Keiko Fujimori logró en un tribunal peruano su mayor victoria política desde que perdió las presidenciales de 2016 y ahora sueña con fortalecer al fujimorismo y reunificar a su familia para lanzarse a las elecciones de 2021. La justicia ordenó el miércoles liberar a Keiko después de una semana en prisión acusada de recibir dinero de la constructora brasileña Odebrecht para su campaña electoral en 2011. La cárcel “ha sido también una oportunidad de empezar un camino para lograr nuevamente la unidad de mi familia”, declaró la líder opositora al recuperar su libertad. “Yo salgo agradecida, a pesar de la injusticia”, agregó en alusión a la visita que le hizo en la cárcel su hermano Kenji, con quien libra una guerra fratricida por el legado político de su padre, el expresidente Alberto Fujimori (1990-2000). Keiko, de 43 años, y Kenji, de 38, buscan sentarse en el sillón que su padre dejó hace 18 años en medio de un escándalo. Ambos podrían enfrentarse en los comicios de 2021, si no superan sus desacuerdos. La hija del expresidente de ancestros japoneses se ha convertido en la líder de la oposición peruana después de iniciar su carrera política a los 19 años como primera dama sustituta del gobierno de su padre, pero la disputa con su hermano menor ha afectado su imagen. Muchos peruanos admiran a Alberto Fujimori porque derrotó a la feroz guerrilla maoísta de Sendero Luminoso y la hiperinflación heredada de su antecesor Alan García. Sus hijos se han beneficiado de esta popularidad. Ahora Keiko debe atender la situación de su padre, de 80 años, quien está internado en una clínica limeña en calidad de detenido desde hace dos semanas y debe volver a prisión a terminar de cumplir su condena de 25 años por crímenes contra la humanidad y corrupción, después de que la justicia anulara el indulto que obtuvo en diciembre.
La “hija bendita”
Keiko, que en japonés significa “hija bendita”, ha pasado la mitad de su vida envuelta en política, a la que ingresó contra su voluntad, según confesó una vez, por una conjunción de circunstancias familiares con un signo en común: la ruptura. En 1994, a sus 19 años, la separación de sus padres la propulsó a convertirse en primera dama sustituta. Todo en medio de un trauma familiar: su madre denunció a hermanos y familiares de su marido-presidente por comercializar donaciones de Japón destinadas a familias pobres. Aquella acusación le valió a Susana ser torturada en los servicios de seguridad, según denunció ella misma ante el Congreso. Alberto Fujimori dio en 1992 un autogolpe con el que cerró el Congreso y tomó el control de las instituciones del Estado. Keiko fungió seis años de primera dama y desde entonces carga con el pasivo y activo de un gobierno al que una vez definió como “el mejor de la historia en Perú".
Disputa entre hermanos
Sumido en un escándalo, su padre renunció a la presidencia en 2000 con un fax desde Japón, donde se refugió amparado en su nacionalidad nipona. Ella optó por quedarse en Perú y enfrentó acusaciones por presuntos malos manejos de fondos públicos en el pago de sus estudios en Estados Unidos. Salió limpia, y ese episodio le cimentó una imagen corajuda. Dio la batalla cuando hasta los hermanos de su padre se convertían en prófugos de la justicia. En 2004 se casó con el italoestadounidense Mark Vito Villanella y se reconcilió con su madre, quien la acompañó en sus campañas y ahora la visitó en prisión. Decidida a llevar una vida de hogar y negocios, el destino familiar se cruzó otra vez. Un viaje de Japón a Chile acabó con el expresidente preso y con ella dedicada, otra vez por amor al padre, a la política como la legisladora más votada en 2006. Madre de dos niñas, pugnó en 2011 por la presidencia con Ollanta Humala en balotaje. Sugerir el indulto a su padre le costó la elección. La derrota le hizo desprenderse del perfil autoritario con el que se identifica al fujimorismo. Renovó al partido y dejó de lado al ala dura, identificada con su padre, sin romper con ellos. El maquillaje trajo caras nuevas y, aunque perdió las presidenciales en 2016, su partido consiguió la mayoría absoluta en el Congreso. Esto le permitió mantener contra las cuerdas a su rival Pedro Pablo Kuczynski, hasta forzarlo a renunciar a la presidencia en marzo pasado. Pero la cruzada contra Kuczynski terminó por enemistarla con su hermano, lo que debilitó al fujimorismo y contribuyó a poner ante la justicia a Kenji, a su padre y a la propia Keiko. Esto ha dejado a Keiko en “la soledad y la orfandad”, escribió este jueves la columnista Patricia del Río en el diario El Comercio, y ha fortalecido al presidente Martín Vizcarra, el sucesor de Kucsynski. Si bien consiguió un triunfo en los tribunales, superar las disputas con Kenji y mantener en libertad a su padre siguen pendientes.