Desde su inauguración, el 30 de abril de 1956, la Torre Latinoamericana, obra ejemplar de la ingeniería mexicana, ha sido imagen icónica de la Ciudad de México.
Nahum Torres | @nahjum
En el primer lustro de la primera mitad del siglo XX, el rascacielos construido por la aseguradora La Latinoamericana cristalizó la modernización mexicana: el paisaje urbano incorporaba una edificación en el centro de la ciudad y en el ombligo del país.
Sus cuarenta y cuatro pisos satisfacían el ánimo cosmopolita para dejar atrás aquella noción rural sobreponiendo lo urbano e industrial como una nueva etapa de desarrollo (1), ya en marcha durante el sexenio del Presidente Miguel Alemán. Eran tiempos de transformación. En 1952 se inauguró una parte de la “Ciudad Universitaria”, mientras se mantenía la construcción del “Conjunto Urbano Presidente Adolfo López Mateos” de Nonoalco Tlatelolco.
En lo que hoy se reconoce como Centro Histórico (2) comenzaron a surgir edificios en cuya arquitectura predominaba una estética estadounidense por encima de la imagen virreinal (3). La tendencia era el trazo racionalista y la monumentalidad. Habrá que recordar que estas transformaciones no estaban específicamente centradas en nuevos diseños urbanos o políticas públicas, sino que desde la segunda década del siglo XX estaban latentes en expresiones como la literatura y el arte. Un claro ejemplo es la oda a los rascacielos que el poeta veracruzano Manuel Maples publica en abril de 1921, en el inciso X de su hoja-manifiesto Estridentista:
«Esos maravillosos rascacielos tan vituperados por todo el mundo», al decir de Maples Arce, ofrecen el mejor testimonio del anhelo vertical o «ascensional» de la nueva ciudad. En ellos, las escaleras ya no son útiles; por eso, continúa Maples, «entre sus tejidos musculares se conmueve el ascensor eléctrico. Piso cuarenta y ocho. Uno, dos, tres, cuatro. Etcétera. Hemos llegado».
El rascacielos, por lo demás, estimuló hondamente la imaginación de los estridentistas: «Hay que tirarse de 40 pisos / para reflexionar en el camino», leemos en uno de los poemas de List Arzubide. (4)
Casi 70 años después del poema “Silabario” (1923) de List, en la película Sólo con tu pareja, enmarcada en lo que se conocerá posteriormente como el “Nuevo Cine Mexicano”, la Torre Latinoamericana fue el escenario ideal para que un chilango mujeriego y su vecina, pretenderán suicidarse desde el último piso, justo desde el mirador al aire libre (5).
Por fortuna nadie utiliza esta torre para solucionar fracturas emocionales pues el piso 44 se mantiene como un mirador al aire libre protegido con bardas especiales que permiten seguir admirando la hoy llamada “Ciudad de Ciudades” a 360 grados de vista y sin temor a caer al vacío. En nuestros días “La Latino”, como le llama todo capitalino, es un edificio cuidadosamente vigilado. Ojos atentos observan sus puertas principales que llevan a tres elevadores donde un conductor o conductora (según sea el turno) autoriza el descenso de los visitantes. Y es que la Torre Latino además de ser (todavía) una de las construcciones más altas en la ciudad, característica que la convierte en un sitio infaltable de visita de turistas tanto nacionales como internacionales, es también un edificio donde tienen lugar despachos de contadores, abogados, consultorios dentales, agencias de viajes, salones de belleza y oficinas en renta (coworking) que funcionan incluso para realizar proyectos como “Pase usted” en el que se debatió la movilidad de la ciudad. Así, para llegar a la cima de este edificio ubicado en la esquina de Madero y Eje Central Lázaro Cárdenas, antes San Juan de Letrán, será necesario adquirir en la planta baja un boleto de entrada al mirador y subir al piso 37, el cual funciona como mezzanine, en el que se encuentra, por un lado, una pequeña cafetería y por el otro, la salida de la incipiente tienda de recuerdos en la que es posible encontrar llaveros o playeras estampadas con la imagen de La Torre. En ese piso, habrá en espera un elevador que conduce a los pisos restantes: piso 38, en el que se encuentra el Museo Exposición Permanente “La ciudad y la Torre a través de los siglos”; piso 41 ocupado por el Restaurante Miralto; pisos 42 y 43 donde se llevan a cabo eventos especiales y exposiciones temporales; y el piso 44, última parada, donde se ubica la terraza desde donde es posible mirar (si las nubes lo permiten) el enorme Valle de México rodeado de imponentes montañas. Abierto los 365 días del año, de 9 de la mañana a 10 de la noche, es posible realizar este recorrido además de visitar el piso 36 en el que pernocta el Museo del Bicentenario.
Inamovible a tres sismos, 60 años más tarde de su inauguración, la Torre ha resistido y con los años se ha mantenido como un importante icono urbano y una referencia geográfica de la capital. Prueba de ello es que la imagen de la estación del metro San Juan de Letrán de la Línea B del Metro es la Torre vista por un caminante desde el eje central en la que solo es posible percibir la punta de la torre que se funde con el cielo .
Su imagen ha sido portadas de diferentes libros, tal es el caso de La región más transparente, de Carlos Fuentes (1958) en la que la Torre se levanta como un ícono de la “nueva era mexicana”. Así, el imaginario construido durante todos estos años alrededor de los rascacielos como edificios que representan el desarrollo urbano, económico y social de un lugar, la Torre Latino ha prevalecido para los mexicanos como uno de sus símbolos de “gran ciudad”. Si uno revisa el cine hollywoodense, por ejemplo, en la película Man on Fire, producción estadounidense dirigida por Tonny Scott (2004), “la Latino” forma parte de un paisaje urbano que si bien es incomparable al de Nueva York sí rompe con la clásica fotografía de una metrópoli desgajada y dibuja una postal en la que es posible reconocer una ciudad de arquitectura colonial mezclada con la modernidad que representan el acero, el vidrio y las grandes alturas.
La emblemática torre de 181.33 metros es una maravilla de la ingeniería civil que continua provocando e inspirando a ingenieros, artistas y citadinos comunes que caminan por sus alrededores. También es un ejemplo en la construcción de suelos complicados pero sobre todo, es obra de una mente brillante que apostó por la posteridad, creando un legado histórico para los defeños y los mexicanos en general.
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(1) Discurso de Alejandro Encinas (Jefe de gobierno del D.F.) durante la conmemoración del 50 aniversario de la construcción de la torre Latinoamericana (Agosto, 2006)
(2) Categoría que debemos al ilustre don José Iturriaga, en su afán por conservar y promover la principal arteria cultural, histórica y arquitectónica del continente americano.
(3) Peniche Camacho, Luis Alfonso. “Cambios en la imagen urbana del centro de la ciudad de México” en El Centro Histórico de la Ciudad de México. Una visión del siglo XX. Serie ensayo 79. Universidad Autónoma Metropolitana, 2004. Pág. 93.
(4) Prieto González, José Manuel. El Estridentismo mexicano y su construcción de la ciudad moderna a través de la poesía y la pintura. Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. [En línea]. Barcelona: Universidad de Barcelona, 10 de abril de 2012, vol. XVI, nº 398. <https://www.ub.es/geocrit/sn/sn-398.htm>.
(5) Sólo con mi pareja, dirigida por Alfonso Cuarón, con guión de Carlos Cuarón (1991).