres que actúan de forma tan beligerante que disimulan muy bien su femineidad y, ocultas en su condición de mujer, abusan y avasallan, agreden y espetan… Es así que ni hombres o mujeres escapan a un factor que va más allá de lo genérico; es el factor humano.
Y por lo mismo debe haber igualdad de responsabilidad y respeto entre ambos; si camaradería; si reconocimiento de talentos; si apertura de oportunidades en igualdad de condiciones: eso es la igualdad de género; no el forzoso cincuenta por ciento que anula el auténtico respeto tanto a hombres o mujeres, en igualdad de fortalezas y posibilidades.
Así que cuando le preguntaron al famosísimo alcalde de San Blas, en Nayarit, Hilario Ramírez, alias “Layín” que porque en su fiesta pantagruélica de cumpleaños el 28 de febrero le había levantado en varias ocasiones el vestido a su acompañante de baile, dijo que ambos estaban alegres; y que qué pensaría –le preguntaron también-- si alguien le hiciera lo mismo a su mamá o a su hija… entonces el hombre dijo que no, que su familia es respetable… y que él respetaba a las mujeres y…
Estos son los polvos de aquellos lodos. Tanto “Kiko”, como “Layín” son polvo que fue lodo.