El ataque de Hamás fue mortal, pero la respuesta de Israel podría ser desproporcionada. Poco después de que iniciara la contraofensiva en la Franja de Gaza, diversas fuentes denunciaron el uso de proyectiles de fósforo blanco, un arma química prohibida por la Convención de Ginebra de 1980, que prohíbe explícitamente su uso como armas incendiarias contra los seres humanos y el medio ambiente.
La prohibición de este elemento como arma obedece al hecho de que genera lesiones graves como quemaduras químicas e incluso daños a nivel óseo, médula ósea y tejidos, lo que puede provocar una muerte lenta.
Junto al uso del fósforo blanco, el gobierno de Palestina y algunos sobrevivientes acusaron que los ataques se han centrado en escuelas, domicilios particulares y otros edificios civiles, así como al único punto de salida que no es controlado por Israel.
Los ataques a quienes deberían estar exentos son otro de los señalamientos. Hasta el momento, al menos dos periodistas palestinos han muerto durante los ataques a la Franja de Gaza, así como cuatro paramédicos. En este último caso, la organización no gubernamental Media Luna Roja Palestina detalló que tres de los paramédicos murieron durante un ataque a la ambulancia en la que se transportaban.
Finalmente, el asedio total de Gaza —que fue reprobado por la misma Organización de las Naciones Unidas— incluyó este miércoles el corte total de energía, lo que dejó la central local inoperante, causando así un caos en los hospitales que han mantenido sus actividades.
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