Elisa Carrillo: La filigrana de la danza
De niña traviesa e inventiva a embajadora de la Cultura de México, luego de tres décadas de trabajo en el ballet, la mexicana puede asegurar que es profeta en el mundo, al recibir el premio Alma de la Danza el pasado 30 de abril
Hace más de 30 años Elisa vivía en Texcoco y quería convertirse en bióloga, ejecutiva de banco, asistente de vuelo, actriz de teatro o chef. Pero nada de eso ocurrió, ni siquiera vive en el estado de México. A los 19 años se instaló a 10 mil kilómetros de distancia y se convirtió en prima bailarina del Ballet de la Ópera Estatal de Berlín.
La historia de Elisa Carrillo no fue ni sencilla ni apresurada, pero sí sorpresiva. Su relación con el ballet comenzó cuando tenía seis años de edad y sus profesores reconocieron una cualidad excepcional que 10 años después, la llevó a estudiar en Londres. Su siguiente salto fue Berlín, Alemania, y allí a los 30 años se convirtió en la única mexicana, hasta ahora, en ser primera bailarina en Europa.
Hoy, la ganadora premio Alma de la Danza en Rusia y también embajadora de la Cultura de México, acumula más años vividos en Europa que en su propio país, le es más común hablar con su familia por computadora que verlos en alguna ciudad mexicana, pero el sacrificio valió la pena.
Las travesuras
Elisa, la menor de cuatro hijos del matrimonio de Miguel Carrillo y Elisa Cabrera, a sus siete años jugaba a hacer comidita, pero también al banco. “Me gustaba que me llevaran mis papás, porque siempre que podía me llevaba unos papelitos con formularios con los vouchers. Yo inventaba que hacía mi banquito. Me gustaba jugar al restaurante, inventaba cosas. Jugaba junto a mi hermano a que le preparábamos la cena a mis papás y les poníamos la mesa. Pero también hacía obras de teatro. A mis primos siempre les decía que íbamos a hacer una obra: poníamos música, inventábamos bailes. Nos vestíamos con la ropa de mis tías”.
“Tal vez yo no sabía que ser bailarina es una profesión y contestaba que quería estudiar biología porque me gustaba la naturaleza o tal vez ser asistente de vuelo, para viajar por el mundo. Yo quería hacer eso, conocer el mundo y esa era la conexión que tenía”, relata.
Era una niña traviesa, reconoce, pero controlada. A los ocho años de edad pasaba muchos veranos en Nayarit, de donde es originario su papá. Entre las caminatas por los corrales y la laguna a la que iba a nadar, donde Elisa conserva uno de sus recuerdos más entrañables: “Sobre esos veranos hay una historia muy famosa en mi familia, porque me iba a jugar con el lodo y me acuerdo que me puse a hacer gorditas de lodo y las fuimos a vender diciendo que eran de chocolate”, contó la bailarina con una carcajada.
En aquel entonces, la pequeña Elisa escuchaba y bailaba de todo “o todo lo que mis padres ponían en casa”, donde los acordes de “Perfume de Gardenias” o “Piel canela”, interpretado por la Sonora Santanera, salían del estéreo, piezas de mariachi y hasta Pablo Milanés, es decir, la música popular latinoamericana y típica mexicana.
Así desarrollaba su nexo con la danza: “por eso es la conexión, tal vez porque tuve la necesidad de pequeña de expresarme, de organizar cosas, de hacer funciones para los primos y para los tíos. La música me ayudaba a aligerar mi necesidad de expresarme con el cuerpo”.
Londres, segunda parada
En una escuela de ballet en su natal Texcoco su maestra reconoció la habilidad con la que la niña realizaba sus ejercicios, algo que su madre, Elisa Cabrera, no terminaba de comprender. “La maestra advirtió que tenía talento, por eso me insistió en que debía llevarla a una escuela donde creciera más y así llegamos a la Escuela Nacional de Danza Clásica (ENDC) del INBA (Instituto Nacional de Bellas Artes)”, cuando Elisa tenía nueve años de edad, relató la madre de la bailarina.
“Siempre hubo un apoyo, siempre hubo amor, siempre supe qué era la disciplina y la dedicación y eso me ayudó a llegar a donde estoy”, asegura la bailarina, quien en 1996, en representación de la ENDC, ganó una medalla de oro en el concurso Infantil y Juvenil de Danza, además de una beca del INBA y del Fondo para la Cultura y las Artes (Fonca) para continuar sus estudios en la Escuela de Ballet Nacional de Inglaterra, en Londres.
“Imagínese lo que para nosotros representaba mandar a Elisa a Inglaterra; sólo tenía la beca para estudiar, pero no para su manutención” en Londres, donde vivió en casa de un matrimonio de la tercera edad que rentaba cuartos para estudiantes de danza”, recuerda su madre.
Graduarse en 1999, a los 18 años, de la Escuela de Ballet Nacional de Inglaterra representaba otro peldaño. Su siguiente parada fue Alemania, donde fue contratada por Reid Anderson, director Artístico del Stuttgart Ballet, una de las compañías más importantes de ballet en el mundo. Allí comenzó como practicante y en unos años se convirtió en solista, graduándose además como maestra de ballet, grado otorgado por el Ministerio de Cultura alemán.
“De repente te dicen: ‘te puedes ir, te doy la oportunidad’. Creo que eso es lo más bello, cuando no dudas sobre qué es lo que quieres y tienes muy clara tu meta”, recuerda la bailarina.
Una Blancanieves mexicana
Instalada en Alemania, a los 19 años, conoció al bailarín ruso Mikhail Kaniskin, que se convirtió en su esposo y pareja dancística. Decide renunciar a su papel de solista en Stuttgart y se incorpora al Ballet de la Ópera Estatal de Berlín, en el que su esposo ya ocupaba el puesto de primer bailarín.
Para 2009, el personaje principal en el ballet “Blancanieves” cayó en manos de Elisa, uno de los más importantes montados en Alemania por las coreografías del francés Angelin Preljocaj. Esto le abrió la puerta a la fama en ese país, por lo que envolvía a esta obra: el vestuario creado por el famoso diseñador francés Jean Paul Gaultier y la música del compositor Gustav Mahler.
El cartel de aquella puesta en escena es memorable: en una alberca de manzanas rojas, Elisa y su cabellera oscura emergen con el torso desnudo, y con una manzana verde cuya mordida la ha dejado dormida en “el sueño de la muerte”.
Tras el éxito del montaje y de otros más como “Romeo y Julieta”, en agosto del 2011, fue ascendida a primera bailarina, convirtiéndose en la única mexicana hasta ahora en lograr este sitio en Europa. Para entonces habían pasado 11 años desde que llegó a Alemania, y 24 desde que comenzó a estudiar ballet en una pequeña escuela de Texcoco.
Ver la vida de otra manera
Este 30 de abril le entregaron el premio Alma de la Danza, y poco antes fue nominada al Premio Benois, ambos considerados equivalentes al Oscar de la danza internacional y fundados en Rusia.
Tras su consolidación en Alemania y con varios proyectos artísticos como la Fundación Elisa Carrillo, desarrollados junto con su esposo Mikhail Kaniskin, Elisa recibió un nombramiento más, ahora en México. Desde febrero pasado, Elisa es la nueva codirectora artística de la Compañía Nacional de Danza (CND) del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), por lo que trabajará con el coordinador de la CND, Cuauhtémoc Nájera Ruiz, para promover la danza en México y que sea reconocida a nivel internacional; además, su esposo fungirá como promotor internacional, en un cargo honorario.
“Quiero tener resultados para la Compañía Nacional de Danza. Este nombramiento es muy importante porque está ahí el reconocimiento de mi país al que no olvido pese a ya tener mucho tiempo viviendo en Europa”, mencionó.
La entrada de Elisa como funcionaria del INBA coincide con que a partir de este mes en el Palacio de Bellas Artes comenzó una serie de estrenos importantes, como “Giselle”,
“Carmina Burana”,
“Por vos muero”, “Palladium”, por mencionar algunos.
Antes de este nombramiento, Elisa creó el festival internacional de danza Danzatlán, que para este año podría llevar una segunda edición, una iniciativa de su fundación que busca un diálogo entre coreógrafos, bailarines y especialistas.
“Trato de disfrutar lo que estoy haciendo, pero ahora juego a traer danza, amor y pasión. Quiero que por medio de lo que hago y que amo tanto, la gente vea la vida de otra manera”, concluye.
“Ahora juego a traer danza, amor y pasión. Quiero, por medio de lo que hago y que amo tanto, lograr que la gente vea la vida de otra manera”. Elisa Carrillo Cabrera, primera bailarina de la Ópera de Berlín
Méritos nacionales
A partir de esta década, la bailarina no ha dejado de recibir reconocimientos por su talento.
En 2010, la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados y Conaculta le otorgan el título de Embajadora de la Cultura de México.
En 2012,
el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes le otorgó un reconocimiento a su trayectoria,
por realizar la gala Elisa y Amigos en el Palacio de Bellas Artes en el
estado de México.
En 2014, la ALDF, le otorga la Medalla al Mérito en Arte.
En 2016, recibe de manos del Presidente de la República la Medalla Bellas Artes.
ES DE INTERÉSL