No es ningún secreto el desdén de Donald Trump por todo lo que tiene que ver con el establishment político; eso incluye a su servicio exterior, de inteligencia, partidos políticos, instituciones y clase política en general. A partir de su ideología de nacionalismo económico y populismo nacionalista, Trump tiene un especial desprecio por el servicio exterior que representa a Estados Unidos ante el mundo. Un mundo del que se ha alejado, mientras China y Rusia extienden su presencia en diferentes formas por muchos países.
Y si con alguien ha tenido problemas y distanciamiento público ha sido con su secretario de Estado, Rex Tillerson. Desde el rechazo a su estrategia con Corea del Norte que calificó públicamente como una pérdida de tiempo, hasta la conferencia improvisada que éste dio hace unas semanas, negando los trascendidos en la prensa sobre su salida del gabinete; así como un supuesto insulto que el secretario habría dedicado al presidente en una reunión privada; los desencuentros entre ambos han sido notorios, señal de la poca importancia que Trump le ha dedicado a su política exterior.
Rex Tillerson tiene un perfil completamente empresarial, alejado de la diplomacia que personajes como Hillary Clinton, Condoleezza Rice y Madeleine Albright han tenido al encabezar la secretaría más importante del gobierno más poderoso del mundo. De Kissinger a Jefferson, de Haig a Powell, Trump eligió a un exCEO de una de las empresas petroleras más poderosa del mundo con fuertes ligas de amistad a Vladimir Putin.
Con Woody Johnson, empresario amigo cercano a Trump, enviado a Inglaterra para ser embajador de Estados Unidos sin experiencia exterior previa, Trump deja clara la política que pretende aplicar al servicio exterior estadounidense: amigos con enfoque empresarial y poderío militar, claramente desentendido de la gran estrategia de poder suave y seducción que Estados Unidos ha jugado frente al mundo durante los años modernos.
Roberta Jacobson, en ese sentido, no podría estar más alejada del perfil que Trump maneja con la política exterior que tan desatendida tiene y en la que incluso ha dejado, por meses, puestos estratégicos mostrando una evidente falta de premura del gobierno federal para llenarlos. Una de las primeras acciones de Trump al tomar posesión fue despedir a gran parte de los miembros del servicio exterior estadounidense que ocupaban puestos en las diferentes embajadas alrededor del mundo. Jacobson no fue una ellas. Decidió dejarla en su puesto, por lo menos durante algunos meses, en lo que termina la renegociación del Tratado de Libre Comercio, mismo del que Jacobson fue parte en su etapa original, en 1993, con el equipo negociador estadounidense.
Por más sencillo que pueda ser el perfil de Jacobson ante las diferencias ideológicas con Trump, en una administración como la actual, que mantiene una confrontación abierta con México y su gobierno, el papel que pueda jugar Jacobson en estos momentos es fundamental, pues es la inevitable conexión entre México y Estados Unidos en el punto más bajo de sus relaciones y en medio de la negociación comercial más importante de los últimos 30 años. La imagen de un gobierno racista, clasista e intolerante no va con la imagen de una embajadora que se pronuncia a favor de la seguridad de los periodistas en México, de una embajadora que se deja ver en las primeras filas de las marchas por los derechos de la comunidad LGBTI, de una diplomática que comparte, orgullosa, la fotografía de su esposo ayudando en la reconstrucción de las casas destruidas por los sismos de hace un par de meses.
La llegada de Jacobson fue complicada y sólo estuvo unos meses bajo las órdenes de Barack Obama. Ted Cruz y Marco Rubio tomaron como rehén su nominación a la embajada mexicana por muchas semanas ante la política de apertura con Cuba que Obama implementó durante su presidencia. La postura de Jacobson reflejaba bien aquella de Obama, que si bien no fue un presidente reconocido por avanzar la relación con América Latina en general, deportando a miles de migrantes y sin empujar una reforma migratoria integral, sí tenía un discurso de amistad y reconocimiento a la relación que por décadas había existido entre ambos países. Ahora la situación ha cambiado, pero por el momento es la mejor opción que el presidente de Estados Unidos tiene para atender la renegociación con una persona que conoce la región por sus puestos anteriores y el acuerdo comercial por su participación en la primera fase.
El gobierno mexicano no ha hecho ningún llamamiento a la embajadora Jacobson por los comentarios de Trump y su gabinete sobre nuestro país, ni de los comentarios reportados por el New York Times que habría hecho el jefe de Oficina de la Casa Blanca, el exgeneral John Kelly, sobre México como un país fallido como Venezuela y el gobierno de Nicolás Maduro, a pesar de los elogios públicos al gobierno mexicano sobre su ayuda en el combate al narcotráfico y la responsabilidad de Estados Unidos sobre el consumo o de los constantes ataques públicos que el presidente Trump emite desde su gobierno y desde los mítines que realiza mes con mes. México entiende que Jacobson es afín a una visión que la llevó a ser nominada por Barack Obama en junio de 2015.
Una vez que Trump pueda llenar las vacantes diplomáticas que hacen falta en el gobierno y se termine, o no, con la renegociación del TLC, entonces la posibilidad de que Jacobson se retire por una figura más afín a la política exterior de Trump será probable.
Empresarios como Tom Barrack, amigo cercano de Trump, suenan como el posible reemplazo de Jacobson. Empresario moderado, con una visión más global, se dedica a los bienes raíces y cabe perfectamente en la descripción del gabinete multimillonario de Trump. Pero con temas como la frontera, el muro, las drogas, la corrupción, la migración, inseguridad y comercio, se antoja complicado que alguien como Barrack acepte el paquete. Sin embargo la misma Casa Blanca ha aceptado que más adelante, el puesto de México será de los más importantes en cuanto a las asignaciones de personal se refiere. ¿Qué sorpresa tendrá preparada Trump en ese sentido? Por lo pronto, la presencia de Jacobson en nuestro país ha pasado con más experiencias que acciones, pero que en momentos críticos, como ahora, el discurso por lo menos ha ayudado a detener los embates que llegan desde el norte con la firma exclusiva de Trump para México.