IZÚCAR DE MATAMOROS, Pue. La muerte y la vida se mezclan en este municipio. La dualidad ha existido en Izúcar de Matamoros desde antes del sismo que destrozó parte de la historia física del pueblo. En el mercado, ya huele a pan de muerto y desde la última semana de septiembre los colores para la festividad ya se mezclan en su día a día. Los vientos de Otoño se sienten cada tarde. La lluvia cae sobre Izúcar como un balde de agua fría que reblandece las estructuras de adobe y viejos ladrillos rojos dañadas por el sismo del 19 de septiembre.
En el pueblo este año se dedicará a las tres muertes que dejó el temblor. Una niña que perdió la vida aplastada por una turba que corrió despavorida del mercado principal izucareño. A la que se suma una mujer que murió de un paro cardiaco por el susto del temblor y otra niña que falleció en el hospital regional luego de que le cayera una barda encima. Hay cruces de pericón por las puertas de cada pueblo. La gente reza y se persigna con la esperanza que esa flor naranja, muy parecida al cempasúchil, ahuyente al diablo.
San Miguel Arcángel busca al enemigo (el diablo) y lo persigue. El 28 de septiembre lo agarra y lo corre. Las cruces de pericón nos protegen de todo mal y sirve como preámbulo para el día de muertos para la sanación de las almas”, dice Bernarda Flores Pantaleón, que vendía tacos afuera de una escuela y que ahora espera sentada en el dintel de una puerta a que mejoren las cosas.
La festividad del día de muertos va de la mano con la posesión de un hogar. En las casas se ponen suntuosos altares para las almas que vienen de visita.
Ya viene el día de muertos y nos quedamos sin techo, pué. Estoy durmiendo con mi hermana, pero si no encuentro casa para rentar solo le voy a prender una cera (veladora) a mis muertitos”, dice la anciana entre montículos de escombro.
En la región se reza y se pide por las ánimas del purgatorio. Se trata de recordar a cada uno de los muertos; en esta ocasión a las tres mujeres fallecidas a las que aún lloran sus familias.
Pero la representación de la vida y la muerte queda en manos de los artesanos del barro policromado, disciplina desarrollada en esta zona poblana.
Las manos que dan forma a la vida y la muerte
Isabel Castillo Orta, tiene más de ochenta años de edad y 60 dedicándose a la creación de barro policromado. En su taller, que está dentro de su casa se hacen catrinas y árboles de la vida, un estandarte de la artesanía mexicana. Parece increíble pero en Izúcar no conocen mucho a doña Isabel. Al preguntar por la calle Herculano Sánchez cada persona señala una orientación distinta. Ni la vecina de enfrente sabe dónde vive la artista. - Disculpe la casa de doña Isabel Castillo… es una artista del barro policromado. - ¿Quién? No, la verdad no sabemos dónde pueda vivir esa señora, pero pregunte enfrente a lo mejor ahí saben.
En su casa Isabel es feliz. Pinta, diseña y crea con sus manos un mundo de vida y de muerte. Está contenta porque ya viene la celebración. Una de sus favoritas.“La gente comienza a poner sus cosas de navidad desde finales de noviembre. ¿Por qué no ponemos el altar desde inicios de octubre?”, pregunta Isabel quien desde el primer lunes de octubre instala un altar de muertos con catrinas y catrines hechos de materiales reciclados y cabezas de barro.
El anaquel donde presenta las creaciones que hace con su familia. Hay sirenas, peces, catrinas, calaveras, charros y árboles de la vida. Un árbol de la vida se regalaba para los matrimonios, para la fertilidad. Nacía la vida de una nueva persona, decían. Empecé a hacer muertes, calaveras y catrinas, son más coloridas… Mi amiga es la muerte”, dice entre risa y risa Isabel. Esos árboles tienen adornos de decenas de animales, Adán y Eva, y la serpiente que representa el pecado del mundo. Las calaveras son igual de coloridas pero de figuras más sencillas. Las catrinas se instalan en el altar en homenaje a los difuntos. Estas figuras son un éxito en el extranjero, “vienen de universidades o empresarios y compran las figuras y las llevan a todas partes del mundo”. Mientras Isabel alista su altar para fin de mes, cuatro cuadras atrás está Guadalupe, una adolescente, que ofrece pan de muerto u hojaldras, como se le llama en la zona al pan en forma redonda con ajonjolí.
La verdad se vende todo el año en el pueblo. A la gente le gusta mucho, pero el pan de muerto que hacen acá es de figura de muerto con azúcar pintada de rojo sobre él y ese se ponen en los altares”, explica la joven.
El mole, los chiles rellenos con arroz rojo y tortillas, mixiote, pozole o tequila es casi una obligación como ofrenda para los que ya no están El día 28 de octubre se le “reza a los accidentados, el 31 a los niños, el día primero de noviembre a los muertos grandes y el dos bajamos de todos lados a los panteones para hacer la velación de las almas en sus tumbas”.
[gallery ids="798668,798674,798669,798671,798647"]
En la mixteca poblana la conmemoración a los muertos se reviste de arcos de flor de cucharilla, copal dentro de los saumerios que sirven como una especie de incensarios. El aroma es penetrante, especial, como una conexión sólida entre el mundo humano y el más allá.