Kissinger, tres momentos de una vida centenaria

3 de Diciembre de 2024

Kissinger, tres momentos de una vida centenaria

Kissinger

Henry Kissinger nunca fue presidente de Estados Unidos, pero hizo que el puesto de secretario de Estado lo pareciera. Ganó prestigio como diplomático, aunque páginas oscuras lo persiguen al llegar a los 100 años de vida

Es un personaje cuyo pensamiento fue construido bajo una premisa: la mejor política doméstica es la exterior. Trabajó en el subsuelo (cuarto de máquinas) de la política, pero institucionalizó la diplomacia contemporánea. Hoy, Xi Jinping estaría dispuesto a firmar un pacto con el diablo con tal de ver a este personaje despachando en Foggy Bottom. Este viernes cumple 100 años.

Henry Kissinger pudo haber escrito la mejor novela inimaginable para John le Carré o el mejor guion de una serie para Netflix, pero nunca fue su intención entrar al mundo de la ficción, porque la realidad que él construyó influyó en el destino de Estados Unidos.

Nunca fue presidente, pero Kissinger hizo que el puesto de secretario de Estado lo pareciera. Orgánicamente, es el puesto de mayor relevancia después de la Casa Blanca.

Los países que desarrollan una potente red diplomática en el exterior son los que marcan tendencias internacionales. Kissinger no vivió la globalización, pero fue el principal arquitecto de una de sus “instituciones”: la diplomacia.

La voluntad del determinismo quiso que Kissinger estuviera en momentos clave de la Guerra Fría: época en la que se mataba en defensa de dos dogmas: el comunismo y el capitalismo.

Las ideologías políticas con forma de países

Kissinger comprendió que sería la CIA, y no necesariamente el Departamento de Estado, el ente proclive a llevar a cabo operaciones encubiertas. Ideada por el presidente Harry Truman en los inicios de la Guerra Fría, la Casa Blanca vio la necesidad de crear un comité de control sobre las operaciones encubiertas. Al inicio le llamaron Comité 40, el organismo semiclandestino del que Henry Kissinger fue la cabeza entre los años 1969 y 1976. Todo lo que ocurrió en materia de operaciones encubiertas, Kissinger tuvo conocimiento, pero sobre todo responsabilidad durante ese periodo.

El doctor Kissinger (como le gusta que lo llamen), entendía que la Ley Logan le demarcaba la operación de sus decisiones en materia de diplomacia. Creada en 1799, la Ley Logan considera como delito grave que cualquier ciudadano estadounidense intente negociar con un gobierno extranjero o intente influir en la política exterior sin la autorización del presidente.

De aquí la dificultad para que Kissinger usara el Departamento de Estado para realizar operaciones encubiertas; necesitaba actuar fuera de la ley.

En 1973, la existencia del Comité 40 fue materia de investigación por parte del Senado.

El senador Stuart Symington interrogó a William Colby, quien se desempeñaba como director de la CIA. A continuación, un fragmento del diálogo que publica el periodista Christopher Hitchens en su libro The Trial of Henry Kissinger, publicado en 2001 por la editorial Verso (Juicio a Kissinger, editorial Anagrama, 2002).

Stuart Symington (SS): Muy bien. ¿Cómo se llama el último comité de esta índole?

William Colby (WC): Comité Cuarenta.

SS: ¿Quién es el presidente?

WC: Bueno, una vez más preferiría describir al Comité Cuarenta en una sesión ejecutiva, señor presidente.

SS: ¿Preferiría una sesión ejecutiva respecto a quién lo preside?

WC: El presidente… de acuerdo, señor presidente… El presidente es el doctor Kissinger, como asistente del presidente en asuntos de seguridad nacional.

Las operaciones encubiertas abren la puerta a las injerencias y violaciones a la soberanía. En política, es como representar a un partido político que no se ve, pero gana.

Chile, un recuerdo que no se borra

En 2023 es claro que si existe un país que ha asentado sus intereses comerciales en América Latina es China. Argentina, por ejemplo, anunció en la década pasada una inversión china en su país en una estación espacial.

Este escenario era inimaginable en el siglo pasado. Principalmente en la década de los 70. Los espacios vacíos lo están para ser ocupados.

Con la excepción de Colombia, hasta que concluyó la era del uribismo, y quizá de algún otro país de la región, Estados Unidos fue perdiendo interés por reorientar sistemas políticos. Un ejemplo es Venezuela, un país modélico que ha pasado de la riqueza a la pobreza debido a la dictadura que lo conduce. Estados Unidos pudo haber apoyado a Juan Guaidó y a la oposición del régimen, pero derrocó a Nicolás Maduro.

O qué decir de Cuba. El presidente Obama tuvo un acercamiento estratégico con la isla abriendo embajadas y eliminando barreras de interacción turística y comercial, pese a la reticencia de Fidel Castro. Luego llegó Trump y desmanteló el avance.

Sin embargo, durante la Guerra Fría los dogmas intoxicaban a los dirigentes políticos. Henry Kissinger no fue la excepción. Algunas de sus decisiones fueron traducidas como arrogantes e, incluso, despreciativas hacia la democracia. En una ocasión declaró que no veía razón para que a determinado país se le permitiera “hacerse marxista”, pues creía que la gente vota con irresponsabilidad.

Kissinger quizá confundía la democracia con la sofocracia, sistema de gobierno encabezado por gente erudita, bien preparada.

Durante los inicios de la Guerra Fría, Chile fue uno de los países más adelantados de la región en materia de pluralismo y democracia. El voto se repartía en tercios: conservador, izquierda y comunista y; democristiano y centrista. Sin embargo, en las elecciones presidenciales de 1970 el partido de Salvador Allende logró romper el techo al obtener una ligera mayoría relativa: 36.2 %.

Hitchens recuerda que el resultado electoral inquietó a Estados Unidos, a Kissinger en particular. Allende era “un anatema para la extrema derecha chilena, para algunas empresas (Pepsi, Chase Manhattan Bank e ITT) que hacían negocios con Chile, y para la CIA”.

El presidente Nixon era muy cercano al presidente de Pepsi, Donald Kendall; le debía favores laborales en los primeros años después de haberse titulado como abogado. “Una serie de reuniones en Washington, celebradas al cabo de 11 días de la victoria de Allende, sellaron prácticamente la suerte de la democracia chilena”, recuerda Cristopher Hitchens.

En las notas que escribió el director de la CIA en ese momento, Richard Helms asienta el deseo que tuvo Nixon: Allende no debía tomar posesión. “Sin correr riesgos. Sin participación de la embajada. Diez millones de dólares disponibles, más si es necesario (…) Un plan de acción en 48 horas”, escribió Helms sobre las palabras de Nixon.

Documentos desclasificados revelan que Kissinger se tomó en serio las palabras de Nixon. “Se formó un grupo en Langley, Virginia, con el propósito expreso de aplicar una política de “doble vía” en Chile: una de diplomacia ostensible y otra, desconocida por el Departamento de Estado o el embajador estadounidense en Chile, Edward Korry.

La primera víctima de la operación encubierta fue René Schneider, jefe del Estado Mayor de Chile. Este personaje se oponía a cualquier tipo de injerencia militar en procesos electorales.

Kissinger autorizó la entrega de armas para que el general Roberto Viaux, que estaba en desacuerdo con Schneider, lo secuestrara.

Un telegrama de la CIA enviado a Kissinger reveló los avances del operativo para secuestrar a Schneider: “El agente X se ha reunido clandestinamente la noche del 17 de octubre (con dos oficiales de las fuerzas armadas chilenas) que le han dicho que están haciendo más progresos de lo que pensaban”.

Viaux recibió 20 mil dólares en efectivo de parte de la CIA y la promesa de un seguro de vida equivalente a 250 mil dólares.

La “doble vía” estaría a cargo del general Camilo Valenzuela, jefe de la guarnición de la capital.

La noche del 19 de octubre el grupo de Valenzuela, apoyado por gente de Viaux, intentó secuestrar al general Schneider. El operativo fracasó, pero un día después el grupo de Viaux asesinó a René Schneider.Kissinger fue responsable directo de lo ocurrido.

En el derrocamiento de Allende, Kissinger se encontraba en el proceso de ratificación como secretario de Estado frente al Congreso. Dijo que Estados Unidos no había tenido que ver con el golpe de Estado.

Documentos desclasificados señalan lo contrario. El asesinato del opositor a Pinochet, Orlando Letelier, no aparece en las memorias escritas por Kissinger. La orden de matarlo la tomó Pinochet.

Vietnam, el paradigma

Las derrotas son más profundas que las victorias. Se sumergen en el inconsciente social a lo largo de muchos años.

Con el ánimo de contener el comunismo en la parte sur de Vietnam, Estados Unidos decidió enviar tropas desde 1964.

Siendo asistente del Gobernador de Nueva York, Nelson Rockefeller, quien a la postre se convertiría en vicepresidente de John Ford, Kissinger tuvo toda la libertad para establecer contactos con Hanoi. Aquí es donde aplica aquello de que la mejor política doméstica es la exterior.

Kissinger conoció a dos franceses que tenían vínculos directos con el mando comunista en la capital de Vietnam del Norte: Raymond Aubrac, amigo personal de Ho Chi Minh, y Herbert Marcovich, un bioquímico.

El doctor Kissinger pensó que la guerra en Vietnam entraría de lleno en la sucesión presidencial.

›Hitchens recuerda que “en 1968, en su primer discurso importante como candidato a la nominación republicana, Rockefeller habló resonantemente de que en ‘un sutil triángulo con la China comunista y la Unión Soviética, podemos a la larga mejorar nuestras relaciones con ambas, al tiempo que sondeamos la voluntad de paz de casa una’”.

En 1968, Richard Nixon y algunos miembros de su equipo se propusieron sabotear las negociaciones de paz sobre Vietnam celebradas en París. Aseguraron a los dirigentes militares de Vietnam del Sur que un inminente régimen republicano les ofrecería un mejor pacto que un gobierno demócrata.

Los sudvietnamitas se levantaron de la mesa de negociación desmantelando la estructura que habían realizado los demócratas. Veinte mil muertos estadounidenses después, es decir, cuatro años, Nixon puso fin a la guerra bajo los mismos términos ofrecidos en París.

Otra vez, Kissinger fue corresponsable del sabotaje de las pláticas de paz en París.

China, la relación estratégica

Entre las medallas de oro de Henry Kissinger destaca el establecimiento de las relaciones diplomáticas de su país con China. “No nos podemos permitir dejar eternamente a China fuera de la comunidad de naciones, alimentando sus fantasías, manteniendo sus odios y amenazando a sus vecinos. Este pequeño planeta no puede tolerar que mil millones de sus habitantes vivan en un aislamiento cargado de odios”.

Las palabras las piensa Kissinger y las escribe Nixon. Aparecen en Foreign Affairs de octubre de 1967.

Durante los anteriores 20 años, Estados Unidos y China mantuvieron malas relaciones. China había calificado a Estados Unidos como un país “capitalista-imperialista”, lo que en términos marxistas equivale a la forma última del capitalismo que, en teoría, sólo podía superar sus contradicciones mediante la guerra. Richard Nixon y Mao Zedong tuvieron acercamientos gracias a Kissinger.

Cincuenta y cinco años después, China y Estados Unidos mantienen una relación fría y con desconfianza. Taiwán está en la mira de China. La isla es suya, dice Xi Jinping.

En Hong Kong la democracia ha sido desmantelada.

Sin duda, Henry Kissinger tendría algo que decir sobre el tema.

Conclusión

En la actualidad, personajes como Nicolás Maduro o Evo Morales continúan viviendo en el siglo pasado. Creen que Estados Unidos pone y quita presidentes. En realidad, la influencia que tuvo Kissinger ya no la tiene ningún secretario de Estado. Es China, a través de las inversiones y el comercio, el país que tiene más influencia en la región.

Por ejemplo, esta semana, Evo Morales, escribió en Twitter: “Muy preocupados por la decisión del hermano presidente de Chile @GabrielBoric de apoyar al gobierno ilegal e ilegítimo de @DinaBoluarteZ para la presidencia protempore (sic) de la Alianza del Pacífico justo cuando se autoriza la intervención militar de EU en Perú. Parece que el hermano presidente de Chile olvida que Allende fue víctima del intervencionismo de la CIA (…)”

Evo es un granuja. Tramposo porque no admite que él violó la decisión de la mayoría de los bolivianos en el referéndum de 2016, cuando le mandataron no volverse a presentar a unas elecciones. Lo hizo y provocó muertes.

El lenguaje de Evo pertenece al tramposo que trata de temporizar lo ocurrido en la década de los 70.

Si Kissinger estuviera en el cargo de Blinken, no veríamos operativos como el de Chile. Manipular el tiempo es de tramposos.

Kissinger, un gran diplomático con múltiples sombras.