La impunidad de Cuauhtémoc

1 de Abril de 2025

Raymundo Riva Palacio
Raymundo Riva Palacio

La impunidad de Cuauhtémoc

raymundo riva palacio AYUDA DE MEMORIA

1ER. TIEMPO. ¿A quién están protegiendo? Cómodamente, con 291 votos a favor, 158 en contra y 12 abstenciones, Cuauhtémoc Blanco volvió a ganar. La Cámara de Diputados desechó la solicitud de desafuero de la Fiscalía de Morelos para poderlo juzgar por tentativa de abuso sexual de su media hermana. La mayoría de Morena y su aliado, el Partido Verde, con la mayoría del PRI sumado al proceso de blindaje de Blanco, le refrendaron lo que el expresidente Andrés Manuel López Obrador buscó para él: fuero constitucional para cuando dejara de ser gobernador de Morelos. López Obrador le tenía agradecimiento. Le había puesto dinero a la campaña presidencial de su delfín, Claudia Sheinbaum. ¿De dónde había salido? Era irrelevante. Blanco le cumplió. Su relación no era vieja, pero sí interesada. En 2018, López Obrador sacrificó a su candidato para ser gobernador de Morelos, Rabindranath Salazar, porque un viejo aliado, el líder de Encuentro Social, un partido de derecha fundado por Hugo Eric Flores, lo convenció de que Blanco era un candidato ganador. Fue cierto. Obtuvo 51.6% del voto contra 15.51% de quien llegó en segundo lugar. Blanco había sido alcalde de Cuernavaca, donde empezó su carrera política, cuando tras un pago de siete millones de pesos, contendió por un partido local, el Socialdemócrata. Lo suyo no era la política, sino el futbol y la fiesta, pero el dinero no le caía mal. El gobierno municipal, como haría luego con el estatal, lo dejó en manos de su jefe de Oficina, José Manuel Sanz y su medio hermano, Ulises Bravo. Lo de ellos también era el dinero, aunque fuera por debajo de la mesa. Sanz fue investigado por la Unidad de Inteligencia Financiera por lavado de dinero, y su hermano fue quien cortaba el poder del pastel morelense. Las acusaciones de corrupción rodearon a Blanco desde la alcaldía y se profundizaron en la gubernatura, que se combinó con un caos absoluto en materia de seguridad. Gracias a López Obrador saltó a la Cámara de Diputados, con la garantía de impunidad por el fuero, pero no parecía que le iría bien con la nueva presidenta. El 3 de enero, en una gira por Xochitepec, Sheinbaum dijo que para atender la seguridad no se necesitaba tener la mano dura, sino honestidad y justicia. Ocho días después, el gobierno de Morelos, encabezado por Margarita González, cercana a López Obrador, interpuso las primeras cuatro denuncias penales por presuntos actos de corrupción en su gobierno. Sheinbaum le dio su aval y en la semana se sumaron más denuncias: ocho más de la Fiscalía de Morelos y de la General de la República contra Blanco y sus excolaboradores por presunto desvío de recursos, corrupción, falseo de documentos y asociación delictuosa. Apuntaba para el fin de Cuauhtémoc, pero qué equivocados estábamos.

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2DO. TIEMPO. Todo Cuauhtémoc apesta. La gestión de Cuauhtémoc Blanco en Morelos fue un desastre. Pese a estar lejos de los estados más conflictivos, siempre fue el gobernador peor evaluado, en el ranking mensual de Consulta Mitofsky. La inseguridad y la violencia provocaron una desaceleración económica, y el derrame económico de fin de semanas con miles de viajeros de la Ciudad de México, se detuvo. Cuando la presidenta Claudia Sheinbaum habló en Xochitepec sobre las primeras acciones para enfrentar la violencia, tenía en las manos los reportes de aquel infierno. Morelos no era un estado donde se hubiera atomizado la criminalidad, y había estado en manos del Cártel de los hermanos Beltrán Leyva, como parte del corredor de la cocaína entre la Ciudad de México y la Tierra Caliente en Guerrero. Cuando su jefe Arturo Beltrán Leyva fue eliminado por un comando de la Marina en Cuernavaca en 2009, la organización se dividió entre Guerreros Unidos, que se quedó en Tierra Caliente y Los Rojos, que se apoderaron de Cuernavaca y el corredor Amacuzac-Chilpancingo. Así fue hasta 2018, cuando Blanco llegó a la gubernatura. La espiral de violencia se volvió incontenible, se incrementaron los secuestros y las extorsiones. Llegó al estado el Cártel Jalisco Nueva Generación, y se metieron Guerreros Unidos y la Familia Michoacana, que no habían estado nunca antes en el estado. De la escisión de Guerreros Unidos surgió el Comando Tlahuica, que se convirtió en una poderosa fuerza criminal que controlaba el agua potable y el alcantarillado en Cuernavaca, y en la parte final de su gobierno llegó el Cártel Unión Tepito desde la Ciudad de México. Margarita González recibió el estado como la segunda entidad más violenta del país, con una tasa de homicidios dolosos, de acuerdo con el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, de 6.3 homicidios por cada 100 mil habitantes. González se quejó de cómo le dejaron las cosas, con todos los equipos de seguridad en ruinas y un C-5 inservible. Pero no pasaba nada. El expresidente Andrés Manuel López Obrador lo protegía. En el momento de las definiciones electorales llegó a considerarlo como candidato de Morena para el gobierno de la Ciudad de México, pero su controversial perfil lo hacía inviable. Luego pensó en promoverlo como alcalde en Cuauhtémoc, pero los señalamientos de que estaba vinculado con el crimen organizado lo descarrilaron. El expresidente le encontró lugar, en la Cámara de Diputados, como plurinominal, donde el fuero lo protegería de las acusaciones que tendría por corrupción. No sabía entonces que su blindaje le serviría para librar una acusación de tentativa de abuso sexual de su media hermana.

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3ER. TIEMPO. Los coqueteos de la narcopolítica. La fama de Cuauhtémoc Blanco como uno de los líderes eternos de la afición futbolera nunca fue afectada por otra fama bien ganada, pero en el lado oscuro de la vida, la de sus relaciones oscuras con criminales. A la par de la intensificación de la violencia en Morelos, cuando era gobernador, una fotografía que lo marcó se publicó en la primera semana de enero en El Sol de México. En ella estaba el gobernador Blanco posando con los líderes en el estado del Cártel Jalisco Nueva Generación y del Comando Tlahuica. Blanco buscó defenderse. “Eran tan buena gente —dijo sobre él mismo—, que se tomaba fotos con todo el mundo”. La declaración, que pareció cínica, no frenó la tormenta que le cayó encima, por lo que presentó días después presentó una denuncia en la Fiscalía General “contra quien resulte responsable” de hacer campaña en su contra, identificando a los “narcopolíticos” a quienes había acusado de lanzarla cuando salió la fotografía, donde sobresalía el exgobernador Graco Ramírez y el excomisionado de Seguridad, Alberto Capella. Los dos negaron las imputaciones y Capella reviró con más acusaciones, nueve fotografías de Blanco con los mismos líderes, que se suponía eran enemigos a muerte. El entonces gobernador elevó la apuesta y amplió la denuncia, incluyendo en las listas de vinculación con el narcotráfico a jueces, fiscales, policías estatales y municipales. No pasó nada, salvo un prolongado silencio. Los indicios seguían apareciendo. Un misterioso colectivo identificado como Guacamaya hackeó miles de correos electrónicos de la Secretaría de la Defensa, que revelaban que desde 2019 estaban dando seguimiento a Blanco por la presunción de complicidades con el Comando Tlahuica. La Defensa había recopilado testimonios que señalaban que el gobernador había pactado con ese grupo la plaza de Cuernavaca y el sistema de agua potable y el alcantarillado de la capital morelense. Era sólo parte del historial putrefacto que se estaba armando alrededor de Blanco, que solo en sus primeros años de gobierno, de una presencia criminal prácticamente de un solo grupo, se expandió a 10 organizaciones detectadas por el gobierno federal, involucradas en el robo de combustible, secuestro, extorsión y narcotráfico. Los indicios de que Morelos se había convertido en uno de los arquetipos de la narcopolítica en el país, se iban incrementando, pero López Obrador tapó todo y lo blindó con fuero. Con la llegada de Margarita González al gobierno las cosas comenzaron a rectificarse, pero la red de complicidades de políticos y delincuentes que floreció durante el gobierno de Blanco, es profunda y extensa. Hoy en día hay 18 alcaldes con vínculos al crimen organizado, que son más del doble de los municipios que existen en Morelos, legado de Blanco, protegido a cuatro vientos por el régimen.

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