La invasión al otro lado de la frontera
Las calles salpicadas de vidrios y piedras, los cuerpos tapados con cobijas y enterrados de forma improvisada es el rostro más visible en 29 días de guerra; pero en Rusia la población resiente la escasez de alimentos y escucha cada vez más cerca el atronar de las bombas
El 24 de marzo se cumplió un mes de la presencia rusa en Ucrania. Un conflicto bélico de magnitudes que no veía Europa desde el siglo XX. Cuatro semanas después, la invasión continúa y es que a pesar de las intenciones del Kremlin por llevar a cabo un ataque relámpago, el ejército aún no logra su cometido: derribar al gobierno de Volodymyr Zelensky.
Sin duda alguna en Ucrania se encuentra la parte más cruda de la guerra. En los 29 días transcurridos hasta hoy, 977 civiles han muerto, otros mil 594 se reportan heridos, 3.6 millones de personas han tenido que huir del país y 6.5 millones se han convertido en desplazados internos, según datos de la Organización de Naciones Unidas. Rusia, sin embargo, no ha sido el gran vencedor de la historia, en el país se viven verdaderos tiempos orwellianos.
›Como consecuencia de la llamada “operación especial”, el régimen de Vladímir Putin impuso más controles a la información, que junto con la salida de medios internacionales, ha dejado a la población a merced del discurso oficial.
“El pueblo ruso podrá distinguir a los verdaderos patriotas de la escoria y los traidores, a quienes simplemente escupe como una mosca que accidentalmente voló a su boca”, fueron las declaraciones de Vladímir Putin del 17 de marzo.
Sus palabras reflejan algo que Moscú no esperaba: una reacción negativa por la invasión de Rusia sobre Ucrania; y es que hasta el momento el número de manifestantes detenidos en el país suman 15,097 personas, de acuerdo con el proyecto informativo independiente OVD-Info, especializado en derechos humanos. Esta cifra incluye no sólo a los protestantes tradicionales, sino a civiles que han declarado su rechazo parcial o total con el régimen, como el caso del sacerdote Ioann Burdin, que fue arrestado por pronunciar un sermón de paz o la detención de cinco menores de cinco a 11 años por poner flores frente a la embajada de Ucrania en Moscú.
En general, la población está segura de que el país resultará victorioso. La gran pregunta que se hace en la calle es cómo, pues la información diseminada por el gobierno es escasa y no se sabe con certeza los logros alcanzados.
Pérdidas difusas
A propósito del primer mes de la “operación especial”, el 25 de marzo, las Fuerzas Armadas de Rusia reportaron que el número de soldados muertos en combate era mil 351 y el de heridos de tres mil 825, mientras que, según sus datos, el ejército ucraniano ha perdido a 30 mil militares.
Estas cifras contrastan con información de Occidente, que calcula un número mayor de bajas. Según estimaciones de la OTAN el ejército ruso ha perdido entre siete mil a 15 mil soldados, un número que de ser cierto se encontraría a la par de vidas perdidas durante la guerra de la exnación soviética contra Afganistán, la cual duró 10 años. Como resultado se tendría una guerra no sólo económicamente costosa para Rusia, sino también táctica y demográficamente.
Y es que a pesar de que no dejan de asegurarse las victorias en Rusia, lo cierto es que Ucrania está resistiendo la embestida como nadie imaginaba. La firmeza de Kiev y los miles de civiles que se han unido al ejército para proteger a su país tomaron al Kremlin desprevenido, prolongando la invasión mucho más de lo deseado. Rusia está detenida, no sólo en la capital ucraniana. El ejército sólo ha podido avanzar en regiones prorrusas, encontrándose varado en puntos estratégicos que le permitirían rodear a Kiev.
De acuerdo con el coronel general, Sergei Rudskoy, al mes de la invasión las tropas rusas ocupan toda la región de Jersón y la mayor parte de Zaporozhye; no obstante, Kiev, Járkov, Chernígov, Sumy y Nikolaev están bloqueadas. Mientras que, en zonas prorrusas como Luhansk y Donetsk, sólo se controla el 93% y 54% del territorio, respectivamente.
“Nuestras fuerzas y medios se concentrarán en lo principal: la liberación completa de Donbás”, aseguró el general, sin abordar a detalle la necesidad de controlar Kiev y el resto de las regiones.
El gobierno ruso asegura que sus objetivos se focalizan en infraestructura militar y hacia el ejército ucraniano, pero las imágenes de ataques sobre poblaciones civiles parecieran demostrar lo contrario. De acuerdo con el Kremlin, sin embargo, este discurso es parte de la propaganda de Occidente en contra de Rusia.
“Lo rechazamos categóricamente. Además, Rusia no es miembro de la Corte Penal Internacional (CPI)”, declaró el secretario de prensa de presidencia, Dmitry Peskov el pasado 1 de marzo, luego de que Estados Unidos acusara a Rusia de cometer crímenes de guerra.
Lo que sí refleja el recrudecimiento de los ataques es la desesperación del Kremlin. El gobierno ucraniano incluso asegura que Rusia ha empezado a utilizar armas químicas, en específico, granadas de fósforo blanco, prohibidas en el mundo desde 1997. Y crecen los rumores de un posible uso de armas nucleares, que el gobierno ruso no ha desmentido.
“Tenemos un concepto de seguridad interna, y es público. Puede leer todas las razones para usar armas nucleares... Si existiera una amenaza contra nuestro país, entonces, podrían usarse de acuerdo con nuestro concepto”, declaró el vocero Peskov el 22 de marzo.
En Rusia las cosas cambian
En el estado de Bélgorod, Rusia, el conflicto se ha recrudecido visiblemente. La región, que desde hace varios años se ha acostumbrado a los ataques ocasionales dada su posición fronteriza, está experimentando una nueva realidad.
En la mañana del 22 de marzo, residentes de la zona rural del estado se levantaron con sonidos de disparos, pero a pesar de los videos grabados donde se observaba la explosión de objetos en el aire, la amenaza de una posible bomba fue negada por el gobernador, Vyacheslav Gladkov. Al día siguiente, a las 15 horas, un artefacto explotó en los pueblos fronterizos del estado, Zhuravlevka y Nekhoteevka. Como resultado tres personas resultaron heridas, una de ellas de gravedad.
Según las autoridades, el casquete provino desde Ucrania, lo que generó preocupación en los casi 200 residentes de los poblados que tuvieron que ser reubicados ese mismo día. La medida fue oportuna pues el 24 de marzo aún seguían escuchándose disparos y explosiones en la zona.
›Este no es el primer incidente que se registra en la región desde el inicio del conflicto. El 5 de marzo otro casquete impactó en la ciudad, dejando a su paso solo un inmueble dañado. A pesar de ello, el gobierno aún asegura que no hay nada de qué preocuparse, si bien el estado es clave para el progreso de la operación militar pues desde aquí se llega a Járkov y Suny. Tan es así, que el aeropuerto, cerrado desde febrero, seguirá así hasta el 6 de abril para ser usado como base militar.
Para la población local, sin embargo, la mayor preocupación no es la bélica, sino la económica. El aumento de precios y el desabasto como consecuencia del redireccionamiento del gasto público y de las sanciones impuestas preocupan a la ciudadanía. La economía rusa iba en rápida recuperación tras la Covid-19.
En 2021 no sólo alcanzó los niveles prepandemia, sino que además creció 2% más. El problema del país residía en la inflación, que casi duplicó su valor el año pasado a pesar de los esfuerzos del Banco Central por controlar las tasas de interés. Con el inicio del conflicto, sin embargo, las primeras previsiones del Banco Central estiman una caída del 8% del PIB y una inflación del 20%, no observada desde el año 2000, por los estragos de la crisis de 1998. (Ver gráfico)
Con una tienda de conveniencia en cada esquina, en Bélgorod, Rusia se podía comprar cualquier producto antes de la invasión a Ucrania. Hoy víveres como el azúcar, el aceite o la harina de trigo escasean. Las decisiones del Kremlin no sólo han convertido al país vecino en un campo de batalla, sino que han expuesto a su propia población a una profunda crisis.
Golpean precios a los rusos
Irina Vladimirovna no esperaba vivir la falta de suministro otra vez. Ella recuerda que, en su infancia, cuando Rusia aún era parte de la Unión de Repúblicas Socialistas y Soviéticas (URSS) era común la falta de uno u otro producto. Pero con la implosión de la exnación comunista en 1991 la economía rusa vertiginosamente cambió de rumbo. Desde entonces productos de marcas internacionales como Coca-Cola, McDonald’s e incluso Bimbo podían encontrarse en el país.
“Cuando pensábamos que lo peor había pasado, se imponen todas estas sanciones antirrusia, ¿cómo es posible que no haya azúcar? Lo peor es que no sabemos cuándo va a llegar. Con el Corona, se retrasaba (el abasto) pero luego ya volvía a haber”, reclama molesta la profesora universitaria.
La falta de azúcar ha sido un gran problema en las últimas semanas y cuando es posible encontrarla, el costo es considerablemente más elevado. El 19 y 20 de marzo, en una de las ferias agrícolas más grandes de la región, se observaron largas filas para poder acceder a este producto.
El gobierno asegura que la escasez se debe a compras de pánico, pero lo cierto es que el producto no llegó al estado hasta el 25 de marzo, informaron medios locales. Como respuesta, la cadena de tiendas Magnit, muy popular en la región, impuso restricciones para la adquisición de esta mercancía. No puede comprarse más que una sola bolsa de cinco kilos o bien tres bolsas de un kilo cada una.
Este no es el único producto cuyo costo ha subido: el agua de consumo también incrementó su valor 15.3 por ciento. En una ciudad donde el recurso más básico no es potable por la cantidad de calcio ionizado en él, es indispensable que se tomen medidas para contener la escalada.
El gobierno local, por ejemplo, ha introducido una serie de subsidios a artículos de primera necesidad y ha puesto en marcha la entrega de apoyos económicos para madres solteras, personas con discapacidades y fondos para inversionistas. Medidas similares a las impuestas por el gobierno federal, que intenta crear las condiciones para evitar la pérdida de empleos, inversión y fugas de capitales. No obstante, mientras la guerra persista, el gasto gubernamental seguirá redireccionándose y las sanciones económicas continuarán escalando, lo que no augura un panorama económico estable ni próspero para Rusia.
Un mes se ha cumplido desde la invasión de Rusia en Ucrania. El Kremlin ha dicho que la invasión puede detenerse “en cualquier momento”, siempre y cuando Kiev cumpla con todas sus demandas, que exigen: el reconocimiento de Luhansk y Donetsk como Repúblicas independientes, la autonomía de Donbás y otras regiones prorrusas y la salida del actual gobierno ucraniano. Además, por supuesto de garantías de que Ucrania no se unirá a la UE ni a la OTAN. Términos que no son negociables para Zelensky.
El Kremlin tiene todo el armamento en su haber para invadir Ucrania, el costo político y económico que tendría que enfrentar por ello, sin embargo, es demasiado grande. Ahora mismo, la defensa de sus intereses en política exterior, ya le costaron su seguridad y economía interna. Kiev demostró que resiste, la población rusa tendrá que demostrar lo mismo, si el conflicto se sigue extendiendo sin resultados claros.
SIGUE LEYENDO: