Como ya se sabía, el fin de semana arribó una nueva caravana migrante a la Ciudad de México, su destino final los Estados Unidos, pero antes de eso harían una parada en la Basílica de Guadalupe en pleno 12 de diciembre, día en que se celebra a la patrona de México.
El 23 de octubre pasado salieron de Tapachula, Chiapas; caminaron mil 156 kilómetros para llegar a la capital del país en donde el recibimiento no fue el más amigable. El Gobierno de la Ciudad de México ofreció primeramente trasladarlos en camiones hasta el templo del Tepeyac, pero más tarde se supo que serían llevados a un albergue instalado en el deportivo Santa Martha Acatitla.
El rechazo por parte de los casi 400 migrantes que integran la caravana no se hizo esperar, pues estaban empeñados en llegar hasta la Basílica. En la zona limítrofe entre el Estado de México y la capital del país, específicamente en Los Reyes la Paz, los estaba esperando ya un numeroso contingente de policías de la Ciudad de México para impedir el paso, lo que muchos temían sucedió, el enfrentamiento no sé hizo esperar y las acciones violentas entre ambos bandos mancharon de sangre la celebración guadalupana y el camino de esperanza de quienes recorren con penuria el territorio en busca de mejores condiciones de vida en los Estados Unidos.
Hay que ser claros, migrar es siempre un fenómeno cargado de dolor, sufrimiento y penuria; quienes son desplazados por la situación política, económica y social de su país no encuentran otra opción que abandonar su territorio en busca de mejores oportunidades, bienestar y en ocasiones salvar la vida. No es un acto caprichoso y superficial, la mayoría de las veces, un acto ineludible basado en el instinto de sobrevivir y dar a nuestros seres queridos la mejor vida posible.
Dejar atrás familia, amigos, cultura y tradiciones no es una decisión fácil o que se tome a la ligera. Quienes deciden migrar, como lo hacen millones de mexicanos cada año, no lo hacen para afectar o violentar a las naciones que los recibirán, lo hacen por que en sus países no encuentran la manera de subsistir con dignidad.
Todas las naciones enfrentan la disyuntiva de cómo enfrentar el fenómeno migratorio hacia su territorio, los derechos humanos, las leyes y el mismo sentido común nos indicarían que es necesario abrir las puertas para que aquellos menos favorecidos encuentren una mejor vida, pero abrir esa puerta, es también darles entrada a los conflictos no resueltos en otras regiones para apropiarnos de ellos.
El Gobierno de la República debe tener claridad y certeza sobre cuál será la política migratoria que piensa seguir, también debe entender la trascendencia que tiene su postura en la relación que se mantiene con los Estados Unidos. Muchas veces lo que es humanamente correcto es políticamente peligroso.
Más de 189 mil mexicanos han sido repatriados en lo que va del 2021, un numero que esta muy lejos de los poco más de 300 migrantes centro y sudamericanos que integran la caravana.
México es juez y parte de la controversia migratoria, nos guste o no.
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