La comuna del 68: ¡Otro mundo es posible!

14 de Enero de 2025

La comuna del 68: ¡Otro mundo es posible!

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En esta semana el alborozo del movimiento se extendió y contagiaba a trabajadores de diferentes ramas, artistas de la época y estudiantes de otros estados.

El viernes 23 de agosto fue clave y prácticamente definiría el rumbo del movimiento estudiantil. Por un lado, en un cambio de estrategia, el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz aceptaba un diálogo público con el movimiento estudiantil. Por el otro, el Consejo Nacional de Huelga (CNH) definía en asamblea lanzarse a una nueva manifestación cuatro días después que, sin saberlo entonces, aglutinaría un número histórico de asistentes.

La convocatoria del gobierno al diálogo se hacía con la complicidad del Frente Nacional de Estudiantes Técnicos (FNET), organización estudiantil priista enquistada en el Instituto Politécnico Nacional (IPN) desde 1956. El presidente designó como sus interlocutores a Luis Echeverría Álvarez, secretario de Gobernación; Agustín Yáñez, titular de la Secretaría de Educación Pública; Alfonso Corona del Rosal, regente del entonces Departamento del Distrito Federal; al procurador General de la República Julio Sánchez Vargas, y a Gilberto Suárez, procurador del Distrito Federal.

Del interior del Palacio Nacional salieron tanquetas con miembros del Ejército para disipar las manifestaciones.

La participación de la FNET y una escisión del propio Frente, el Consejo Nacional de Huelga de Estudiantes Técnicos (utilizando sólo las tres primeras letras para confundir al estudiantado), consistía en avalar el diálogo. El 24 de agosto, la Coalición de Profesores, encabezada por los maestros Elí de Gortari, Heberto Castillo y Fausto Trejo, declaraban “que el CNH, era la única organización que decide los representantes del movimiento al Diálogo Público”. Por la tarde, el verdadero CNH, en un desplegado “ratificaba que era el único organismo representante de la base estudiantil y el único que sostendría pláticas con el gobierno”.

El Consejo Nacional de Huelga continuó sin distracción los preparativos para la marcha que partiría del Museo Nacional de Antropología, sobre Reforma, y culminaría con un mitin en el Zócalo, una ruta que acordaron en su Asamblea Plenaria con todos los delegados presentes del Politécnico, UNAM, Chapingo, la Normal Superior y la Nacional de Maestros, en la que expresaron: “Esta determinación de realizar dicha manifestación, se hizo pública a pesar de fuertes presiones de un sector minoritario del movimiento (representado fundamentalmente por funcionarios burócratas de los centros educativos), los cuales sostenían que era necesario dialogar y parar las movilizaciones”.

Entre el domingo y lunes siguiente, el 25 y 26 de agosto, se comenzó a palpar el poder que acumulaba el movimiento estudiantil. Se sumaban las universidades Autónoma de Baja California Sur, de Sinaloa y de Tabasco; así como algunas facultades de la Universidad Veracruzana y de la Autónoma de Puebla, además del Tecnológico de Veracruz y casi todas las Normales Rurales del país.

[caption id="attachment_899142" align="alignleft” width="600"] En la 
atmósfera parecía flotar la camaradería ante tal concentración y las mantas plasmaban la celebración de la esperanza: ¡Otro mundo es posible![/caption]

Igual hacían suyo el Pliego Petitorio del CNH varios sindicatos independientes, entre ellos, el Sindicato Revolucionario de Trabajadores de la Fábrica de la Loza, algunas secciones disidentes del SNTE y la Asociación de Trabajadores Administrativos de la UNAM (ATAUNAM). Y una gran cantidad de artistas e intelectuales comenzaron a respaldar públicamente a los jóvenes, como los pintores de la Generación de la Ruptura, Grabadores del Taller de la Gráfica Popular TGP, cineastas, directores y dramaturgos como Oscar Menéndez, Jorge Fons, José Luis Ibáñez, Alejandro Jodorowsky, Juan José Gurrola, Héctor Mendoza, Julio Castillo o escritores de la talla de Juan García Ponce, Sergio Mondragón, Homero Aridjis, Carlos Monsiváis, José Agustín, Gustavo Sainz, Parménides García, y filósofos como Leopoldo Zea, Luis Villoro, José Revueltas o caricaturistas críticos como Abel Quezada, Rius y Naranjo, entre muchos más.

Las Brigadas Estudiantiles, ese descomunal voluntariado anónimo, seguía recorriendo la Ciudad de México para informar a todo el que quisiera escuchar de los resolutivos de las Asambleas Plenarias. Hacían mítines relámpago en mercados, plazas o fábricas, y la gente se detenía a escuchar sus rápidos mensajes.

En este júbilo revolucionario provocaba escenas casi surrealistas. Por estos días se empezaron a ver, en algunos puntos estratégicos de la Ciudad de México, a perros callejeros de distintas razas, pintados con frases alusivas del movimiento estudiantil: ¡Muera Cueto!, ¡Presos políticos libertad!, ¡Viva el CNH!, ¡Vacune a su granadero!, y por qué no, ¡Prohibido prohibir! Surgía la broma y demostraban que hasta los cuadrúpedos se solidarizaban.

Coalición revolucionaria

Martes 27 de agosto. El día se grabó en la historia. ¿400 mil, 500 mil, 600 mil? La descomunal cifra de manifestantes nunca se sabrá exactamente. Era una fiesta de la imaginación, de la creatividad, colorido, música y cantos de protesta, que derivó a partir de este momento histórico de pasar de Movimiento Estudiantil a también un Movimiento Popular.

Acompañaban a los jóvenes miles de obreros petroleros, electricistas, empleados, oficinistas, madres de estudiantes, profesionistas, sindicatos de universidades y del Politécnico e independientes y hasta sectores campesinos al grito de: “Muera el mal gobierno”, “Abajo el charrismo sindical”, “Fuera Fidel Velázquez”, “Libertad presos políticos”, “Soldado tú eres también un hijo del pueblo”, “México despierta”, “Apoyo al Movimiento Estudiantil”, “Diálogo Sí, Bayonetas No”, “Únete Pueblo, Únete Pueblo, Únete Pueblo”.

El 28 de agosto, el gobierno del Distrito Federal organizó una contramanifestación, por el “desagravio” a la bandera nacional por el izamiento del banderín rojinegro

En el Zócalo, el mitin tomó forma de asamblea. La madre de un estudiante subió a tribuna y retó a Díaz Ordaz para que dé solución a los conflictos estudiantiles: “¿Cuántos hijos más de los que traemos van a caer?”, gritó. El ambiente de camaradería invadía a la plancha del Zócalo y los estudiantes creían que era posible cambiar al país desde la resistencia. En la asamblea improvisada se aprueba que a partir de ahora sea llamado el 28 de agosto el Día de la Coalición Revolucionaria.

Si el clímax del Movimiento Estudiantil del “Mayo Francés” serían los días del 10 al 15 de ese mes, cuando la huelga de 10 millones de trabajadores se extendía por toda Francia, aquí en México uno de los cénit del Movimiento Estudiantil se alcanzaba con esta enorme manifestación del 27 de agosto de 1968.

Después del mitin que cerró con el Himno Nacional, un grupo de estudiantes y profesores hicieron guardias y esperaron una posible respuesta para abrir un “diálogo público de cara a la nación y ante los medios de comunicación”.

La respuesta llegó de otra forma. El desalojo en plena madrugada de los jóvenes en la Plaza de la Constitución, con una decena de carros blindados con guardias presidenciales, tanquetas, dos batallones de infantería y más de 200 patrullas. La multitud respondió con silbidos y mentadas de madre. ¡Orden y calma, compañeros!, gritaban los estudiantes. No fue suficiente.

Arriba de un camión del Politécnico, los estudiantes dirigían la asamblea improvisada ante la mirada de soldados y policías.

Los soldados cargados con bayonetas caladas, persiguieron a los estudiantes, ahora apoyados por agentes de la policía de Tránsito, el cuerpo de motociclistas y de la Policía Preventiva. En muchos casos, los alumnos fueron defendidos por los vecinos del Centro Histórico, que apoyados con macetas, sillas, cubetas, es decir, lo que tenían a la mano, trataban de impedir el paso de los agresores.

La resistencia no bastó y el Ejército replegó a los estudiantes frente a la estatua de Carlos IV, comenzando una salvaje golpiza. Sin dejar pasar más tiempo. A temprana hora del miércoles, el Departamento del Distrito Federal organizó un mitin que llamó de “Desagravio de la Bandera Nacional”, ya que durante la noche anterior, un grupo de estudiantes había izado en el asta central una bandera rojinegra de huelga. Los burócratas fueron obligados a asistir, pero ante la presión, los empleados terminaron revelándose a sus jefes gritando: “Somos borregos”, “Nos llevan, somos borregos, bee, bee, bee”.

En el Zócalo y en medio del asta bandera, brigadistas estudiantiles se colaron entre los burócratas, repartiendo volantes, espetando y argumentando sobre el ridículo acto de montaje del supuesto agravio a la bandera, en contra del movimiento. Aclararon también sobre el permiso que se había pedido al sacerdote de guardia de la Catedral para tocar las campanas y encender las luces.

Total, que el mitin de desagravio inventado por las autoridades del Departamento del Distrito Federal les salió mal. Tornándose al momento en zafarrancho de combate que tuvo que ser disuelto por policías, tropas y tanquetas del ejército, con saldo de algunos heridos. Los medios de comunicación, de nuevo, culparían a los estudiantes. A partir de entonces comenzaría a acelerarse todo, y a ser notoria la poca tolerancia de las autoridades.

Contingentes llegaron a la plancha del Zócalo al grito de “¡Muera el mal gobierno!”, “¡Abajo el charrismo sindical!”, “¡Libertad presos políticos!”, entre otras más.