“La CIA entrenó a torturadores alrededor del mundo” (II)

4 de Diciembre de 2024

“La CIA entrenó a torturadores alrededor del mundo” (II)

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Alfred McCoy, relata las complicidades de la agencia de EU con los narcotraficantes de todo el mundo

Alfred McCoy, quien vivió en carne propia el acoso de la CIA, relata las complicidades de la agencia de inteligencia de Estados Unidos con los narcotraficantes de todo el mundo y cómo el aumento en el consumo de enervantes en EU se debe, en parte, a la complacencia oficial Jeremy Scahill: Usted ha escrito este excelente libro que saldrá en septiembre, titulado En las sombras del siglo estadunidense: el auge y decadencia del poder global de Estados Unidos, pero quiero preguntarle sobre un libro mucho más antiguo, La política de la heroína: la complicidad de la CIA en el narcotráfico mundial. En él, detalla su investigación y fue lo que le metió de lleno a este mundo de operaciones secretas de la CIA, estados clientes, mercenarios, y también entraste en conflicto con individuos muy poderosos en la CIA y el equipo de seguridad nacional, por lo que fue investigado. Háblennos acerca de ese libro y el proceso que le llevó a escribirlo y cómo es que fue publicado. Alfred McCoy: Seguro. Ahora, hace casi 50 años, al mirar hacia atrás fue una experiencia extraordinaria. En el espacio de 18 meses a dos años, adquirí una educación asombrosa. Hasta ese momento yo era un estudiante recién graduado que revisaba la historia del colonialismo en el sudeste de Asia y escribía artículos con varias notas de pie de página. Yo era un ratón de biblioteca. Y en 1970 y 1971, hubo rumores que comenzaron a regresar de Vietnam, particularmente en 1971, de que la heroína se estaba extendiendo rápidamente en las filas de las fuerzas estadunidenses que luchaban en Vietnam del Sur. Y en una investigación posterior, realizada por la Casa Blanca, se determinó que, en 1971, el 34 por ciento, un tercio de todas las tropas de combate estadunidenses que luchaban en Vietnam del Sur eran consumidores de heroína. Había, si esa estadística es exacta, más adictos en las filas del Ejército de EE.UU. En Vietnam del sur de los que había en Estados Unidos. Y lo que hice fue investigar: ¿De dónde venía el opio? ¿De dónde venía la heroína? ¿Quién la estaba traficando? ¿Quién la llevaba a las tropas en sus cuarteles y búnkers a lo largo y ancho de Vietnam del Sur? Nadie hacía esas preguntas. Todo el mundo estaba informando sobre el alto nivel de abuso, pero nadie estaba averiguando dónde y quién. Así que empecé a entrevistar. Fui a París, entreviste al jefe del equivalente francés de la CIA en Indochina, que era entonces jefe de una importante empresa francesa de fabricación de helicópteros, y me explicó cómo durante la guerra de Indochina entre 1946 y 1954, faltaban dinero para operaciones encubiertas, por lo que las tribus de Laos produjeron opio, el avión lo recogía y lo entregaba a los bajos mundo, los gángsters que controlaron Saigón y lo aseguraban para los franceses y que pagaron por sus operaciones encubiertas. Y le dije: “¿Y ahora?” Y él dijo: “Bueno, no creo que el patrón haya cambiado. Creo que todavía está ahí. Deberías ir a investigar”. Así que lo hice. Fui a Saigón, conseguí algunas fuentes de alto rango en el ejército vietnamita. Fui a Laos. Subí a las montañas. Me emboscaron los mercenarios de la CIA y lo que descubrí fue que la aerolínea contratista de la CIA, Air America, volaba hacia las aldeas de la población hmong del norte de Laos, cuya principal cosecha era el opio. Ahí, los aviones recogían la droga y la transportaban al laboratorio de heroína más grande del mundo, que era dirigido por el comandante en jefe del Real Ejército de Laos, cuyo presupuesto militar provenía enteramente de Estados Unidos. Ahí se procesaba el opio y se convertía en heroína. La droga era introducida clandestinamente a Vietnam del Sur por tres camarillas controladas por el presidente, el vicepresidente y el primer ministro de Vietnam del Sur, y sus aliados militares, y luego era distribuida entre las fuerzas estadunidenses en Vietnam del Sur. Y la CIA no estaba directamente involucrada, pero miraba a otro lado cuando se trataba de sus aliados y el narcotráfico. Y así esta epidemia de heroína barrió al Ejército de EE. UU. de Vietnam. El Departamento de Defensa inventó pruebas de análisis de orina, así que cuando esas tropas abandonaron Vietnam, se les hicieron pruebas y recibieron tratamiento. Lo que descubrí fue la complejidad, la complicidad de la CIA en este tráfico y ése fue un patrón que se repitió en Centroamérica cuando los Contras se involucraron en el tráfico. La CIA miró hacia otro lado cuando sus aviones y sus aliados estaban contrabandeando cocaína de Colombia a Estados Unidos. Lo mismo sucedió en los años 80, durante la guerra secreta en Afganistán, los moudjahidines se volvieron adictos al opio. La producción de opio en Afganistán durante esa guerra secreta aumentó de unas 100 toneladas de opio por año a 2 mil toneladas, un aumento gigantesco. Afganistán pasó de suministrar el cero por ciento de la oferta de heroína de Estados Unidos a 65 por ciento. La CIA envió armas a través de la frontera a los combatientes muyahidines a través de caravanas, mismas que salían cargadas de opio. La CIA impidió que la DEA, la oficina dedicada al combate al narcotráfico, investigara. Una vez más, la complicidad en el tráfico. Así que hay un patrón claro. Cuando empecé a hacer esa investigación y escribir el libro, también me enfrenté a enormes presiones. Mi teléfono fue intervenido por el FBI, la autoridad tributaria me investigó y me auditó a pesar de que era un recién graduado y estudiante de posgrado que vivía prácticamente en la pobreza. El Departamento de Educación revisó mi beca de posgrado. Amigos míos que habían estado sirviendo en inteligencia militar fueron reclutados para espiarme. En otras palabras, lo que encontré fue que la CIA penetró todos los aspectos de mi vida. El jefe de operaciones secretas de la CIA, un agente muy famoso llamado Cord Meyer Jr., visitó las oficinas de Harper & Row, mi editorial, y trató de persuadir al editor para que no imprimiera el libro, respetara el contrato o simplemente no lo publicara, alegando que era una amenaza para la seguridad nacional. Así que lo que descubrí no fue sólo complicidad de la CIA, las complejas relaciones de compromiso con aliados encubiertos lejanos en lugares remotos como el sudeste asiático, sino también la increíble profundidad de la penetración de la CIA dentro de la sociedad estadunidense bajo las condiciones de la Guerra Fría. Encontré mi teléfono, mi labor académica, mis amigos, mi editor, todos los aspectos de mi vida fueron manipulados por la CIA. Fue un descubrimiento fascinante. JS: Y usted escribe en su próximo libro, En las sombras del siglo estadunidense, “Yo había elaborado un método histórico que encontraría sorprendentemente útil durante los siguientes 40 años de mi carrera en el análisis de una diversa gama de controversias de política exterior, alianzas de la CIA con los narcotraficantes, la propagación de la tortura psicológica por parte de la agencia y nuestra propagación de la vigilancia estatal”. Parte de la razón por la que parecía que estaban preocupados por lo que usted estaba investigando en Vietnam, Laos y otros lugares eran los nexos emergentes en los que la CIA confiaría en las décadas venideras. AM: Así es. Todas esas áreas. El método que se me ocurrió fue muy sencillo. Comienza muy atrás en el pasado, tan atrás como es posible. Volvamos a la política colonial de Estados Unidos en Filipinas cuando iniciamos la vigilancia hacia 1898 para pacificar el país y luego la seguimos paso a paso hasta el presente, teniendo en cuenta los patrones y la estructura de la operación. Y cuando llegas al presente, donde se vuelven secretas, altamente clasificadas y muy controvertidas, entiendes la estructura, así que sabes dónde buscar, qué suposiciones son probables, qué hipótesis pueden funcionar, cómo puedes conducir tu análisis y qué puede conducirte a un hallazgo. Por ejemplo, tomemos el caso de la tortura, ¿de acuerdo? Trabajo en Filipinas como mi área principal de estudio en el sudeste de Asia, y estaba muy interesado en el derrocamiento del régimen de Marcos. Hice algunas investigaciones que contribuyeron a ese derrocamiento. A raíz del derrocamiento del régimen de Marcos, hubo una coalición de coroneles militares que habían trazado un golpe de Estado que motivó la llamada Revolución del Poder Popular, que puso a un millón de filipinos en las calles de Manila pidiendo la caída de Marcos, obligando a Washington a darle un avión que lo llevó al exilio en Hawai y llevó la democracia al país. Así que estaba muy interesado en quiénes eran estos coroneles. Y lo que encontré cuando los investigué es que no eran oficiales de línea, ni siquiera eran oficiales de inteligencia. Eran oficiales de seguridad interna que habían estado implicados personalmente en tortura. Y lo que empiezo a comprender es que la tortura fue una experiencia transaccional, que estos oficiales que habían sido entrenados por la CIA sobre cómo interrogar y usar la tortura, se empoderaron e inspiraron a sí mismos al romper sus víctimas para emprender el golpe para derrocar a Marcos. Bueno, eso también me introdujo a la idea de que la CIA estaba entrenando a torturadores alrededor del mundo. Y me imaginé esto en la década de 1980, antes de que fuera de conocimiento público. Hubo algunas investigaciones en los años 70, pero no teníamos el panorama completo. Y lo que comencé a averiguar también era la naturaleza de los métodos que usaban estos coroneles. Estos eran tipos corpulentos que fueron brutalmente abusados en su academia militar, como sucede a menudo en tales organizaciones. Y así, en vez de golpear físicamente a sus víctimas, usan algo inusual. No tocaron a sus víctimas. Utilizaron técnicas psicológicas. Así en 2004, cuando la televisión CBS publicó esas fotografías de la prisión de Abu Ghraib, nadie sabía lo que estaba pasando. Estaba esa famosa fotografía del detenido iraquí de pie sobre una caja con los brazos extendidos con falsos cables eléctricos unidos a él, le habían dicho que, si bajaba los brazos, recibiría una descarga, y tenía una bolsa en su cabeza. Y miré esa foto y dije: “No es un caso aislado, ésas son las técnicas doctrinales de la CIA. La bolsa es para la privación sensorial, los brazos son para el dolor autoinfligido, esas son las dos técnicas fundamentales de la tortura psicológica de la CIA”. Escribí un libro, Cuestión de tortura, que exponía ese argumento. Participé en un documental que ganó un Oscar, Taxi to the Dark Side, en el que me entrevistaron y expuse ese argumento también, y pasaron otros 10 años hasta 2014, cuando el Comité de Inteligencia del Senado estadunidense gastó 40 millones de dólares (mdd) para revisar 6 millones de documentos de la CIA y llegar a conclusiones bastante similares. Así que el método es útil.