Kushner y el miedo a los republicanos

28 de Noviembre de 2024

Kushner y el miedo a los republicanos

(FILES) This file photo taken on May 23, 2017 shows US president’s senior advisor Jared Kushner during a press conference by the US president and Palestinian leader at the presidential palace in the West Bank city of Bethlehem. Donald Trump’s shock White House win transformed his soft-spoken 36-year-old son-in-law into one of the world’s most powerful men, but Jared Kushner’s eyebrow-raising Kremlin contacts have put that status under threat. In the halcyon first days of his administration, Trump believed there was no challenge too confounding, no conflict too intractable for his son-in-law to tackle. / AFP PHOTO / THOMAS COEX

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THOMAS COEX/AFP

Jared Kushner, asesor de la Casa Blanca, asiste a una reunión entre su suegro, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el presidente palestino, el pasado 23 de mayo, en Belén

El personal del gobierno teme más que nunca ser agredido por los medios de la derecha

No conocemos los detalles reales de los reportes recientes sobre los encuentros entre Jared Kushner, en diciembre pasado, con el embajador de Rusia ante Estados Unidos y el jefe del banco de desarrollo estatal ruso. Las únicas dos explicaciones plausibles responden a que Kushner estuvo involucrado en algo sumamente extraño o que es extraordinariamente ingenuo e incompetente. Lo que sí sabemos con certeza es que si el Washington Post y el New York Times hubieran publicado historias similares sobre el yerno de alto rango de un presidente demócrata, éste habría salido de la Casa Blanca antes de que las impresiones de esos periódicos llegaran a la puerta a la mañana siguiente. O no

Jared Kushner, asesor de la Casa Blanca, asiste a una reunión entre su suegro, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el presidente palestino, el pasado 23 de mayo, en Belén

Es más que probable que, si un presidente demócrata hubiera intentado colocar a su yerno en una posición de poder similar, la intensidad de las protestas le habría impedido que sucediera en absoluto. Trata de imaginar a Hillary Clinton proponiendo que el marido de Chelsea, Marc Mezvinsky —como Kushner, un neoyorquino rico con un padre convicto y sin experiencia relevante— debería estar a cargo de reinventar al gobierno, resolver la epidemia de opioides, reformar el sistema de justicia penal y negociar la paz en Medio Oriente. Incluso la especulación sobre el tema es irrelevante, pues un presidente demócrata que se hubiera jactado de haber despedido al director del FBI para aliviar la “presión” de una investigación de contrainteligencia ya habría sido impugnado 37 veces. En el periodo previo a las elecciones de 2016, algunos republicanos prominentes pedían que las audiencias de destitución de Hillary Clinton comenzaran el día de su inauguración o incluso antes de que asumiera el cargo. Todo esto es un síntoma de la extraordinaria inclinación hacia la derecha del sistema político de Estados Unidos —una que es más profunda de lo que incluso demócratas y progresistas entienden— y que hace improbable que alguna vez conozcamos la historia completa del presidente Trump y Rusia, nefasta o no.

›Para tomar un ejemplo particularmente destacado, no ha habido una investigación significativa encabezada por un fiscal especial demócrata o un abogado independiente desde el gobierno de Nixon. El último fue Archibald Cox, que había sido fiscal general durante las administraciones de Kennedy y Johnson, y luego fue el primer fiscal especial nombrado para investigar el caso Watergate.

Después de que Richard Nixon ordenara al Departamento de Justicia que despidiera a Cox en 1973, el siguiente fiscal especial fue Leon Jaworski, un demócrata que votó por Nixon en 1960 y en 1968. Después de Watergate, continuó apoyando a George H.W. Bush en las primarias presidenciales de 1980 y después de que Bush perdieros, fundó la asociación Demócratas con Reagan. Eso es esencialmente todo. Durante las siguientes cuatro décadas se aceptó en Washington D.C. que un fiscal especial que investiga una administración republicana no puede ser demócrata, mientras que uno que investiga una administración demócrata debe ser republicano. Lawrence Walsh, quien dirigió la investigación Irán-Contra a partir de 1986, fue miembro del Partido Republicano. Por sus problemas fue atacado sin piedad por sus compañeros republicanos. El primer consejero independiente que investigó a Whitewater durante la presidencia de Bill Clinton fue Robert Fiske, republicano. Cuando él descubrió que el ayudante de la Casa Blanca, Vince Foster, se había suicidado en lugar de ser asesinado por el pulpo de Clinton, los columnistas y los políticos del Partido Republicano declararon que esto generaba “dudas sobre Fiske”. Así, fue reemplazado por Kenneth Starr, otro republicano. La investigación se alejó tanto de Whitewater que él terminó supervisando el caso Clinton-Lewinsky, lo que derivó en la impugnación de Clinton. Whitewater finalmente fue derribado en 2003 por Robert Ray, un tercer republicano. El siguiente fue John Danforth, un fiscal especial para una investigación del asedio del FBI contra Waco, Texas, y, por supuesto, republicano. Patrick Fitzgerald, quien fue nombrado en 2003 por el entonces fiscal General Adjunto James Comey para investigar el caso Valerie Plame, rompió el patrón, o algo así. Fitzgerald no era republicano, pero tampoco era demócrata: era un autodeclarado independiente. Las cosas han vuelto a la normalidad con el nombramiento de Robert Mueller para dirigir la investigación sobre lo que sucedió con Rusia y la campaña Trump en 2016: Mueller es republicano. Un fenómeno similar existe con dos posiciones clave en D.C.: director del FBI y secretario de Defensa. Desde el ultraconservador J. Edgar Hoover, ha habido seis directores del FBI, tres designados por presidentes demócratas y tres designados por republicanos. Los seis directores han sido republicanos, aunque James Comey cambió recientemente su viejo registro en el GOP (Grand Old Party, como se conoce al Partido Republicano).

›No todos los secretarios de Defensa han sido republicanos, pero sí lo han sido tres de los siete elegidos por los presidentes demócratas desde Jimmy Carter, y de hecho el presidente Barack Obama simplemente mantuvo al secretario de Defensa de George W. Bush, Robert Gates, quien sirvió durante más tiempo en la administración Obama que en la de Bush.

Mientras tanto, seis de los siete secretarios de Defensa nombrados por los presidentes republicanos después de Nixon han sido republicanos, mientras que James Mattis no tiene una lealtad política declarada. Luego, una vez nombrados en cualquier puesto del gobierno, los funcionarios toman todas sus decisiones en un ambiente en el que el principal peligro para sus carreras y poder proviene del Partido Republicano, no de los demócratas. Un profundo análisis realizado por el New York Times a la razón por la cual Comey rompió con la política del FBI para discutir públicamente la investigación del FBI de 2016 sobre Clinton —siguiendo las reglas y manteniéndolo a resguardo del equipo de campaña de Trump—, fue titulado “Comey intentó proteger al FBI de la política, pero terminó definiendo una elección”. Lo que el artículo del Times revela es que la “política” que Comey temía, consistió en ataques de republicanos. Michael Steinbach, otrora funcionario de seguridad nacional del FBI, dijo que si Comey no hubiera revelado los correos electrónicos de Hillary Clinton encontrados en la computadora de Anthony Weiner y ella hubiera ganado, la furia de los republicanos habría sido tan intensa que no cree que el FBI “como organización, hubiera sobrevivido”. Ninguna de las personas en el círculo de Comey tenía una sospecha similar que indicara que mantener en secreto la investigación de Trump podría llevar a los demócratas a destruir al buró. Las historias similares sobre D.C. son moneda común. En 2009, el provocador de derecha James O’Keefe publicó videos editados engañosamente sobre la Asociación de Organizaciones Comunitarias para la Reforma Ahora (ACORN), un grupo con 40 años de antigüedad y que hacía un trabajo crítico registrando a los votantes pobres. A las pocas semanas, los demócratas del Congreso, entonces con amplias mayorías en ambas cámaras, mataron los fondos federales para ACORN. Cinco investigaciones separadas más tarde encontraron que el personal de ACORN no había roto ninguna ley ni había gastado dinero del gobierno. Sin embargo, en solo un año, ACORN se derrumbó. Luego, en 2010, Andrew Breitbart publicó un extracto de un video de un discurso de Shirley Sherrod, una funcionaria del Departamento de Agricultura, falsamente presentado para que pareciera que Sherrod era una supremaCista blanca. Rápidamente se extendió por el resto del ecosistema mediático de derecha. Previsiblemente, el gobierno de Obama actuó de inmediato, pidiendo a Sherrod dimitiera el mismo día. Incluso el prominente progresista Benjamin Jealous, entonces jefe de la NAACP, la criticó. Sherrod demandó más adelante a Breitbart por la difamación, alcanzando un acuerdo extrajudicial en 2015 con los términos no revelados. [caption id="attachment_761508" align="alignright” width="583"]Reconocimiento. El presidente Obama entrega la Medalla 
Presidencial de la Libertad al 
secretario
saliente de la 
Defensa, Robert Gates, en junio
de 2011. Reconocimiento. El presidente Obama entrega la Medalla 
Presidencial de la Libertad al 
secretario
saliente de la 
Defensa, Robert Gates, en junio
de 2011.[/caption] A medida que el gobierno de Trump avanza, el personal del gobierno teme más que nunca ser agredido por los medios de la derecha. Al final, lo más notable de este fenómeno es que tanto los partidos como los periodistas que los cubren lo han aceptado como el estado natural de la política estadounidense. Nadie en D.C. parece percibir que algo podría ser diferente. Los republicanos y su aparato conservador de los medios de comunicación están involucrados en una guerra continua contra los demócratas, o cualquier republicano que se mueva un centímetro de su bancada.

›Los demócratas están en una postura de defensa permanente, dispuestos a lanzarse a los lobos en cualquier momento, incapaces de articular incluso esa dinámica, y mucho menos de luchar contra ella. Por su parte, muchos periodistas de Washington permiten que los republicanos marquen la agenda cubriendo crédulamente incluso los ataques más frágiles como si se tratase de escándalos legítimos.

Así que no teman por Jared Kushner o Donald Trump. Como dijo Bruce Bartlett, un apóstata republicano y exmiembro del personal de Jack Kemp, Ronald Reagan y George H.W. Bush: Si el caso Watergate hubiera ocurrido hoy, “Nixon habría terminado su mandato”.

El resurgimiento de “las de ocho”

A fuerza de primicias, los diarios Washington Post y New York Times se han convertido en los reyes de la información en la era Trump, y para eso despliegan medios inéditos. ›Febrero 2017. ¿El caso de Michael Flynn, el exconsejero de Donald Trump en temas de seguridad que se vio obligado a renunciar? Revelado por el Washington Post. ›Mayo 2017. ¿Donald Trump pide al director del FBI James Comey que renuncie a investigar a Michael Flynn? Revelado por el New York Times. ¿El presidente que se jacta ante diplomáticos rusos de haber despedido a Comey? ¿Las conversaciones entre el consejero de Trump, su yerno Jared Kushner, y esos mismos rusos? Todas las noticias que alimentan la actualidad de los últimos meses fueron reveladas por estos dos grandes periódicos.

Traducción: Carlos Morales