El proceso electoral de este 2021 ha puesto en jaque a los partidos políticos, por sorprendente que parezca han sido incapaces de formar y fortalecer liderazgos políticos profesionales.
Décadas de mediocres resultados, escándalos de corrupción y una rampante impunidad, provocaron un profundo descontento social que exterminó su credibilidad y hoy más que nunca enfrentan una crisis que
a más de uno le tiene en peligro el registro y las prerrogativas.
Lejos de buscar resarcir los daños o por lo menos implementar diferentes estrategias políticas y de comunicación para recuperar algo del terreno perdido en los últimos años, los partidos políticos recurrieron a una no muy novedosa práctica, ungir a “famosos” como sus candidatos.
No me atrevería a decir que buscar en la farándula es buscar en el peor lugar, lo que si es evidente es que, en la mayoría de los casos, no existe la conciencia del perfil que se necesita para gobernar. Debe ser tomada en cuenta la trayectoria, el interés, el conocimiento en gestión pública, así como la sensibilidad política y social.
Y no es que no tengan derecho de participar, sino que el hacerlo de manera tan irresponsable y oportunista cuestiona de origen su presencia en la boleta.
Si algo ha mantenido en crisis a esta nación es el entregar cargos importantes a individuos que no están lo suficientemente bien preparados para enfrentar la responsabilidad que les fue conferida y de eso hay ejemplos que llenan los libros de historia y los noticieros (incluidas las mañaneras).
El electorado debemos entender que los partidos están dispuestos a tomar prestada la credibilidad de donde sea para mantener el pulso y no morir, que hoy están asustados y muy poco creativos como para afrontar la crisis que viven con dignidad e inteligencia.
Para sustituir el trabajo en territorio, la experiencia política y la sensibilidad social, los partidos políticos del siglo XXI contratan influencers y “famosos” para que hagan una de las cosas que hoy más detestan: construir empatía con la ciudadanía.
Puedo decir que no hay “famoso” que sustituya los logros y la cercanía con la gente, no existe cantante, futbolista o actor que pueda contra los buenos resultados que se consiguen con eficacia, eficiencia y total transparencia.
La miopía partidista no permitió fortalecer a quienes desde las bases se habían construido como el futuro político de sus partidos y las decisiones cupulares terminaron por dejarlos fuera no solo de las candidaturas, sino que fueron completamente marginados de sus institutos políticos, pensar que esto no tendrá consecuencias es pecar de inocente.
La apuesta es replicar triunfos, la historia de Reagan, Trump o Cuauhtémoc Blanco (guardando sus justas y honestas dimensiones) no necesariamente podrá repetirse en el panorama nacional. Las boletas electorales de este 2021 viajan de lo cómico a lo grotesco a una velocidad fascinante y pareciera que lo que hoy vemos es una perversa relación del poder con la farándula buscando compartirse positivos, pero sobre todo mantener el spotlight sin importar de donde venga.
La política nacional se olvido de lo que los mexicanos pedimos a gritos, y es que alguien con capacidades y estrategias, resuelvan los problemas que se han acrecentado como la crisis económica, sanitaria y de seguridad que enfrentamos todos los días.