La antigua sustentabilidad del Amazonas

8 de Noviembre de 2024

La antigua sustentabilidad del Amazonas

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Cada vez hay más evidencia de que la cuenca amazónica fue utilizada de manera sustentable durante milenios con tecnologías agrícolas y de ingeniería hidráulica; sin embargo, actualmente vemos como se está perdiendo la estabilidad climática que permitió esa y otras formas de agricultura por todo el mundo

Hay árboles que llegan a vivir hasta 600 años y que pueden, si no contar una historia, sí confirmar algunas e incluso darles contexto. Al menos eso ha sucedido en Brasil.

En 1667, Portugal construyó el fuerte de São José do Rio Negro, en lo que hoy es la ciudad de Manaos en Brasil, e inició la colonización y un núcleo de comercio de esclavos indígenas. El pueblo Mura resistió la colonización portuguesa con extrema efectividad.

Hubo numerosos combates entre muras y portugueses; incluso en 1750 cuando en Portugal, se propuso dar trabajo asalariado a pueblos indígenas y colonos. Los muras no participaron, y siguieron los combates hasta que en 1774 se pidió que fueran exterminados junto con otras poblaciones indígenas de la región.

Para la economía Mura, la recolección de frutos en el bosque era una actividad importante, y uno de sus principales recursos alimenticios era la nuez de Brasil. Bertholletia excelsa, su nombre científico, es un árbol pionero, es decir, que crece en territorios que, por perturbaciones naturales o humanas, han perdido la cubierta vegetal y la luz solar llega hasta el suelo.

Casi medio siglo después, un grupo de investigadores, encabezados por Victor Caetano Andrade y Charles Clement del Instituto Nacional de Investigaciones de la Amazonía en Manaos, se propuso averiguar si podía encontrar rastros de esta historia en los árboles de nuez de Brasil y otras especies, analizando sus anillos de crecimiento.

Así detectaron, por ejemplo, rastros de los incendios necesarios para que “se recluten” nuevos ejemplares de nueces de Brasil (así llama el procedimiento, que no es siembra, pues consiste en crear las condiciones para que crezcan “naturalmente”), y una disminución de los mismos cuando se redujo la población de Mura y abandonó el manejo forestal. Después de 1840, el reclutamiento tuvo un nuevo impulso, confirman los anillos de los árboles.

La organización de selvas y pantanos

Cuando pensamos en la cuenca del Amazonas en épocas precolombinas, es probable que imaginemos selvas agrestes e impenetrables, y pantanos intransitables y malsanos, y no áreas de cultivo y de civilización; todo lo contrario de lo que nos sucede al contemplar las grandes pirámides de Mesoamérica.

Sin embargo, hay cada vez más evidencias de que la primera es una visión equivocada. En palabras del equipo de Caetano y Clement: “Contrariamente a la imagen común de bosques ‘prístinos’ antes de las amenazas de la era industrial, los impactos humanos prehistóricos en los bosques tropicales son mucho más importantes de lo que se pensaba”.

Por ejemplo, una investigación, publicada en enero de 2021 en los Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), reveló que al suroeste de la Amazonía, en lo que ahora se llama los Llanos de Moxos, una población transformó un área de alrededor de 100 mil kilómetros cuadrados desde hace al menos tres mil 500 años y probablemente hasta seis mil, utilizando la ingeniería hidrológica, la agricultura de campo elevado, incendios controlados y agrosilvicultura para maximizar los recursos acuáticos y terrestres.

A través de un estudio paleoecológico, con rastros de carbón vegetal, polen, diatomeas y rastro vegetales mineralizados (fitolitos) tomados de sedimentos, se pudieron rastrear las acciones humanas que domesticaron el húmedo paisaje de mediados y finales del periodo Holoceno, (desde hace seis mil años hasta el presente) cuando se produjo un considerable aumento de las lluvias, lo que ahora se conoce como el monzón de verano de América del Sur.

›Llanos de Moxos, una subcuenca de los ríos Madeira y Amazonas caracterizada por su topografía plana e inundaciones anuales pronunciadas, está cubierto por una abundancia de terraplenes precolombinos que se crearon para vivienda, producción de cultivos y control del agua.

“A menudo se piensa que los humedales son terrenos baldíos o espacios no humanos, pero este no fue el caso en los Llanos de Mojos, donde la evidencia etnohistórica describe una amplia gama de formas de vida, orientadas en torno a todos los aspectos del paisaje de mosaico, incluidos los humedales, para la caza, la pesca y la agricultura”, escriben los autores del estudio.

También dan cuenta de que la cerámica estaba bien desarrollada, con el uso de canastillas de hojas de palma para pescar, el uso del fuego para cazar, así como los tejidos de algodón y los trabajos elaborados con plumas.

La coordinación de actividades con la subida y bajada de las aguas “requirió un conocimiento granular del paisaje a lo largo del año. Las diversas economías de los Llanos de Mojos fueron habilitadas por la domesticación de dominios terrestres y acuáticos”, dicen los autores sobre su reconstrucción paleoambiental.

También pudieron observar cuando terminó todo esto con la llegada de los colonizadores y con ellos, la introducción de herramientas metálicas y ganado, y otra idea de lo que era la agricultura.

Ciudades y antiguos huertos

Aunque no sean construcciones perdurables de piedra, se han descubierto grandes “trabajos de tierra” que constituyen auténticas ciudades.

Un estudio reportó en 2018 el descubrimiento de recintos abandonados precolombinos en la parte sur de la cuenca Amazónica, en las cabeceras del río Tapajós. La zona fue ocupada por culturas constructoras de tierra que vivían en aldeas fortificadas de los años

1250 a 1500.

Como resultado de su trabajo, los investigadores concluyeron que “los afluentes menores del sur de la Amazonía mantuvieron altas densidades de población, lo que exige una reevaluación del papel de esta región para los desarrollos culturales precolombinos y el impacto ambiental”.

Otros estudios atribuyen las especies de árboles que actualmente dominan la actual selva o bosque lluvioso a la gestión humana prehistórica y a la ingeniería del paisaje. “Los visitantes se asombran de que puedan pasearse por la jungla y coger constantemente fruta de los árboles. Esto se debe a que hubo gente que los plantó. Pasean por antiguos huertos”, explica Charles Clement.

Una investigación hecha por el reportero de ciencia, Charles C. Mann, para su libro 1491, reveló que, de las alrededor de 140 plantas cultivables de la cuenca del Amazonas (que podrían sumar hasta 250 dependiendo de qué tan estrictamente se use el término “cultivable”), más de la mitad son árboles.

Este tipo de cultivo era desconocido para los colonizadores europeos, pues solo es posible y necesario en los bosques lluviosos tropicales donde los árboles altos cumplen la tarea fundamental de impedir que la lluvia caiga con fuerza sobre el suelo y lo desprenda empobreciendo el terreno que de por sí no tiene muchos nutrientes pues, también debido a la gran cantidad de lluvia, estos se filtran hacia capas inferiores de tierra.

Pero no todo eran cultivos...

Un estudio publicado en junio en PNAS, sugiere que durante al menos los últimos cinco mil años, grandes áreas de la selva tropical en la Amazonía occidental, actualmente parte de Perú, fueron conservadas deliberadamente por las poblaciones aledañas y no se despejaban periódicamente con fuego ni se sometieron a un uso intensivo de la tierra.

Lejos de implicar que los asentamientos humanos complejos y permanentes en la Amazonía no tuvieron influencia sobre el paisaje en algunas regiones, nuestro estudio agrega evidencia sustancial que indica que la mayor parte del impacto grave de la población indígena en el medio ambiente forestal se concentró en los suelos ricos en nutrientes cerca de ríos”, dijo Dolores Piperno del Smithsonian Institute de Investigaciones Tropicales en Panamá y quien encabezó el estudio.

“Para mí, estos hallazgos no dicen que la población indígena no estaba usando el bosque, solo que lo usaron de manera sostenible”, agrega Piperno. “No vimos disminuciones en la diversidad de plantas durante el periodo de tiempo que estudiamos. Este es un lugar donde los humanos parecen haber sido una fuerza positiva en este paisaje y su biodiversidad durante miles de años”. Actualmente, el panorama socioecológico de la región es diferente.

Epílogo acción humana

En circunstancias normales, debido a los altos niveles de humedad, la selva amazónica no se quema. Sin embargo, una sequía hace que el bosque sea temporalmente inflamable y los incendios iniciados por los agricultores pueden salirse de control.

Un equipo internacional de científicos publicó en mayo de este año, también en PNAS, los resultados de un estudio de más de ocho años durante y después del El Niño de 2015 y 2016, y encontraron que la sequía extrema desencadenada por este fenómeno meteorológico, y los incendios forestales asociados causaron la muerte de alrededor de dos mil 500 millones de árboles y plantas y emitieron 495 millones de toneladas de dióxido de carbono.

Después de tres años, solo el 37% de esas emisiones fue reabsorbido por el crecimiento de plantas en el bosque, lo que muestra que la función vital de la cuenca del Amazonas como sumidero de carbono puede verse obstaculizada durante años después de estos eventos de sequía.

›Además, de acuerdo con las predicciones climáticas, las sequías extremas se volverán más comunes con el cambio climático. Una investigación publicada a finales de junio de este año en Environmental Research Letters, advierte que esto puede generar un ciclo vicioso pues los incendios, al liberar grandes cantidades de dióxido de carbono, provocaría un mayor cambio climático.

Se ha comprobado que el origen de la agricultura en diversas partes del mundo hace 10 o 12 mil años fue posible cuando el clima alcanzó una cierta estabilidad. La agricultura de bosque tropical, que apenas se está conociendo y no es distinta en eso, requiere de la regularidad. En este caso, de las temporadas secas y de lluvias, y de que no haya sequías extremas.

Sin embargo, también “es posible pensar en modelos económicos que puedan mantener el bosque en pie”, como dice Caetano-Andrade. “La prueba es que ha estado sucediendo durante miles de años antes de las expansiones coloniales, ya que los pueblos nativos desarrollaron sistemas económicos que mantuvieron e incluso enriquecieron el bosque. Las poblaciones tradicionales que viven en las riberas de los bosques tropicales son los grandes héroes de la preservación como conocen la importancia de mantener el bosque en pie para garantizar su bienestar”.

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