La Comuna del 68: ¡La imaginación al poder!

25 de Diciembre de 2024

La Comuna del 68: ¡La imaginación al poder!

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En esta primera semana de agosto toma forma el movimiento estudiantil mexicano, hermanando por primera vez a los estudiantes con los ciudadanos,
 que se aglutinan con la primera gran marcha bajo la consigna ¡Ya basta!

Con una imagen nublada, tensa e impredecible, así inicia el mes de agosto de 1968. Supraemotivo, cual complejo de Estocolmo, también al otro lado de la llamada Cortina de Acero, se juega la ansiada libertad de la Primavera de Praga y el sueño utópico de la Revolución de Terciopelo ¡por un socialismo con rostro humano! Encabezado por el heroico pueblo checoslovaco y su presidente y líder reformador Alexander Dubček, cada vez más sitiado y asfixiado por las presiones políticas y militares del autoritarismo, la burocracia y la gerontocracia de los siniestros personajes estalinistas soviéticos con Leonid Brézhnev a la cabeza y sus tanques del pacto de Varsovia ya apuntando al país de Kafka.

La prensa nacional refirió que en la manifestación convocada por estudiantes del Politécnico tomaron parte grupos de la Escuela Nacional de Agricultura y de las normales.
›Así las cosas, en México para el viernes 2 de agosto, algunas asambleas y comités de lucha de las escuelas más radicales como la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM, no veían con buenos ojos la manifestación y el discurso del rector Javier Barros Sierra, calificándola de mediatizadora y de enarbolar consignas abstractas de la autonomía universitaria.

Pero pesó más el apoyo conciliador y mayoritario de las demás facultades, asambleas y comités de lucha en solidaridad con el rector de la Máxima Casa de Estudios del país, que veían en esa marcha y discurso del 1 agosto un hecho de dignidad, valentía, coraje, y solidaridad con el nacimiento del movimiento estudiantil.

Para el sábado, la Federación Nacional de Estudiantes Técnicos (FNET) quedaba más aislada y relegada del apoyo de los estudiantes de Instituto Politécnico Nacional (IPN), que supuestamente representaba, porque sus dirigentes declararon, de manera reaccionaria, que “el gobierno de México es víctima de una conspiración nacional e internacional por parte de conspiradores y agitadores comunistas profesionales”. Exactamente el mismo argumento repetido hasta la saciedad y el hartazgo por los jefes policiacos Luis Cueto y Raúl Mendiolea, y el entonces jefe del Departamento del Distrito Federal (DDF), Alfonso Corona del Rosal, y todo el aparato político priista e incluso los medios de comunicación.

El miércoles 7 de agosto se dio cuenta de que el Comité de Huelga de la Escuela de Ingeniería del Politécnico desconocía a la FNET.

El día siguiente, el 4 de agosto, se convierte en un día capital para el movimiento estudiantil por la aparición de las brigadas estudiantiles, como una forma de trabajo alterna y solidaria a las marchas y mítines, informando, concientizando, volanteando, boteando, y participando en un sinnúmero de paradas o performances, y jornadas de teatro, música, poesía, lecturas y todo lo que se les ocurría.

Además, ese domingo el movimiento estudiantil dio a conocer el histórico pliego petitorio de seis puntos:

1. Libertad de presos políticos.

2. Destitución de los generales Luis Cueto y Raúl Mendiolea, así como del teniente coronel Armando Frías.

3. Extinción del cuerpo de granaderos.

4. Derogación de lo artículos 145 y 145 bis del Código Penal.

El director del IPN, Guillermo Massieu, se pronunció en los medios sobre el conflicto estudiantil.

5. Indemnización de los heridos y familiares de los muertos por la represión.

6. Deslindamiento de responsabilidades por parte de las autoridades a través de la policía, granaderos y Ejército.

La consolidación del movimiento avanza a partir de entonces a pasos acelerados. El lunes 5 de agosto se integró el comité de profesores del IPN llamado “Pro libertades democráticas”. Y este mismo día se llevó a cabo la primera gran marcha del movimiento, reuniendo alrededor de 80 mil estudiantes, obreros y público en general.

Las consignas ya no son sólo sobre la defensa de la autonomía universitaria, liberación de los estudiantes detenidos o la desaparición de los cuerpos de granaderos, si no ahora va surgiendo un emotivo llamado, una consigna que va creciendo hasta hacerse combativa de ahora en adelante durante todas las manifestaciones: ¡Únete pueblo, únete pueblo!

En estos días prácticamente todas las preparatorias y facultades de la UNAM, así como las vocacionales y escuelas superiores del IPN, Nacional de Maestros, Normal Superior y Chapingo están casi en paro total. Mientras, entre el martes y miércoles, las asambleas de representantes y los comités de lucha se reúnen y discuten sobre los puntos a seguir, igual las brigadas estudiantiles ya son toda una realidad de eficiencia inclusive con nuevos mecanismos de hacer contracultura: en la política, en lo social, en lo educativo y en lo artístico.

Guillermo Massieu recibió una carta abierta del jefe del Departamento del Distrito Federal (DDF), publicada en la prensa nacional.

Estas ingeniosas brigadas se diversifican haciendo mítines relámpago en plazas públicas, centros de trabajo, fuera de los cines o mercados. En estos encuentros hasta comerciantes les regalan toda clase de mercaderías como ayuda solidaria para subsistencia del movimiento estudiantil. Con esta nueva estrategia de alianza con la sociedad, el movimiento va desarrollándose y creciendo hacia un nuevo concepto de alianza estudiantil y popular. Con toda esta creatividad del movimiento estudiantil un sueño se empezaba a gestar bajo un lema: “La imaginación al poder”.

“Hay que estar ciego...”

El jueves 8 de agosto se constituye la Coalición de Profesores de Enseñanza Media y Superior pro Libertades Democráticas, lo que muestra una clara unidad entre IPN, UNAM, Nacional de Maestros, Normal Superior, Chapingo y la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH). También el comité coordinador de huelga del Politécnico declara que cualquier plática tendiente a solucionar el Pliego Petitorio, debería ser pública.

[caption id="attachment_891595" align="alignright” width="266"] Alfonso Corona del Rosal, jefe del DDF, avaló
la intervención del Ejército en las manifestaciones estudiantiles de agosto de 1968.[/caption]

En todas esas escuelas se comienzan a ver aulas, laboratorios, auditorios, pasillos y demás lugares de reunión con nombres de personajes revolucionarios como: Lenin, Mao Tse-Tung, Ho Chí Minh, Camilo Cienfuegos, Camilo Torres, El Nigromante o Flores Magón. Incluso el auditorio Justo Sierra, a un lado de Filosofía y Letras de la UNAM, es rebautizado como Che Guevara.

Era intensa y creativa la actividad de los jóvenes por estos días de conformación del movimiento que se constituía en una organización democrática y cada vez más organizada. Pero esto no reflejaban la gran mayoría de los medios de comunicación, que descalificaban y transcribían los discursos oficiales de un priismo que estaba en su esplendor, con todo el poder y capacidad de maniobra, que cerraba los espacios para los estudiantes que se unían en un solo grito: “¡Ya basta!”.

“SERENIDAD Y PONDERACIÓN, ecuanimidad, olvidar el amor propio para resolver problemas y acercarnos más por lo mucho que nos une”, fueron las palabras expresadas por Luis Echeverría, desde Jalisco.

En medio de todo este escenario, una figura intelectual del tamaño de Ermilo Abreu Gómez, el mismo que publicara la gran obra Canek, reflexionaba y escribía un ensayo que aparecía en estos días en el periódico El Heraldo de México bajo el título La rebelión de los estudiantes:

“Hay que estar ciego del espíritu para no ver esta realidad. Los jóvenes sienten que algo no funciona bien en la organización social de los pueblos. Sienten que la justicia no se satisface con cabal justicia; que existen núcleos de privilegiados que disponen de toda riqueza y de todo poder, que a su lado yacen inmensas masas que carecen hasta de lo más indispensable. (…) Así, es preciso oír y atender la voz de los estudiantes porque el instinto de la juventud nunca se equivoca”.

Nueva nomenclatura

con el movimiento de 1968, diversos espacios universitarios de México cambiaron de nombre y ahora ostentaban el de ideólogos o luchadores sociales.

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