“¡Ánimo, que lo mejor es lo peor que se va a poner!”. Como si de una premonición se tratara, el presidente Andrés Manuel López Obrador lanzó la frase entre risa y un rápido caminar hacia el atril, al inicio de la conferencia mañanera.
Hasta ese momento, nadie sabía si se refería al rumbo que tomaría la comparecencia matutina o el país.
Apenas 30 minutos habían transcurrido desde el inicio de la conferencia, cuando el primer golpe llegó. El caos en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México se debe a un conjunto de situaciones, entre ellas, que las aerolíneas no colaboran, soltó.
“No les agradó que se cancelara Texcoco”, reiteró. “Había contrabando y cruce de drogas”, y ante el tráfico aéreo “las aerolíneas no han querido trasladar al AIFA sus vuelos”, acusó.
Minutos más tarde llegó la estocada más profunda. De los sacerdotes que denunciaron cobro de piso de la delincuencia organizada, no tiene datos. Le quiso ceder el micrófono al subsecretario de Seguridad, Ricardo Mejía, pero lo pensó dos segundos y él mismo contestó: “Hay que tener cuidado, porque puede no ser cierto o puede no ser un asunto generalizado”, señaló a los religiosos de mentir.
Con un rostro cargado de seriedad, afirmó que es la primera vez que escucha de este caso. “Sí, pero hay que ver. No por ser religiosos ya son infalibles”, inició así una dura crítica contra la religión, esa a la que tantas veces ha mostrado su respeto y hasta su reconocimiento.
Pero su respuesta no fue de botepronto. Desde hace 10 días, cuando el asesinato de dos sacerdotes jesuitas en Chihuahua conmocionó al país, la Iglesia levantó la voz, exigió justicia y criticó que “los abrazos ya no alcanzan a cubrir los balazos”, y López Obrador sólo había defendido por encima su estrategia.
Hoy se soltó. Agarrado fuertemente del atril, inició su contraataque. “¿Qué quieren los sacerdotes? ¿Qué resolvamos los problemas con violencia? ¿Vamos a apostar a la guerra?”, y reiteró, como ha sido con otras decenas de opositores, ¿por qué no actuaron con Calderón de esa manera? ¿Por qué callaron cuando se ordenaron las masacres? ¿Por qué esa hipocresía?”
Los minutos pasaron y los temas seguían surgiendo. Pero antes de defender el trabajo de sus “corcholatas”, dejó entrever que el asesinato del periodista Antonio de la Cruz pudo tener razón ante las críticas que realizaba al gobierno de Francisco García Cabeza de Vaca. Para todos tuvo.
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