La “4T”, a la mitad del río
Las cosas se han complicado para López Obrador, de modo que puede determinarse el fracaso de su proyecto, por lo cual se centrará en lograr en 2024 un nuevo triunfo de su partido. Lo peor que podría pasarle es que Morena fuera derrotado en ese año
En vísperas de la elección presidencial de 2018, había cuatro escenarios básicos de cómo sería el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, a partir de lo ofrecido por él mismo o la proyección de sus críticos y opositores. AMLO ofreció prácticamente una utopía inspirada en el modelo escandinavo; igualar a la sociedad, terminar con la pobreza, crecer la economía del 4 al 6% en promedio, erradicar la corrupción y terminar con la impunidad, contar son un sistema danés de educación, salud y pensiones, autosuficiencia alimentaria, reducción drástica de la violencia criminal, regresar al Ejército a sus cuarteles, perfeccionamiento y consolidación de la democracia, una república armónica, etcétera.
Del lado opuesto, los opositores más radicales advertían sobre un desenlace venezolano; quiebra económica, mayor pobreza, bajo crecimiento económico, centralización política, subordinación de los poderes estatales y las instituciones autónomas, estatización improductiva de la energía, populismo político, etcétera.
Es decir, una amplia gama entre Venezuela y Suecia. Podemos matizar con dos escenarios más centristas; del lado escandinavo, una mejoría modesta pero real. No la utopía, pero sí avances nada despreciables en los temas centrales, y quizá una ruta reformista que con el tiempo iría dando más frutos. Ese escenario positivo y más realista, no podía descartarse necesariamente. Y del lado negativo, una situación de deterioro pero sin llegar al extremo venezolano; menor crecimiento, más pobreza, pulsiones autocráticas, embate gubernamental a instituciones autónomas con un grado indeterminado de éxito y preservación esencial de la corrupción, sin llegar a la catástrofe.
Al inicio del gobierno, un gran número de obradoristas mantenían una firme fe en que el desenlace sería el escandinavo, que en seis años lograríamos un gran avance en todos los temas, y que dichos cambios serían irreversibles. La sola duda al respecto despertaba enojo y descalificaciones por parte de los leales de AMLO. Y del otro lado, varios radicales auguraban también con gran seguridad que en seis años estaríamos más o menos en el lugar de Venezuela. Pero muchos otros percibían como más probables alguno de los dos escenarios intermedios, según su orientación.
Violencia al alza. En dos años y medio se reportaron más de 91 mil homicidios dolosos y feminicidios en el país. Expertos indican que las principales causas fueron el desconfinamiento y el reacomodo de grupos criminales.
En 2017 escribí el libro 2018; AMLO presidente?, donde pronosticaba el probable triunfo del tabasqueño, pero también proyecté como el escenario de gobierno más probable el negativo moderado. Eso, a partir de que las premisas en que se basan las estrategias para los distintos temas me parecían fantasiosos, poco arraigados en la realidad, por lo cual no sólo serían ineficaces, sino incluso podrían ser contraproducentes en cierta medida.
Y también por la ideología de AMLO, más apegada al idealismo que al realismo político (lo cual el mismo presumía y lo sigue haciendo), y su estilo personal que desde años atrás me parecía de típico populismo (y mucho me recordaba a Luis Echeverría).
A tres años de gobierno, me parece que se ha consolidado justo el escenario negativo medio, en lo cual desde luego interviene la pandemia y la crisis económica consecuente.
Pero aún antes de ella esa era la tendencia. Y por supuesto que si bien el fracaso relativo se debe a la pandemia en buena parte, influyen también el mal manejo gubernamental de ella y de la crisis económica.
Por otro lado, los programas sociales, defendibles por sus objetivos, han sido aplicados sin la planeación ni racionalidad necesarias, de modo que en general los resultados son pobres, e incluso contrarios a sus objetivos básicos, según han reportado distintas indagaciones de organismos cívicos y de instituciones oficiales. En materia de seguridad, AMLO hizo exactamente lo contrario de lo que ofreció, pero con un saldo en violencia mayor que el de los dos gobiernos que le precedieron.
En cuanto a la corrupción e impunidad —una de sus principales ofertas de campaña—, todo se ha reducido a repetir en el discurso que han ido desapareciendo, erradicándose de manera firme, por lo cual puede darse por cumplida esa oferta central. Pero en los hechos las cosas siguen más o menos igual; impunidad frente a propios y extraños (AMLO ofreció desde 2016 un pacto de impunidad al gobierno de Enrique Peña Nieto, que hasta ahora ha cumplido cabalmente). La corrupción ha servido más como pretexto para desmantelar programas e instituciones que molestan al presidente por no ser de su autoría, o para recabar esos recursos y destinarlos a sus propios programas o obras públicas (Santa Lucía, Tren Maya, o Dos Bocas). Y el menor crecimiento económico y más baja inversión privada que eso exige.
¿Qué esperar a futuro? Las cosas se han complicado para AMLO de modo que puede determinarse el fracaso de su proyecto, por lo cual se centrará en lograr en 2024 un nuevo triunfo de su partido.
Lo peor que podría pasarle es que Morena fuera derrotado en ese año, pues tanto su proyecto como su imagen política irían a dar a donde él mismo ha señalado como el peor averno imaginable; el basurero de la historia.
Al inicio del gobierno, un gran número de obradoristas mantenían una firme fe de que en seis años lograríamos un gran avance en todos los temas, y que dichos cambios serían irreversibles.
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