El proceso interno de MORENA para elegir quien encabezará los Comités de Defensa de la Transformación a nivel nacional inicia su recta final, quienes aspiran finalizaron sus respectivos recorridos y ya solo resta que las casas encuestadoras seleccionadas hagan su parte. Será el próximo 6 de septiembre cuando se dé a conocer el resultado y la transformación tendrá candidato de cara a la sucesión presidencial de 2024.
Pero vamos por partes, está muy cantado que a nivel nacional será Claudia Sheinbaum quien encabece los esfuerzos de la transformación, se ha mantenido en una campaña permanente, que, aunque con sus tropiezos, le dio una ventaja que parece irreversible a estas alturas de la contienda.
Cada vez que nos preguntamos por qué el Presidente apoyó un proceso de “corcholatas” y no simplemente seleccionó a su sucesor o lo dejó en una carrera de dos, era precisamente para evitar lo que hoy es una realidad: MORENA es un partido dividido al que le fue imposible no caer en la tentación de comportarse como lo han hecho históricamente todos los partidos políticos tradicionales.
En el PRI sucedió en los 80´s cuando un amplio sector no se sentía representado y la selección de candidatos estuvo plagada de irregularidades. Con el liderazgo de Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo nació la Corriente Democrática que más tarde se convertiría en el Partido de la Revolución Democrática.
En el PRD también han pasado por este proceso, tras convertirse en una fuerza política relevante y tener entre sus filas a los más destacados liderazgos de izquierda de los últimos tiempos, dieron tumbos desde el 2008 para quedar en manos de “los Chuchos” y terminar aliándose en 2018 con partidos de derecha. Las luchas intestinas marcaron el futuro del partido, la gran mayoría de sus liderazgos, militantes y simpatizantes hoy se llaman MORENA.
Que el proceso interno morenista fuese una encuesta parecía, en un principio, una manera saludable y democrática de enfrentar la sucesión presidencial, sin embargo, da la impresión de que no sabemos hacer política de otra manera que no sea a través del capricho, la trampa, los golpes bajos y el hambre de poder.
Unos y otros desplegaron sus campañas oficiales, extraoficiales y de contraste para sobresalir en la contienda sin tomar en cuenta que los daños serían irreparables, dejaron en las manos López Obrador y de Mario Delgado la gigantesca responsabilidad de conducir un proceso interno en el que los participantes se mostraron ambiciosos, ególatras y faltos de oficio político. En su ímpetu de ganar se les pasó la mano, lo que hoy vemos en MORENA es una probada de realidad que solo confirma que las rupturas son reales y que en el futuro serán merma política del partido.
La intervención del presidente para cicatrizar esta contienda está siendo insuficiente y es muy posible que MORENA llegue al proceso electoral mucho más debilitado de lo que se piensa, pues ahora no solo tendrá que enfrentar sus malos resultados en distintas materias y los partidos de oposición, también tendrá que lidiar con las luchas internas que parecen irreconciliables que muy seguramente le pasarán factura.