Los congresos científicos no suelen estar llenos de emociones, pero el Simposio Invernal de Bioquímica “Avances en Tecnología Genética” que se llevó a cabo en el Hotel Playboy de Miami en 1983 sí que lo estuvo, ya que se presentaron tres equipos de investigación que habían competido durante años por crear la primera planta transgénica.
Entre la comunidad científica se considera que el equipo de Marc van Montagu de la Universidad de Gante en Bélgica, en el que trabajaba el mexicano Luis Herrera Estrella, les había ganado a los equipos de Mary-Dell Chilton, de la Universidad de Washington en Saint Louis, en Missouri Estados Unidos, y al de Robert Fraley de la compañía Monsanto que también tenía sede en Saint Louis.
No era sólo una cuestión de que el equipo europeo se adelantó por unos días, sino que todos los equipos habían estado trabajando con el ADN del microbio Agrobacterium tumefaciens que, según descubrieron Van Montagu y Jeff Schell en 1974, es capaz de insertar genes en las plantas lo que las hace desarrollar tumores. Aún así, la patente del descubrimiento, tras un pleito legal de casi dos décadas, se la quedó Monsanto.
El enorme potencial de la biotecnología de transgénicos era tan evidente que en 1975 diversos científicos organizaron un congreso para analizar y prevenir sus posibles riesgos. El resultado es que actualmente un alimento de origen transgénico debe pasar más controles de sanidad y seguridad que cualquier otro alimento.
Los pioneros después de 1983
Después de 1983, Van Montagu siguió siendo el más destacado de los creadores de la nueva “biotecnología agrícola”, ya que primero fundó las empresas Plant Genetic Systems, que se dedicó a hacer cultivos resistentes a insectos y tolerantes a herbicidas, y Crop Design, enfocada en desarrollar semillas de maíz y arroz muy productivas para los mercados mundiales y, sobre todo, el Instituto de Extensión de Biotecnología Vegetal en el año 2000.
De acuerdo con el World Food Prize (que se concedió en 2013 a los líderes de los tres equipos), el Instituto se creó “con la misión de ayudar a los países en desarrollo a obtener acceso a los últimos avances en biotecnología vegetal y estimular a sus instituciones de investigación para que sean independientes y competitivas”.
Chilton fue contratada por la Ciba-Geigy Corporation y estableció uno de los primeros programas de biotecnología agrícola industrial del mundo, que se vio opacada por el tercer competidor.
Fraley y su equipo de investigación lograron desarrollar en Monsanto el que se considera el primer cultivo transgénico, en 1996, que fue de soya modificada genéticamente para resistir al eficaz herbicida glifosato, también desarrollado y patentado por Monsanto y que estaba en el mercado desde 1974.
Fraley, como alto ejecutivo de la empresa, también participó en la cuestionada estrategia comercial de Monsanto.
La nueva biotecnología
2012 fue el primer año en que los países en desarrollo tuvieron más cultivos biotecnológicos que los países industrializados, señala el World Food Prize con base en un informe del Servicio Internacional para la Adquisición de Aplicaciones de Biotecnología Agrícola (ISAAA).
Según el informe, en 30 países “17.3 millones de agricultores plantaron cultivos biotecnológicos en todo el mundo en 2012; más del 90% de ellos (son) pequeños agricultores de escasos recursos en países en desarrollo”, lo cual, aseguró el WFP en su momento, “ha contribuido a mejorar la seguridad alimentaria y reducir la pobreza en algunas de las regiones más vulnerables del mundo”.
Es posible que, como señala el Premio, Fraley quisiera beneficiar sobre todo a los pequeños agricultores; sin embargo, en 2007, cuando países antes reticentes estaban empezando a aceptar los transgénicos, Monsanto compró la Delta Pine and Land Company, creadora de una semilla que solo podía usarse una vez.
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La semilla, apodada “terminator”, hacía que los agricultores, en lugar de guardar semillas de una cosecha para la siguiente, tuvieran que comprarle a Monsanto cada año, con lo que la compañía se ganó la reputación de explotar a los agricultores.
Esto se sumó a las prácticas monopólicas por haberse apropiado de la primera patente de las plantas transgénicas y al pasado de la compañía fundada en 1901, como que fue uno de los productores originales, aunque no el único, tanto del insecticida DDT, que se reveló con un peligroso contaminante, como del llamado agente naranja, un herbicida tóxico que el ejército estadounidense usó durante la guerra de Vietnam y que se calcula afectó a tres millones de personas.
Pero no todo es abuso. En México es legal el cultivo de algodón transgénico resistente a plagas, y Bayer, que compró a Monsanto en 2018, es el principal proveedor de semillas anuales; pero además, como pudo comprobar este reportero en un recorrido patrocinado por la propia Bayer, la compañía provee un acompañamiento que para los agricultores resulta fundamental, pues les da información científica sobre, por ejemplo, la composición química de sus suelos y sobre el clima.
Epílogo de falta de evidencia
Gracias a la regulación propuesta desde 1975, salvo por el reporte fraudulento de 2012 de Gilles-Eric Seralini, hasta la fecha no hay un solo caso de un transgénico que resultara tóxico.
Tampoco, por cierto, ha sucedido con el glifosato, a diferencia de muchos otros herbicidas que sí se han retirado del mercado, mientras que éste, aunque ha sido prohibido en algunos países como Argentina, es el más exitoso a nivel mundial, pues además de su eficacia, decae en apenas 20 días y es barato pues la patente de Monsanto venció el año 2000.
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