La COP26 desde la rebeldía
Los países más vulnerables al cambio climático podrían sufrir una caída de hasta el 80% de su PIB por habitante, sostiene un informe de la organización no gubernamental Christian Aid. Ocho de ellos se ubican en África y dos más en América del Sur
Centenares de personas se trasladaron a Glasgow y sus alrededores. Esta vez la gran mayoría eran jóvenes, que llegaron de todos los continentes. La COP26 era el objetivo, pero no el fin, sino el nuevo principio.
No fue fácil llegar hasta Escocia, por lo costoso del vuelo, por Covid-19, por la seguridad desplegada ante la presencia de los líderes del mundo, pero especialmente porque no fue algo improvisado. Fueron meses en los que se prepararon.
Las manifestaciones de estos jóvenes desde el primer día de la reunión mundial por el medioambiente se hicieron presentes, y cada vez fueron más fuertes. Sin parar, cada día no han abandonado las calles, siempre de forma pacífica y así continuarán hasta la clausura de la COP26. Pero para estas chavas y chavos, las imágenes que han mostrado hasta ahora los medios de comunicación en el mundo, no han reflejado la intensidad y riqueza de su movimiento.
›Sí, sus videos e imágenes, que ellos mismos transmiten por todas las redes, muestran esos gritos sonoros y cantos que llenan las calles; también los bailes, exposiciones, representaciones y sátiras. Llevan máscaras, carteles, flores y gaitas. Se ayudan, se entremezclan, trenzan ideas, discuten estrategias y construyen redes.
Estos jóvenes, muchos de clase media, con estudios de preparatoria, universitarios o de posgrado, ciudadanos del mundo, que están enojados y decididos a cambiarlo todo. No creen en los acuerdos políticos de la COP26, mucho menos en empresas y organizaciones que consideran anquilosadas. No son anarquistas, pero sí soñadores; no son provocadores, pero se asumen como transformadores. Planean en unos meses presentar demandas contra empresas que contaminan, elaborar informes, reunirse en otras latitudes y generar una movilización mundial. Glasgow, dicen, fue en realidad el principio para darle forma a la esperanza y a la rebelión.
Este es el relato escrito y visual para ejecentral de uno de estos jóvenes, un estudiante mexicano que está en Escocia, y de su padre. Un asomo que documenta cómo ha resurgido, de otra forma y dimensión, pero quizá con más fuerza, el grito del mayo francés de hace 50 años: “¡Seamos realistas, hagamos lo imposible!”, el mismo de los jóvenes que detonaron el cambio en los años 60 y que ahora le añaden: “¡Si no hacemos lo imposible, viviremos lo impensable!”.
el dato. La primera hambruna por el calentamiento global ocurre en Madagascar con 1.3 millones de personas que sufren malnutrición aguda.
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