La ofensiva terrestre de Israel en la franja de Gaza alcanzó este martes un nuevo límite con el bombardeo de un campo de refugiados que dejó al menos 50 muertos. Los hechos fueron confirmados por el propio gobierno israelí, que aseguró que la operación iba dirigida a acabar con Ibrahim Biari, uno de los líderes del grupo Hamás.
El nuevo ataque reavivó la indignación y llamados a un alto al fuego, toda vez que se trataría de un nuevo crimen de guerra. La ONG Médicos del Mundo denunció que los cirujanos en Gaza deben operar en el suelo e incluso se ven en la necesidad de practicar cesáreas o amputaciones sin anestesia, por falta de material.
Catar, un país árabe que tiene contactos diplomáticos con Israel, denunció el bombardeo del campo de refugiados como una masacre y advirtió que la extensión de los bombardeos israelíes pueden “socavar los esfuerzos de mediación y de desescalada”.
Asimismo, Antonio Guterres, secretario general de Naciones Unidas, y Filippo Grandi, Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, alzaron sus voces para pedir un cese de hostilidades. “Un alto el fuego humanitario puede al menos parar esta espiral de muerte”, dijo Grandi desde la tribuna del Consejo de Seguridad, antes de implorar a los 15 miembros de la máxima instancia de la ONU que “superen sus divisiones y ejerzan su autoridad” imponiendo esa medida.
Por su parte, Guterres se dijo profundamente preocupado por la intensificación del conflicto y advirtió del riesgo de una “peligrosa escalada más allá de Gaza”.
Pero los ataques de Israel no solo se han intensificado en la franja de Gaza. En Cisjordania —donde no hay presencia del grupo Hamás—, se reportaron esta tarde más de 120 palestinos muertos desde el inicio de la ofensiva israelí, el pasado 7 de octubre.
Asimismo, en la frontera entre Líbano e Israel, los ataques se intensificaron con bombardeos del ejército israelí.
Ayuda insuficiente. La búsqueda y rescate de víctimas atrapadas por los
bombardeos sigue estando en manos de los civiles.
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