Las gárgolas de Notre Dame salvaron por siglos a la catedral de la corrosión del agua, la protegieron de los demonios y de la fuerza del mal, sin embargo, cedieron ante la llamas que derribó la aguja y consumió gran parte del lugar.
Este lunes 15 de abril no hubo turistas en la llamada “Galería”, en el tejado de la catedral, donde se encontraban 54 gárgolas y quimeras, que se mantenían vigilantes desde la rehabilitación de 1844.
El gobierno francés informó que algunas estatuas y figuras fueron retiradas cuando inició la restauración, aunque no se precisó si entre ellas estaban las gárgolas.
A estas figuras se le atribuyen diversas acciones fantantasticas y protectoras para el edificio, aunque su función arquitectónica real, por casi 200 años, fue la de desaguar la lluvia que se acumula en los techos del edificio y evitar daño a las paredes.
No todas cumplen con esta finalidad, las que se encontraban hasta la cima eran meramente ornamental; cuando se realizó la restauración del inmueble, la arquitectura atravesaba por un regreso del arte medieval, por lo que los arquitectos Eugène Violletle-Duc y Jean-Baptise-Antoine Lassus decidieron incluirlas.
Desde entonces, estos monstruos, que tienen formas de felino, humanos, dragones y aves, entre muchos otros, se les atribuyen poderes para espantar a los demonios y la fuerza del mal con el fin de proteger los muros santificados de Notre Dame.
La principal leyenda dice que tras el asesinato de Juana de Arco, acusada de herejía, estas criaturas de piedra despertaron y bajaron a aterrorizar la isla de la Cité, donde se localiza la Catedral. Sin embargo, las fechas no coinciden, pues la ahora Santa murió en 1431.
El edificio gótico de gárgolas, cuya construcción comenzó en la Edad Media, a finales del siglo XII (se cree que en 1163), y duró casi dos siglos, hasta 1345, quedó destruido por el fuego. EM