Fue apenas el pasado 23 de agosto que dio inicio la justa olímpica Tokio 2020 que había sido pospuesta por la pandemia provocada por la Covid-19. Para no romper lo que parece ya una tradición, la delegación olímpica mexicana empezó a dar la nota desde mucho antes.
Han sido varios deportistas, periodistas y exatletas los que han denunciado la existencia de malos manejos, corrupción, desvío de recursos y parcialidad en la conformación de la delegación olímpica mexicana que inició su participación hace apenas unos días.
La exmedallista olímpica, Ana Gabriela Guevara, quien se encuentra al frente de la Comisión Nacional de Deporte (Conade) desde diciembre del 2018, ha sido señalada como parte de esa cadena de corrupción que tiene al deporte mexicano en ese hoyo del que no puede salir. Fue apenas en 2019 cuando se le relacionaba con el presunto desvío de más de 50 millones de pesos y según la Auditoría Superior de la Federación (ASF), aún faltan por comprobar 186 millones de su primer año de gestión. La cereza del pastel fue la desaparición del Fondo para el Deporte de Alto Rendimiento (Fodepar) que con motivo del desvío de recursos fue eliminado junto con otros fideicomisos que permitían apoyar el deporte mexicano.
Desde hace meses se dijo que la relación entre la Conade y el Comité Olímpico Mexicano (COM), que preside Carlos Padilla, estaba llena de concesos, planes y coordinación, sin embargo, la misma polémica desatada por la clavadista Paola Espinosa y el llamamiento hecho al Comité y a la Federación Mexicana de Ciclismo para aclarar la declinación de la velocista Jessica Salazar, evidencia que la crisis del deporte olímpico mexicano está más fuerte que nunca. Tal parece que los atletas que son la razón en sí misma, por la que existe dicha institución no les importaran en lo más mínimo, casos como el anterior parecieran nunca acabar y es que en marzo de este año a la selección varonil de karate, disciplina que recién se integró a los Juegos Olímpicos, no obtuvieron el apoyo que solicitaron para acudir a los preolímpicos en París.
Esta y muchas más son las razones por las que la expectativa de lograr 10 medallas en Tokio se ve cada vez más lejos, no por que nuestros deportistas no den alma y corazón en la competencia, sino porque todos sabemos que al deporte mexicano no se le ha puesto la atención que merece, sobre todo si se quiere ser verdaderamente competitivo a nivel internacional. Que sin presupuesto y sujeto a amiguismos es muy difícil conformar una delegación olímpica lo suficientemente fuerte como revalidar y superar el medallero de Río 2016.
Ya se habla de la sustitución de Ana Guevara, circulan nombres de exatletas y ronda el fantasma de una investigación. Su salida no significa que todos los problemas que enfrenta el deporte mexicano queden resueltos, pero tal vez sea un paso indispensable para comenzar a sanearlo.
Parece que nuestro medallero en Tokio quedará en números rojos, tal como el presupuesto de la Conade, el peor manejado y repartido desde 2008. A Ana Gabriela Guevara se le olvidó el significado de ser deportista y se quedo sólo con un puesto burocrático.
Es muy posible que nuestro país tenga que esperar hasta París 2024 para que las glorias regresen a los clavados, el boxeo, el atletismo o el Tae Kwon Do. Pero para que eso suceda es necesario limpiar la casa y deshacerse de los ladrones; por lo pronto y a tan sólo unos días de haber iniciado la competencia pareciera que México puede colgarse la medalla de oro pero en corrupción.
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