La banda del whatsapp

28 de Noviembre de 2024

La banda del whatsapp

Promo-Uruguay

Desde la Ciudad de México dirigieron el asalto en pandilla a una joyería en Montevideo, pero los ejecutores fueron llevados a una trampa por no conocer el terreno. Esta semana, 13 de los responsables fueron sentenciados a prisión; dos mujeres esperan audiencia en julio

Eran las 8:23 de la noche y la temperatura de 25 grados centígrados sofocaba a Punta del Este, Uruguay, cuando el guardia del hotel Conrad vio acercarse a un hombre muy joven, pistola en mano, de baja estatura, tez morena y con acento extranjero, que le soltó: “Aquí va a haber un show…”

Ahí, frente al uniformado, cruzaron a paso veloz 10 jóvenes con sudadera y capucha oscura.

En cinco minutos rompieron con mazos las vitrinas de una joyería y se llevaron 260 piezas con valor de tres millones de dólares. Cuando volvieron por la misma ruta, el hombre que había anunciado el espectáculo, Jorge Luis Vargas Duarte, de 22 años, proveniente de la Ciudad de México, bajó el telón, guardó el arma —en realidad una pistola de aire comprimido— y se sumó a la banda en fuga, amontonada en una minivan.

Hasta ahí todo iba bien. Eric Munive Granados, de 34 años, comerciante, originario de la colonia Doctores, en la capital mexicana, había dirigido el 6 de febrero la operación, recibiendo mensajes por Whatsapp desde la Ciudad de México y enviando fotos del botín a los presuntos autores intelectuales. Sólo que 72 horas después, casi toda la banda de mexicanos había caído en manos de la Policía Nacional. Este lunes 4 de junio, 13 de los 15 recibieron sentencia del juez Diego González Camejo: cuatro años y cuatro meses por “rapiña especialmente agravada por pluriparticipación y uso de armas”.

Los uruguayos no son ajenos a los shows en espacios públicos. En los años 60, guerrillas urbanas asaltaron bancos, secuestraron gente, se enfrentaron a tiros en las calles y organizaron una fuga de reos políticos en la cárcel de Punta Carretas, teniendo como uno de los protagonistas a Pepe Mujica, presidente de la República para el periodo 2010-2015.

De octubre a la fecha, la delincuencia organizada ha estallado 22 tanques de gas doméstico para robar cajeros automáticos. Y en marzo, un barrio llamado Casavalle fue cercado por fuerzas estatales de seguridad en busca de narcotraficantes que intimidan a residentes para que abandonen el área, en una versión a escala de Ciudad Juárez.

Pero lo sucedido el martes 6 de febrero en Punta del Este no tiene comparación: 15 mexicanos viajaron siete mil 600 kilómetros y robaron la joyería Sensation du Temps a cambio de tres mil dólares, boletos de avión, viáticos y un chapuzón en la desembocadura del río de la Plata en el Atlántico sur.

Ladrones casi adolescentes

El 4 de febrero se reunió la pandilla en la Plaza México, ubicada en una laberíntica zona de Punta que se convertiría en una trampa durante la fuga. Ahí les repartieron instrumentos de trabajo e instrucciones finales que Munive recibía por Whatsapp y retransmitía a los jóvenes, todos entre 18 y 22 años.

Después del robo, Gustavo Uriel Regalado Díaz, de 22 años, condujo la minivan a la Plaza México, un trayecto de 200 metros; abandonaron el vehículo y entregaron el botín a Munive. Los 12 se dispersaron en grupos de dos o tres, perdidos en una ciudad llena de policías, que cada verano austral refuerza la vigilancia para recibir a miles de turistas.

El primer detenido, Leonardo Salvador Álvarez Vidal, cayó en menos de 60 minutos y otros 11 antes de 24 horas. El 9 de febrero fueron arrestados Munive y una sinaloense de 22 años que le hacía compañía en un departamento alquilado para la ocasión, a unos pasos de la Plaza México.

Por la noche del 9 fue capturada otra mexicana que llegó de última hora para apoyar con dinero en efectivo a la banda, cuando intentaba tomar un vuelo desde el aeropuerto internacional de Carrasco.

La noticia fue un escándalo en medios y redes sociales en Uruguay. Los diarios El País y El Observador informaron esa semana que fuentes del Ministerio del Interior advertían de la amenaza que grupos delictivos extranjeros significan para este país de tres millones de habitantes, más o menos del tamaño de Chihuahua. Y concretamente hablaban de la banda mexicana, de una agrupación chilena vinculada con el estallido de cajeros automáticos y de argentinos que clonan tarjetas de débito.

Los muchachos eran, a sus ojos, casi adolescentes. Algunos dicen que fueron engañados, otros sabían para qué viajaban. Según consta en el registro de mandamientos judiciales del Tribunal Superior de Justicia, Guillermo Hernández Fajardo y Carlos Apolo Castro Hernández tienen antecedentes penales en México.

Al principio se habló de que la banda había cometido delitos similares en Canadá y Costa Rica. Pero a la fecha, sólo la autoridad costarricense ha solicitado información sobre el caso.

“Las fronteras se han abierto en positivo, pero tienen riesgos”, dice el director del Instituto de Derecho Penal y Criminología de la Universidad de la República, Germán Aller. “Ya no sólo piensan en un país. Montan una verdadera red”. Delinquen en un país y se llevan los efectos a otro, lavando, invirtiendo o estableciendo su residencia.

La tarde del lunes 4, los jóvenes volvieron a vestir sudaderas con capucha, pero esta vez, un uniforme rosa pálido. Ante el juez se vieron cabizbajos, a veces tristes, desconcertados. Se habían declarado culpables, estaban formalmente presos. Si estudian y tienen buena conducta, podrán reducir su pena a un par de años. Durante el juicio nunca explicaron por qué eligieron Uruguay.

¿Por qué uruguay?

Los detenidos no han aclarado por qué escogieron este país, localizado a 7,600 km de distancia de México, como blanco de sus fechorías.

A prisión. Con grilletes en tobillos, esposados y custodiados por un comando policial, los jóvenes mexicanos caminaron 50 metros desde el edificio de tribunales hasta un autobús que los llevaría al reclusorio Comcar, en la periferia de Montevideo.