“La defensa de la vida humana y la protección del territorio y de las infraestructuras no sólo se dan en situaciones de emergencia, sino también y sobre todo en las actividades de prevención y en la fase posterior de vuelta a la normalidad”. Papa Francisco
El pasado lunes 1° de marzo, se conmemoró el Día Internacional de la Protección Civil, esta fecha de acuerdo a información emitida por el Centro Nacional de Prevención de Desastres (CENAPRED) tiene como finalidad reconocer la importancia que tienen las organizaciones y dependencias a nivel mundial y nacional que se dedican a este quehacer para la reducción y prevención de desastres, lo cual contribuye al desarrollo de las naciones y a la autoprotección de la población.
Pero, además, dentro de los principales objetivos también está la sensibilización enfocada a la población para protegerse en casos de desastres y accidentes, ya que, aunque pareciera un tema por demás importante, pocas personas hemos desarrollado la cultura de la prevención, ¿cuántos contamos con un plan familiar de protección civil? ¿Cuántos hemos identificado los riesgos y vulnerabilidades de nuestra casa, trabajo o entorno cotidiano? ¿Conocemos y hemos practicado las acciones que nos permitan responder en los diferentes casos de emergencia?
Si bien es cierto que el trabajo de protección civil recae en su mayor parte en las instancias gubernamentales o en las autoridades expertas en la materia, también es una responsabilidad de la población; hay que informarnos sobre el tema, cumplir con las normativas, visualizar que en cualquier momento podemos encontrarnos con situaciones críticas lo cual se verá disminuido si llevamos a cabo la implementación de un plan familiar de protección civil, la elaboración de una guía que permita conocer la seguridad de nuestra casa, el diseño de rutas de evacuación, la ejecución de simulacros, y la preparación de una mochila de emergencia.
Y es que, actualmente, derivado de múltiples factores incluido el cambio climático, se enfrentan desafíos más complejos y los fenómenos meteorológicos no sólo se han multiplicado en los últimos años, sino que se han vuelto más atípicos y severos, causando un mayor impacto en la sociedad; es por ello que se debe hacer hincapié que en temas de protección civil la clave se encuentra en una sola palabra: prevención.
Los fenómenos naturales no pueden ser advertidos con certeza, ni pueden evitarse; sin embargo, lo que sí se puede hacer es sentar las condiciones para evitar que su presencia genere grandes afectaciones y cause daños humanos y patrimoniales mayores.
Sabemos que a pesar de los trabajos coordinados y el uso de la tecnología, no siempre se puede predecir cuándo, dónde o cómo se presentarán catástrofes, emergencias o riesgos; por lo que los trabajos en materia de prevención siempre serán un parteaguas en la pronta respuesta ante cualquier tipo de desastre natural; de acuerdo a datos del Estudio de la OCDE sobre el Sistema Nacional de Protección Civil en Méxicode las 32 entidades que conforman la República Mexicana, 28 cuentan con un Atlas de Riesgos el cual proporciona una visión integral de los peligros de desastres naturales o provocados por el hombre, de igual forma brinda una observación de la relación espacial entre las amenazas y la población.
Como recomendación la OCDE aconsejó homologar y actualizar con el apoyo federal la elaboración de nuevos Atlas de Riesgos que incluyeran la vulnerabilidad ante el cambio climático, pero además es necesario que se siga trabajando en la investigación, el desarrollo tecnológico, los sistemas de pronóstico, en la comunicación y los sistemas de alerta, ya que estos últimos han demostrado su eficacia para salvar vidas y limitar los daños.
En México tanto huracanes, inundaciones y terremotos se han convertido en amenazas continuas, sin embargo, los incendios forestales son el peligro más constante, tan solo la Coordinación General de Conservación y Restauración del 19 al 25 de febrero de este año reportó 167 incendios forestales en 12 entidades federativas, afectando un total de 1,426 hectáreas. De esta superficie, el 89% correspondió a vegetación en los estratos herbáceo y arbustivo y el 11% a estrato arbóreo.
Es cierto que se ha avanzado en la materia, que se han implementado protocolos y que se han instaurado mecanismos, pero aún se tiene como reto trabajar en una planeación territorial y urbana eficaz, fortalecer la coordinación de acciones y medidas entre los tres órdenes de gobierno para que cada una de estas instancias conozca y replique la información actualizada, pero, sobre todo, invertir más en la elaboración de análisis para la prevención de riesgos.