Jeremy Scahill
La elección de Donald Trump ha enviado ondas de choque a las atormentadas almas de personas en todo Estados Unidos y el mundo. Poco a poco, millones comienzan a sentir el horror de que un candidato que promovió su figura a través de una plataforma abiertamente intolerante, que amenazó a inmigrantes y musulmanes y que ostentó una misoginia flagrante pronto será presidente de la primera potencia mundial. Trump ha nombrado un nacionalista blanco, Steve Bannon, como estratega en jefe de la Casa Blanca, lo que fue rápidamente celebrado por el Partido Nazi Americano y el Ku Klux Klan. Bannon y otros extremistas que posiblemente serán designados por Trump, como John Bolton, un neoconservador que cree que EU debe “bombardear Irán”, y el autoritario Rudy Giuliani, ahora están recibiendo el escrutinio público que tan merecido tenían.
El vicepresidente entrante, Mike Pence, no ha despertado la misma reacción, en su lugar es frecuentemente descrito como el único adulto razonable en la boleta, un “contrapeso” a Trump y un “puente al establishment”. Sin embargo, hay muchas razones para considerarlo, si fuera posible, aún más aterrador que el presidente electo.
El ascenso de Pence a la segunda posición más poderosa en el gobierno de Estados Unidos es un logro tremendo para la derecha religiosa radical. Pence —y sus compañeros de lucha de la supremacía cristiana— no habrían sido capaces de ganar la Casa Blanca por sí mismos. Para ellos, Donald Trump fue un regalo del cielo. “Éste podría no ser nuestro candidato preferido, pero eso no quiere decir que no pueda ser el candidato de Dios para hacer algo que no vemos”, dijo David Barton, un destacado activista de la derecha cristiana y presidente de Wall Builders (Constructores de muros), una organización dedicada a hacer que el gobierno de Estados Unidos imponga los “valores bíblicos”. En junio, Barton profetizó: “Podríamos mirar hacia atrás dentro de unos años y decir, ‘Wow, [Trump] realmente hizo algunas cosas que ninguno de nosotros esperaba’”.
›Trump es un caballo de Troya para una cábala de fanáticos crueles que ha anhelado durante mucho tiempo una teocracia cristiana extremista, y Pence es uno de sus guerreros más preciados.
Con el control republicano de la Cámara y el Senado y la posibilidad de inclinar de manera espectacular y decisiva la balanza de la Suprema Corte a la extrema derecha, la administración entrante tendrá una oportunidad real de dar a Washington una prueba del fuego y el azufre de la segunda venida.
“Para ellos el enemigo es el secularismo, quieren un gobierno dirigido por Dios. Ése es el único gobierno legítimo”, afirma Jeff Sharlet, autor de dos libros sobre la derecha religiosa radical, entre ellos The Family: The Secret Fundamentalism at the Heart of American Power [La Familia: El fundamentalismo secreto en el corazón del poder estadounidense]. “Por eso, cuando se habla de negocios, no están hablando de algo separado de Dios, sino que están hablando de lo que, en los círculos de Mike Pence, se llamaría capitalismo bíblico, la idea de que este sistema económico es ordenado por Dios”.
Según reportes, uno de los hijos de Trump, Don Jr., ha dicho que el vicepresidente de su padre estaría a cargo de la política interior y exterior, mientras que Trump se enfocaría en la vaga misión de “Hacer Estados Unidos grande otra vez”. El equipo de campaña de Trump aseguró posteriormente que esa historia había sido “inventada”, aunque Trump ha negado en reiteradas oportunidades cosas que han quedado registradas en grabaciones, así que, ¿quién sabe? En cualquier caso, las implicaciones de una vicepresidencia de Pence son muy amplias. Pence combina los aspectos más horribles de la visión del mundo de Dick Cheney con la creencia de que las novelas de Left Behind de Tim LaHaye no son ficción, sino una bola de cristal omnisciente.
Cómo es que el GOP [Great Old Party, como se conoce al Partido Republicano] impuso a Pence a Trump es, sin duda, una historia fascinante que esperamos que se dé a conocer algún día. Obviamente, Pence dio a Trump una credibilidad muy necesaria entre los votantes evangélicos y el establishment del GOP, pero la selección de Pence presagia un apocalipsis gubernamental. Aunque Trump ha dado marcha atrás en una gran variedad de temas, desde el aborto hasta la inmigración y de la guerra a la asistencia social, Pence ha sido durante toda su vida un incondicional confiable para la causa de la jihad cristiana, nunca ha vacilado en su compromiso con el militarismo estadounidense, la penalización del aborto y el odio absoluto por los homosexuales (a menos que vayan a la terapia de conversión “para cambiar su comportamiento sexual”, por la que, Pence ha sugerido, debería pagar el gobierno).
Pence también apoyó la permanencia de la Ley Patriota y quiere prohibir la quema de la bandera de Estados Unidos. Pence no cree que las agencias federales de aplicación de la ley deban necesitar de una orden judicial para el espionaje de los ciudadanos estadounidenses y votó en contra de requerir una orden judicial para intervenir comunicaciones dentro de sus fronteras. Como gobernador de Indiana, firmó en silencio un proyecto de ley para limitar el uso de dispositivos Stingray [usados para la intercepción de comunicaciones celulares] por parte de la policía local, a pesar de que ello ocurrió durante los primeros días de las revelaciones de Snowden y la preocupación pública por la vigilancia gubernamental era intensa.
Pence dio inmunidad retroactiva a las empresas de telecomunicaciones implicadas en el espionaje sin orden judicial. A él no le gusta la supervisión del Congreso a los interrogatorios de la CIA, en los que, dicho sea de paso, Trump cree que debería incluirse el submarino y otras torturas que sean “un infierno peor que el submarino”. Pence se ha pronunciado por la ilegalidad de la tortura, pero dijo que los “interrogatorios mejorados” han salvado vidas. Él ha definido las estrategias de interrogatorio no coercitivas basadas en la construcción de relaciones como “métodos Oprah Winfrey”. Pence está en contra de la protección de informantes que prohibirían las represalia por la denuncia de delitos o faltas. En 2002, la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU por sus siglas en inglés) le dio una calificación de 7% en derechos civiles.
Él quiere que EU reanude la práctica de recibir nuevos presos en la cárcel de Guantánamo o, como Trump lo expresó, “llenarla”. Pence también comulga con la idea del uso ampliado del sistema de tribunales militares.
Pence ha afirmado que quiere “aislar económicamente” a Irán en lugar de participar en un ataque militar. Pero si Israel decidiera llevar a cabo ataques preventivos contra las instalaciones nucleares de Irán, dijo en 2010, “si el mundo debe saber algo, debe saber esto: que Estados Unidos continuará apoyando a Israel”. Él ha apoyado un fallido esfuerzo legislativo para que la política de Estados Unidos “use todos los medios necesarios para hacer frente y eliminar las amenazas nucleares planteadas por la República Islámica de Irán, incluyendo el uso de la fuerza militar”. Tanto en la retórica como en la política, Pence ha comparado al “Islam radical” con el “imperio del mal de la Unión Soviética”, y dijo que él y Trump “nombrarán al enemigo” y “organizarán los recursos de nuestra nación y de nuestros aliados para darles caza y destruirlos antes de que nos amenacen”.
Como The Intercept ha informado ampliamente, como gobernador de Indiana, Pence firmó una ley que requiere que el tejido fetal de los abortos sea enterrado o cremado, por lo que su estado es uno de los más medievales en su enfoque de los derechos reproductivos. La ley de Enterramiento de Fetos, que Pence afirmó “garantiza un tratamiento final digno para los no nacidos”, fue finalmente suspendido por un juez federal, quien dijo que probablemente resultaba inconstitucional. Pence ha estado en la vanguardia del movimiento para recortar los fondos de Planned Parenthood [Planificación de la Familia]. “Veremos a Roe v. Wade [un caso que llegó a la Suprema Corte y el que avaló el aborto a nivel federal] consignado al basurero de la historia, donde pertenece”, prometió Pence. Él ha buscado durante mucho tiempo que las protecciones de la Enmienda 14 apliquen a los fetos, argumentando que deben ser declarados personas. En el Congreso, Pence votó para sancionar penalmente a los médicos que realicen abortos tardíos, excepto en los casos en que la vida de la mujer estuviera en peligro. Un médico que “mata a un feto humano” se enfrenta a dos años de prisión, de acuerdo a la ley.
Pence se opone a los esfuerzos para hacer que los crímenes de odio incluyan los ataques contra la comunidad LGBT, e intentó bloquear el financiamiento federal de los tratamientos del VIH a menos que vengan con el requisito de promover la eliminación de las relaciones homosexuales. Pence se opone a que personas que no sean heterosexuales sirvan en el ejército. “La homosexualidad es incompatible con el servicio militar debido a que la presencia de homosexuales en las filas debilita la cohesión de las unidades”, dijo.
Pence cree que “el único sexo verdaderamente seguro es el que no ocurre” y una vez afirmó (falsamente) en CNN que “los condones son una protección muy, muy pobre contra las enfermedades de transmisión sexual”.
Pence apoya el muro que Trump ha dicho que va a construir, cree en la auto-deportación y ha mostrado una de las posiciones más virulentas en contra de que EU acoja a refugiados procedentes de Siria. Durante su defensa de una propuesta de prohibición para que los refugiados sirios entraran en Indiana, Pence dijo que era necesaria para “garantizar la seguridad de todos los residentes de Indiana”. Él ha abogado por una mayor militarización de la llamada guerra contra las drogas, incluidas las patrullas militares. Pence ha denunciado a activistas y otras personas que han protestado por los recientes homicidios de la policía de afroamericanos desarmados, acusándolos de “apoderarse de la tragedia como consecuencia de disparos de acción de la policía”. Él dice que le resulta ofensivo “utilizar una brocha gorda para acusar a las fuerzas del orden de sesgo implícito o de racismo institucional y que eso realmente tiene que parar”. Él ha dicho que “los agentes de policía son los mejores de nosotros”.
›Pence es un firme defensor de los programas Stop-and-Frisk (detención y registro), que en Nueva York fueron usados de forma abrumadora en contra de la gente de color. “Tienen una base constitucional sólida”, dijo Pence, quien añadió que quería que la práctica se extendiera a todo el país.
“Stop-and-Frisk, literalmente, salvó vidas en la ciudad de Nueva York cuando se puso en práctica, y ha sido implementada en ciudades de todo el país”.
Una diferencia interesante entre Pence y Trump es su enfoque en la Primera Enmienda. Trump ha dejado claro que cree en la guerra contra la libertad de prensa y mostró una gran hostilidad hacia los periodistas que cubrían su campaña. Durante su paso por el Congreso, Pence fue una fuerza importante detrás de una iniciativa de ley que buscaba dar a los periodistas protección federal para mantener la confidencialidad de sus fuentes. Pence, un ex locutor de radio, mencionó que su inspiración para actuar fue el caso de la entonces reportera del New York Times, Judy Miller, quien fue encarcelada por negarse a responder a preguntas sobre sus fuentes durante el escándalo por la revelación de la agente encubierta de la CIA Valerie Plame. Dicha ley nunca fue aprobada y el proyecto de ley ofreció un amplio margen para anular las protecciones de los periodistas en situaciones de seguridad nacional.
Cuando se unió a la fórmula con Trump el verano pasado, Pence afirmó que ambos estaban revisando internamente la política de la campaña sobre el tema de los periodistas que cubrían los eventos de Trump. En todo caso, la situación empeoró a medida que la campaña avanzaba [Trump incluso prohibió cubrir su campaña a los reporteros del Washington Post, propiedad de Jeff Bezos de Amazon, con quien Trump entabló una guerra de declaraciones].
En lo que respecta al cuidado de la salud, Pence busca la derogación de la Ley de Asistencia Asequible, aunque como gobernador abrazó la ley en un acto muy audaz de hipocresía. También apoyó negar la atención que no fuera urgente a las personas que no pudieran permitirse un co-pago de Medicare y se opuso a la expansión del Programa de Seguro Médico para Niños.
Pence es lo que podría denominarse un “curioso del cambio climático”, aunque al principio de su carrera política escribió un ensayo en el que afirmaba: “El calentamiento global es un mito. El tratado del calentamiento global es un desastre. Ya, lo dije”. Más recientemente, Pence ha más o menos reconocido la naturaleza del impacto de la acción humana en el cambio climático, pero se opone a poner fin a cualquiera de las prácticas industriales, gubernamentales o corporativas responsables de éste. Él siempre ha abogado por la retirada de Estados Unidos de los acuerdos y tratados sobre el cambio climático. Pence tiene un registro impresionantemente atroz sobre las cuestiones ambientales y una devoción servil a las grandes compañías petroleras y de energía. Pence se opuso a la ayuda del gobierno de Estados Unidos a los trabajadores que perdieron su empleo debido a los acuerdos de libre comercio y ha apoyado todos los programas neoliberales de comercio desde su primer cargo público. Pence fue un defensor vocal del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) hasta que se unió a Trump en esa boleta, y ahora afirma estar valorando la “sabiduría” del acuerdo.
Mike Pence fue criado católico, en un hogar demócrata en Kennedy, pero ha sido un evangélico devoto desde que fue convertido en un festival de música cristiano en Kentucky, mientras cursaba la universidad. Pence ahora se describe como “cristiano, conservador y republicano, en ese orden”. Incluso el nombre de su comité de acción política emite una vibra de los cruzados: Principles Exalt a Nation (Principios exaltan una nación).
Hoy, Pence y sus aliados han conjurado el regreso de otro régimen secular que sus profetas ideológicos y teológicos una vez contemplaron derrocar. Ahora tendrán la oportunidad de construir el templo que durante tanto tiempo han deseado. “Los espectadores seculares olvidan que el rey David no fue siempre un buen tipo en la Biblia, sino que él era el hombre elegido de Dios”, dijo Jeff Sharlet. “Así que hay una idea común de que, de alguna manera, obviamente Dios está haciendo algo con Trump”.
La comprensión que Trump tiene de la Biblia sin duda no está a la altura de la de Pence y los fanáticos religiosos detrás de él. “Corintios Dos-3:17, de eso se trata todo”, declaró Trump —de la misma manera que escupe “Make America Great Again” a la menor provocación— frente a su público en una universidad evangélica durante la campaña electoral. La gente ríe. De él. Es segunda de Corintios, no Corintios-Dos.
Tal vez ese episodio sea revelador. La derecha religiosa radical no tiene que salvar el alma de Trump. Como pudieron ver durante la campaña, Trump ha replanteado una agenda de odio, una que empata bastante bien con las cruzadas de Pence y sus compañeros apóstoles.