En la guerra entre Israel y la organización palestina Hamás, estos no son los únicos protagonistas. Si bien las intenciones del gobierno presidido por Isaac Herzog es acabar con la amenaza que representa la organización yihadista e islamista para sus propios ciudadanos, el conflicto alcanza a otros países de Medio Oriente y Occidente.
Y si bien el inicio de la problemática entre Palestina e Israel puede rastrearse hasta la fundación de este último en 1948, lo cierto es que las tensiones han aumentado desde la creación del grupo Hamás en 1987.
Fundado con el objetivo de establecer un Estado islámico en la región de Palestina —lo que comprendería Israel, Cisjordania y la Franja de Gaza—, Hamás ha sido considerado como “grupo terrorista” por gran parte de Occidente, pero lo cierto es que el propio Israel fue corresponsable de su surgimiento, ya que en sus inicios, cuando se hacía llamar Mujama al-Islamiya, fungió como su aliado natural contra la Organización de Liberación Palestina (OLP), que manifestaba rechazo total a la creación de Israel.
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Fue hasta que la OLP dejó de ser una amenaza, que Mujama al-Islamiya cambió su nombre y perfil para ocupar el lugar de enemigo, pero para entonces ya era tarde, pues además de poder político, Hamás contaba con el apoyo y la simpatía de muchos palestinos.
Y aunque las hostilidades entre Israel y Hamás nunca han cesado, el anuncio de un probable acuerdo de paz histórico entre Israel y Arabia Saudí a finales de septiembre volvió a dinamitar las relaciones de Israel con sus vecinos. El tratado, que planteaba protección estadounidense a Arabia Saudita a cambio de un acuerdo de paz con Israel, no fue bien recibido por Irán, uno de los principales benefactores de Hamas y enemigo de Arabia Saudita y Estados Unidos.
Irán es conocido por ser uno de los principales benefactores de Hamás, y entre el apoyo que le da al grupo se encuentran tanto armas como entrenamiento. Asimismo, se conoce su postura en contra de Estados Unidos, Israel y Arabia Saudita.
Al respecto, The Conversation planteó tres escenarios: la contraofensiva de Israel puede frustrar los esfuerzos de normalización respaldados por Estados Unidos. En segundo lugar, si Israel aumenta su fuerza en Gaza, podría provocar otro levantamiento palestino, y finalmente, si Israel renuncia a sus tácticas de mano dura, se reducirian las posibilidades de escalada. En cualquiera de estos casos, Irán se vería beneficiado, a diferencia de los propios palestinos.
A este panorama se suma la organización musulmana Hezbolá, de origen libanés y que también cuenta con apoyo de Irán, ya los ataques israelíes llegaron a su frontera, con lo que se abre la posibilidad de que incursione en el conflicto, en contra de Israel aunque no necesariamente a favor de Gaza.
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