*Historiador
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Recordar los años sesenta, especialmente 1968 es el análisis de una década, un año fundamental hacia la segunda parte del siglo XX por los acontecimientos históricos, como el triunfo de la Revolución Cubana, el primero de enero de 1959. La resistencia del pueblo cubano junto a sus líderes Fidel Castro, Ernesto El Che Guevara, Camilo Cienfuegos, atípicos al común denominador de los hombres de Estado, pero con una imagen subyugante y refrescante de una revolución con la frase martillante del Che: “¡Pidan lo imposible!” y así se extendería imparable, como un fantasma, por todas partes.
La guerra de Vietnam por parte del imperialismo estadounidense mostró la resistencia de los invadidos, pues ni el napalm, el gas mostaza, la tierra arrasada y cientos de miles de muertos quebrantarían a su líder Ho Chi Min hasta que lograra vencerlos.
También es la impresionante movilización por los derechos civiles de la raza negra encabezada por Martin Luther King y líderes aún más radicales como Malcom X., Angela Davis y los Black Panthers que cimbrarían las viejas estructuras racistas en que descansaba la rimbombante democracia estadounidense.
La libre asociación y la libertad de expresión en la otrora Checoslovaquia abrían aires a una naciente democracia, pero el dulce sueño de la Primavera de Praga despertaba a la negra pesadilla con los tanques soviéticos”.
A mediados de la década, también comenzó la revolución sexual con el desarrollo de la píldora anticonceptiva, el movimiento feminista y la “bien venida” visual, sensual y erótica llegada de una pieza icónica de la moda: la minifalda. Esto despertó el furor y la alegría en los jóvenes como si se tratara de un regalo de los tiempos que estaban cambiando, pero que en la población adulta causó síncopes por la emoción inesperada de ver ¡por fin! las piernas de las chicas, tal como el poema que en la antigüedad el moderno Rey Salomón compusiera y susurrara al oído en el Cantar de los Cantares:
Tus largas y hermosas piernas son como esplendorosos mármoles blancos
A los avances sociales se unió el descubrimiento accidental del ácido lisérgico por Albert Hoffman y cuya sustancia, la dietilamida, llegó al estrellato con Timothy Leary, en 1965: el LSD puso en órbita a una generación de jóvenes antes de que Neil Armstrong alunizara en nuestro satélite.
Ya instalados en el viaje, podíamos sentir y observar el estallamiento del universo psicodélico con la expansión de neuronas en ordenadores cerebrales de muchos creadores en el campo musical con el multiparto climático del rock psicodélico, la exploración del sonido, la poesía y arreglos armónicos y sólo por citar algunos: Waiting for the Sun de The Doors, Wheels of Fire de The Cream, In-A-Gadda-Da-Vida de Iron Butterfly, Beggars Banquet de The Rolling Stones y el White Álbum de The Beatles.
También es el año de grandes movilizaciones estudiantiles en todo el mundo: El Mayo Francés, donde las frases coreadas y plasmadas por millones de jóvenes en los mítines, las marchas, los muros y las barricadas, destruirían e inaugurarían un nuevo proceso de pensar y repensar nuestro mundo: ¡Corre camarada, porque el viejo orden va quedando atrás!, ¡Vine vi y creí!, ¡La imaginación al poder!, ¡El poder no se mendiga se toma!, ¡La libertad hay que liberar!, ¡Liberad las cárceles, las fábricas, las escuelas, los psiquiátricos y otras facultades! y la sentencia anarquista como punto culminante de los nuevos tiempos que estaban por cambiar: ¡Prohibido prohibir!.
Detrás de la cortina de acero se ensayaba la ilusión de un socialismo con rostro humano en la otrora Checoslovaquia por el líder comunista y reformista Alexander Dubcek y el intelectual Vaclav Havel en el arte, que hacían revivir de nuevo a Marx.
La libre asociación y la libertad de expresión le abrían nuevos y refrescantes aires a una naciente democracia que parecía instalarse en el amante pueblo de la cerveza, la arquitectura, la literatura, la poesía y la música, pero el dulce sueño de la Primavera de Praga despertaba a la amarga realidad, comenzando la negra pesadilla con los tanques soviéticos.
Para hablar de la década de los 60 en México, nos remitimos al acontecimiento que se empezaba a gestar: el movimiento ferrocarrilero a finales de los años 50 y que pedía mejores condiciones de trabajo y salarios dignos en contra del gobierno de López Mateos. Cuando el movimiento se mantenía firme y a los dirigentes encabezados por Demetrio Vallejo no se les podía corromper, el gobierno priista “con escasos 30 años en el poder” reprimía brutalmente a miles de trabajadores ferrocarrileros, metiéndolos a la cárcel.
¡Y ahora, el horror! que se hacía presente el 23 de mayo de 1962. El último general zapatista todavía con vida, Rubén Jaramillo (de quien López Mateos se ufanaba en decir “ser su amigo”), era brutalmente masacrado con toda su familia por militares vestidos de civil. ¿Su pecado? haberle reclamado al gobierno, junto con sus compañeros campesinos, el derecho a sus tierras para vivir de ellas, por las cuales más de un millón de personas habían perdido la vida en la Revolución Mexicana.
Al llegar 1965, ocurría una huelga de médicos que luchaban por aumento salarial en el ISSSTE e IMSS, además de un mejor servicio a pacientes, como el abastecimiento de medicamentos en hospitales públicos y mejoras salariales, pero al no ser cooptados por el gobierno fueron violentamente reprimidos por el Ejército.
Para el 23 de septiembre del mismo año termina en un fracaso militar, pero a la vez en heroico acto moral: el asalto al cuartel Madera, en Chihuahua, donde un pequeño grupo de campesinos, estudiantes y maestros rurales encabezados por Arturo Gámiz, atacara el cuartel militar del lugar, siendo considerada la primera guerrilla mexicana de izquierda en alzarse en armas contra el gobierno federal desde la Revolución de 1910.
Durante 1966 y 1967, hechos de represión ocurrirían en varias universidades públicas del interior del país, como Puebla y Sinaloa, aunado a la eterna violencia de los caciques priistas contra las comunidades campesinas en las zonas rurales más atrasadas como Atoyac de Álvarez, en Guerrero, lo que obligó a la toma de armas como última instancia y la creación de grupos guerrilleros en la montaña por parte de los maestros rurales Genaro Vázquez y Lucio Cabañas.
Reza la ya histórica frase combativa ¡2 de octubre no se olvida! Cientos de heridos y muertos pagan cara su osadía solo por atreverse a creer, a sonreír, soñar. Al movimiento estudiantil de 1968, el gobierno autoritario de Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez le daban el tiro de gracia. Con la masacre en este movimiento y la sangre todavía fresca en la memoria de los sobrevivientes, iniciaban poco después los Juegos Olímpicos en México con una frase que irónicamente rezaba: “Todo era posible en la paz”.