La geopolítica del caos

21 de Noviembre de 2024

La geopolítica del caos

El presidente López Obrador demostró este año que delegó en Marcelo Ebrard, la política exterior, porque no es de su interés estratégico

Un Presidente que no realiza viajes al exterior durante su primer año de gobierno hace explícita la impronta de su administración en materia de política exterior.

Durante los primeros 12 meses de gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador no se dieron terremotos ni huracanes que le impidieran viajar a la septuagésima cuarta Asamblea de las Naciones Unidas el pasado septiembre. Durante el anterior sexenio, el presidente en turno se ausentó de algunas de las asambleas anuales precisamente por motivos geológicos (terremoto, 2017) o climatológicos (huracanes Ingrid y Manuel, 2013).

Tampoco el idioma le impedía al presidente López Obrador viajar a la ONU. Jefe de Estado que sube a la máxima vitrina de la política global, lee su discurso en el idioma de origen. Sin embargo, el presidente mexicano no asistió a Nueva York perdiendo la oportunidad de compartir con el mundo su ideario político al que más de 30 millones de electores apoyó en los comicios de 2018.

Al finalizar el primer año de gobierno del Presidente mexicano existe la suficiente información para concluir con certeza que la designación de Marcelo Ebrard como secretario de Relaciones Exteriores obedece a la confianza que le tiene el presidente para delegar en él las áreas que no son de su interés estratégico, por la sencilla razón de que no le gustan o se siente incómodo hablando sobre ellas.

Ebrard es un personaje con amplia trayectoria política, audaz y competitivo. Por mucho, es el secretario con mayor protagonismo del gabinete presidencial; sin embargo, el secretario de Relaciones Exteriores ha sido expuesto en dos arenas muy desgastantes durante los primeros 12 meses de gobierno: la relación con Donald Trump y la migración-seguridad.

No es casualidad que Ebrard sea señalado como vicepresidente en la esfera de la opinión pública, pues su híperactivismo contrasta con el de tres figuras que tendrían que ser clave en el gabinete: los puestos que ocupan Olga Sánchez Cordero, Alfonso Durazo y Graciela Márquez, secretarios de Gobernación, Seguridad y Protección Ciudadana, y Economía, respectivamente.

No es baladí que uno de los principales logros de los primeros 12 meses en política comercial haya caído en la subsecretaría para América del Norte del edificio de avenida Juárez, encabezada por Jesús Seade: la renegociación de la adenda del acuerdo comercial con Estados Unidos y Canadá (T-MEC). Tampoco son producto del azar las asimetrías en las experiencias de Durazo y Ebrard en materia de seguridad. Con el culiacanazo y la tragedia de la familia LeBaron, el secretario Durazo tendría que haber presentado su renuncia, pues su presencia debilita al Presidente. Ebrard, por su parte, tiene experiencia en el tema.

El número de las esferas del poder del secretario Ebrard fueron creciendo conforme pasaban los 12 meses del primer año de gobierno como consecuencia de un gabinete disfuncional donde el subsecretario para América del Norte hace las veces de la secretaria de Economía (en Argentina, la Cancillería se encarga de negociar los tratados de libre comercio, pero en México, tradicionalmente lo hacían desde la torre de Alfonso Reyes). Donde el secretario de Seguridad, sin experiencia en el tema, fracasa en la coordinación con el Ejército y la Marina, y tras el ataque brutal en contra de la familia LeBaron, el presidente elige a Ebrard y no a Durazo para el manejo de crisis; y el tema migratorio pasa, de facto, de Gobernación a la Cancillería después del chantaje del presidente Trump al presidente López Obrador a quien amenazó con aplicar 5% de arancel a todos los productos que México le exporta a su país en caso de que no colocara un muro militar en la frontera con Guatemala.

Ausencia de estrategia

En la propia Secretaria de Relaciones Exteriores se replica la disfuncionalidad del gabinete del presidente López Obrador. Marcelo Ebrard es rebasado por las múltiples actividades que se encuentran al margen de la diplomacia. El subsecretario Julián Ventura opera las actividades cotidianas de la secretaría; Jesús Seade ocupa la subsecretaría de América del Norte para encargarse de manera exclusiva del T-MEC, y pronto será enviado a una embajada en Asia.

›En tanto, Maximiliano Reyes le agrega un componente tóxico a la subsecretaría de América Latina y el Caribe, ya que la ha convertido en el brazo ideológico de Morena por instrucciones de Ebrard; finalmente, Javier López Casarín intentó encabezar una oficina alterna a la embajada mexicana en Washington, de acuerdo con lo revelado por la periodista Martha Anaya en su columna de El Heraldo, el 7 de enero pasado.

Las diferencias que Ebrard tiene con la embajadora en Washington, Martha Bárcena, lo han llevado a utilizar a periodistas personeros para atacar a analistas bajo el argumento de que forman parte de una tropa imaginaria que defienden la causa de la embajadora. Acciones viles que miniaturizan su liderazgo.

La renuncia estratégica que Ebrard le presentó al presidente el 2 de abril tenía como fin eliminar los obstáculos que tenía frente a él. Escenario que el Presidente le cumplió. Sin embargo, utilizó a sus personeros para atacar a quien reveló el suceso. Lo hizo después de que se publicara el costo por noche en el hotel en el que se hospedó en Washington en uno de sus viajes.

El vector resultante del primer año de gobierno es la inexistencia de un plan estratégico en política exterior. Con excepción de India, país con el que se ha tenido acercamientos importantes, el mapa geopolítico de México permanece doblado.

El nuevo enfoque ideológico sobre América Latina pudo observarse con la salida de facto del Grupo de Lima, obsequiando a la dictadura de Nicolás Maduro el único activo que supera de valor al petróleo para el propietario del Palacio de Miraflores de Caracas: tiempo.

El Grupo de Lima nació ante el fracaso de la OEA durante la Asamblea de Cancún hace poco más de dos años (junio 2017), por dos motivos: el régimen de Nicolás Maduro compró votos a cambio de petróleo en la región del Caribe y Luis Almagro, el secretario general de la OEA, quemó sus activos de medidor al levantar pancarta en contra de Maduro.

El secretario Ebrard creó el Mecanismo de Montevideo para distanciarse del Grupo de Lima. La decisión fue errónea porque Uruguay se adhirió al Grupo de Contacto, promovido por la Unión Europea, para forzar a Maduro a crear una hoja de ruta electoral tras el fraude en las elecciones presidenciales ocurridas el 20 de mayo del 2018. Es decir, el presidente Tabaré Vázquez fue inconsistente al tener un pie en el Mecanismo de Montevideo en el que sólo se prestaba a ser mediador entre la oposición y el régimen de Maduro, y otro pie en el Grupo de Contacto que en ese entonces exigió elecciones limpias.

México quedó entrampado. Bajo la filosofía de toda administración que inicia, el adanismo, el secretario Ebrard hizo creer a la opinión pública que se podía sentar a Maduro a negociar con la oposición, escenario convertido en estrategia exitosa de Maduro para permanecer atornillado en la silla presidencial frente a una oposición dividida y debilitada desde que el autócrata metió a la cárcel a Leopoldo López. Ebrard sabía muy bien que la mejor manera de acercarse con Maduro era obsequiándole tiempo y lo justificó con la histórica Doctrina Estrada.

El surgimiento de Juan Guaidó como figura de la oposición, y reconocido por más de 50 países como presidente de Venezuela, colocó a México mucho más cerca del régimen de Maduro, máximo deseo de la amiga del dictador Yeidckol Polevnsky, presidenta de Morena.

Las grietas con Estados Unidos comenzaron a observarse en la persona del senador Marco Rubio, encargado de la política de su país con Cuba y Venezuela desde Florida. Con orgullo, Maximiliano Reyes escribiría un tuit en contra de la OEA y Estados Unidos anunciando nuevos tiempos para México.

La genial impostura

El presidente Andrés Manuel López Obrador reconoció que uno de los cinco momentos más complejos durante los primeros 12 meses de su gobierno fue el caso de Evo Morales. ¿Recibirlo o no recibirlo en México?

›Una vez más, el gobierno

tomó la postura de Morena ejecutada por Marcelo Ebrard y Maximiliano Reyes, y una vez más se equivocó.

Evo Morales es un impostor que vendió su salida de Bolivia como consecuencia de un golpe de Estado que no ocurrió. Fue la Central Obrera Boliviana la que le pidió su renuncia por el fraude que cometió la noche de las elecciones presidenciales del pasado mes de octubre. Fue el papa Francisco el que condicionó su apoyo a Morales a los resultados de una auditoría electoral de la OEA, pero en México Ebrard sólo habló de la petición que le hizo el ejército a Morales.

Mentiroso y tramposo, Morales pensó que con su salida de Bolivia la inestabilidad acabaría por llevar la sangre a las calles; pidió a sus aliados estrangular los caminos para impedir que llegara comida a la capital. Pensó en un escenario en el que él regresaría aclamado por los ciudadanos. Perdió, pero se burló del presidente López Obrador y de Marcelo Ebrard. Morales intentó viajar a Argentina desde el 10 de noviembre pero Mauricio Macri no se lo permitió.

Desde un hotel en avenida Revolución, Morales confesó a periodistas que en México se sentía como “arrestado”. El gobierno y periodistas que levantan pancarta por Ebrard, lanzaron una campaña cuyo eje central fue la “tradición mexicana de los refugiados”, equiparando la llegada de Morales con la de los españoles de la guerra civil o los chilenos durante la dictadura de Pinochet. Genial impostura de Morales.

El muro militar

Desesperado por las enormes dificultades que implica desviar recursos financieros para la construcción del muro y, por otra parte, por la enorme cantidad de amparos en contra de su construcción, el presidente de Estados Unidos encontró una alternativa para demostrarle a su país que sí toma decisiones para disminuir el flujo de inmigrantes centroamericanos: la instalación de un muro militar en la frontera con Guatemala a través de una especie de subcontratación de la Guardia Nacional mexicana.

Donald Trump no se ha cansado de agradecer al Presidente mexicano su decisión de desplegar a soldados en la frontera; sin embargo, al hacerlo, Trump les recordó a los ciudadanos estadounidenses que ya extendió su seguridad fronteriza hasta la frontera con Guatemala.

La amenaza de Trump de minar las exportaciones mexicanas hacia su país a través de aranceles provocó el giro en la política migratoria del gobierno de López Obrador. Inclusive, poco antes de que el entonces candidato electo asumiera el cargo el 1 de diciembre, Marcelo Ebrard llegó a varias promesas/acuerdos con el secretario de Estado Mike Pompeo y con la secretaria de Seguridad Nacional, Kirstjen Nielsen, durante una reunión en Houston.

De no haber cedido, en México “las cosas irían muy mal”, según publican los periodistas Julie Hirschfeld Davis y Michael D. Shear en su libro Border Wars: Inside Trump’s Assault on Inmigration (Guerras fronterizas en el ataque de Trump a la inmigración). Pompeo y Nielsen amenazaron a Ebrard: “Nuestro presidente está dispuesto a hacer absolutas locuras si no logramos este trato. Vamos a comenzar a rechazar migrantes y si ustedes no los aceptan Trump se pondrá apoplético y las cosas irán muy mal para ustedes. Cerrará la frontera”.

El presidente López Obrador sabía que al poderoso Luis Videgaray había renunciado a la Secretaría de Hacienda por haber invitado al entonces candidato Donald Trump a Los Pinos el 31 de agosto de 2016, dos meses antes de las elecciones presidenciales en Estados Unidos. La figura de Trump incluye un componente que dinamita a la política exterior de cualquier país.

Este es una de las variables que el presidente López Obrador incluyó en su ecuación de su relación bilateral con Estados Unidos. Es importante recordarlo, porque el Presidente de México actuaría con demasiada precaución para evitar molestias al gobierno de Trump. Por ejemplo, impedir que el avión del gobierno del presidente Putin en el que vendría el vicepresidente del parlamento ruso a México, Iván Mélnikov, aterrizara en nuestro territorio a finales de abril debido a las sanciones que Trump ha impuesto al régimen de Maduro. Rusia es uno de los más importantes y pocos aliados de Venezuela. López Obrador prefirió ahorrarse una molestia de Trump y, como resultado, el vicepresidente del parlamento canceló su visita a México, pero voló en el avión del gobierno de Putin a Cuba.

La política exterior del nuevo gobierno no ha buscado desdoblar la geopolítica de México para tratar de disminuir la dependencia con Estados Unidos. Por el contrario, el brazo político de Morena actúa desde la subsecretaría de América Latina y el Caribe para alejar al país de democracias liberales y acercarlo con regímenes autócratas.

La política exterior de México se puede editorializar en una anécdota, la del lamentable intento de robo de un libro por parte del embajador Ricardo Valero. Infobae publicó que tiempo atrás ya había sido llamado a consulta desde la cancillería mexicana; sin embargo, el silencio volvió cómplice al secretario que actuó con sorpresa desde que circuló por redes el video. No importa. Ricardo Valero es humano y como tal comete errores, nos diría el Presidente. No importa, es política exterior, y de ella no importa a la mayoría de los peatones en México.

México sin rumbo en el mundo por deseo presidencial.