La FC y pobladores de Sisal trabajan en granja de pulpos

22 de Noviembre de 2024

La FC y pobladores de Sisal trabajan en granja de pulpos

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Ya tiene 200 octópodos y más de mil embriones; un grupo de España quiere replicar la experiencia

Silvia vive en Sisal, una comunidad de Yucatán la cual tiene aproximadamente una población de dos mil personas. Es esposa de un pescador, ama de casa y madre de dos hijos, pero también es muy trabajadora y busca obtener sus propios ingresos. Por eso, apoyada por la UNAM, inició junto con nueve amigas una granja de pulpos y así formaron la cooperativa Moluscos del Mayab.

Era el año del 2004 cuando en las calles del pueblo, Silvia vendía unos rábanos que ella misma había cultivado y se los ofreció a Carlos Rosas, investigador del Laboratorio de Biología Marina Experimental, de la Unidad Multidisciplinaria de Docencia e Investigación, de la Facultad de Ciencias.

Al verla, Carlos tuvo la idea de apoyarla para crear la granja. Silvia pescaría los pulpos, los alimentaría y los vendería para obtener ingresos, mientras que él conseguiría los datos científicos que más tarde sirvieran para mejorar el negocio.

Silvia aceptó, aunque al principio le fue muy difícil. Cada mañana tenía que salir al mar para atrapar los pulpos. “El señor que nos llevaba a pescar siempre se reía de mí, porque yo era la única del grupo que me mareaba y me guacareaba”.

Hoy en día, la Unidad Sisal cuenta con aproximadamente 200 pulpos de distinta edad más mil embriones. La tarea de Silvia y su equipo es muy complicada, porque cada día deben alimentar a los especímenes en determinadas horas, si se pasan unos minutos los especímenes comienzan a devorarse unos a otros. Son caníbales y necesitan mucha atención.

Al principio, la cooperativa asesorada por el equipo de la Universidad Nacional los alimentó con restos de pescado, después cambiaron a una fórmula basada en calamar y jaibas, pero era muy costoso para la producción comercial.

Continuaron con las investigaciones y detectaron que los pulpos tienen una manera de digerir muy similar a los vertebrados (como es el caso de los cerdos y los seres humanos).

Y así, descubrieron que la proteína se digiere mucho mejor cuando no está totalmente cocida, y crearon una fórmula hecha con desperdicios de pescado y una cocción menos intensa de lo que habían utilizado antes.

Además de ser un modelo mucho más económico, también es sustentable, porque los desperdicios de pescado regularmente son un problema para el medio ambiente. No obstante, la cooperativa Moluscos del Mayab les ha dado un buen uso y les ha funcionado muy bien para nutrir a los animales.

Esta tecnología ha traído el interés de otros países. Por ejemplo, un grupo de España se plantea la creación de una granja de pulpos. Por ello, visitaron al equipo de la Universidad en México que les compartió la forma de nutrir a sus ejemplares. La idea es replicarlo en su país.

Silvia se siente muy feliz de participar en un proyecto con la UNAM y para su esposo Antonio es un sueño hecho realidad. Antes era pescador, hoy labora con estudiantes e investigadores universitarios.

Todos los miembros de la cooperativa Moluscos del Mayab saben que la biología de estos animales es “extraordinaria”. Se trata de un espécimen que hace millones de años se liberó de una concha para dominar el ecosistema de manera distinta: ahora tienen mayor movilidad y mayor riesgo ante los depredadores.

Por lo anterior, el pulpo desarrolló un cerebro extraordinario con muchísimas neuronas y una estructura muy compleja para controlar sus ocho brazos. Además, puede modificar la textura de la piel para realizar un camuflaje en cualquier sitio: puede lucir como una piedra o la misma arena.

Cuando un depredador lo detecta, el pulpo lanza un chorro de tinta para distraerlo, y lo lanza las veces que sea necesario hasta que logra huir.

Hoy en día, Silvia sabe que el pulpo es muy especial. Por medio de la UNAM aprendió que tiene tres corazones: dos bronquiales que oxigenan la sangre y uno sistémico que rebombea permanentemente al resto del organismo; además, cuenta emocionada, tiene sangre azul.

Carlos Rosas explica que entre los avances científicos que ha desarrollado el equipo de la UNAM se encuentra la creación de una incubadora que fue patentada en el 2010, ésta les permite mantener a los huevos sin la hembra.

Regularmente las hembras ponen entre mil 500 y tres mil huevos. Desde ese momento dejan de alimentarse y los cuidan hasta que nacen las crías y ellas fallecen.

Con esta incubadora, el equipo de la UNAM puede criar los huevos sin necesidad de la hembra, y ésta que se encuentra en perfectas condiciones puede ser comercializada.

A decir de Carlos Rosas, este proyecto puede ser el trampolín para replicarse en toda la costa de Yucatán. “La Universidad tiene la responsabilidad de devolverle a la sociedad el beneficio que nos otorga, y con este proyecto le regresamos lo que nos da”.

Al principio, el camino no fue fácil, el propio marido de Silvia le dijo que no creía en el proyecto y que sólo estaba perdiendo el tiempo; no obstante, después de un mes, uno de los estudiantes pesó los especímenes y, para sorpresa del investigador de la UNAM, los pulpos que llegaron con 300 gramos aumentaron a un kilo 200 gramos.

En esa ocasión, Silvia vendió los pulpos y llegó a su casa con dinero. Antonio Cob, su marido, le preguntó extrañado: “¿de dónde salió?” Y ella le respondió: “De los pulpos que tu decías que no servían para nada”.

Más tarde, algunas integrantes desertaron, pero se unieron el marido de Silvia, junto con Julio Sierra, el esposo de otra de las integrantes del proyecto. Además labora con ellos Adriano Cob, hijo de Silvia, quien orgullosamente lleva las finanzas.

Hoy, son seis integrantes en la cooperativa, tienen un terreno en donde han colocado sus estanques y esperan en corto tiempo poder echar a andar la granja.