En México, un país de 126 millones de habitantes y en donde unos 7.3 millones de personas hablan una lengua indígena, la discriminación es usual.
Por ejemplo, en marzo de este año, una mujer otomí denunció que personal de un restaurante de la colonia Roma en Ciudad de México, en donde comía, le impidió el acceso al sanitario al alegar que era solo para comensales, refiere información de la agencia AFP.
Según una de las más recientes encuestas del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), 40.33% de la población indígena ha denunciado haber sido discriminada, y casi 50% considera que sus derechos se respetan poco o nada en el país.
Esa misma encuesta permite ver también los prejuicios de los mexicanos contra la población indígena. Tres de cada 10 personas estuvieron de acuerdo con la frase: “la pobreza de las personas indígenas se debe a su cultura”.
Para Alexandra Haas, directora de la oenegé Oxfam México, casos como el de Juan –el adolescente otomí que sufrió un episodio de discriminación y acoso en una secundaria de Querétaro– no son aislados ya que están insertos en un racismo sistémico del país.
En 2019, un estudio de esa organización encontró que en México hablar una lengua indígena, identificarse en una comunidad indígena, negra o mulata o tener el tono de piel más oscuro implica menos posibilidades de avanzar en el sistema educativo y laboral.
El caso de Juan “es un estado de shock de qué tan lejos puede llegar la discriminación”, advierte Haas.
“No podemos decir que lleguemos a ese acto como algo imposible de prever. Son décadas y siglos de discriminación racial e indígena y muy estructural”, añade la también exdirectora del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred).
Para atender el problema, México tiene una ley para prevenir la discriminación y hay instituciones encargadas de recibir denuncias al respecto. Además, en Ciudad de México suele haber leyendas en los negocios que advierten que en esos lugares no se discrimina por cuestiones de género, raza o creencia.
En México hablar una lengua indígena, negra o mulata o tener el tono de piel más oscuro implica menos posibilidades de avanzar en el sistema educativo y laboral.
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